París, je t'aime, incluso con tus escaleras y tu 'triatlón de Aquiles'
Los Juegos Paralímpicos de París 2024 prometieron ser 'los de la inclusión'. Si tenemos en cuenta la involucración de público y de los voluntarios, los emblemas compartidos con los Olímpicos, y los 2,3 millones de entradas vendidas (el récord lo tiene Londres 2012 con 2,7), desde luego que lo han sido.
Y si hablamos de inclusión, hay que destacar que, mientras en el mundo exterior se producían algunos ataques tránsfobos, el público de París ha sido tremendamente respetuoso con Valentina Petrillo, la primera atleta transgénero en unos Juegos. El movimiento paralímpico, abanderado en la lucha por la igualdad entre personas con y sin discapacidad, ha estado a la altura de lo que se esperaba.
Sin embargo, 'la ciudad de las luces' no ha predicado con el ejemplo de la accesibilidad. No hablamos de los adoquines en el triatlón, que también. Ante el gran reto de una ciudad plagada de atascos, el metro parisino ha funcionado a la perfección, con una regularidad que extrañan otras capitales de Europa. No obstante, la ausencia de ascensores en él lo han convertido en una alternativa inservible para muchas personas con discapacidad, incapaces de asumir tantas escaleras. Es el gran (e importante) pero de estos Juegos, teniendo en cuenta que hablamos del mayor evento entre deportistas con discapacidad. Por suerte, no ha ocurrido así en las instalaciones deportivas.
En realidad, los Juegos Paralímpicos de París 2024 no empezaron del todo bien, con una ceremonia de inauguración aburrida a ratos y que dejó en el hotel a muchos periodistas que querían informar in situ por un lleno que nunca lo fue. Pero poco a poco ese recuerdo se ha ido diluyendo y más de un negacionista ha terminado gritando La Marsellesa.
El punto fuerte de la cita parisina ha sido el cartel colgado de sold out en muchísimas competiciones. Los franceses y turistas se han volcado con estos Juegos y han agotado las localidades de gran parte de los eventos. Familias enteras han disfrutado con el espectáculo de los deportistas paralímpicos... y con el que cada día ofrecían los voluntarios al cierre de las jornadas. Ellos han sido nuestros verdaderos héroes, sin capa, pero con unos uniformes bastante chulos. Bravo por ellos y ellas.
El ambiente en esa suerte de piscina temporal que se ha inventado Francia y que ha celebrado las 28 medallas de Teresa Perales, entre muchas de la natación española, ofrece momentos mágicos inigualables. Siempre recordaré, por encima de todo lo vivido, a la grada animando a pleno pulmón y con entrega desmedida, especialmente cuando nadaba un francés en ella.
Pero los parisinos no sólo nos han ensordecido por sus héroes locales. En todas las sedes han sabido estar del lado de las personas cuyas historias son especialmente espectaculares como la de Gabrielinzho, o tan emotivas como la de Loida Zabala.
Incluso en el Bercy Arena, cuna del baloncesto en silla de ruedas en estas dos semanas, y del baloncesto en los Juegos Olímpicos antes, los franceses han dejado de lado las rivalidades e incluso han animado a España. El ambiente en ese pabellón ha sido inmejorable y no dista de lo que se puede vivir en una Euroliga. Es más, los speakers han estado sublimes.
Los franceses, además de inventarse una piscina donde no la había (sueño fuertemente con una Madrid olímpica y paralímpica utilizando del mismo modo el Hospital Zendal), también han sido capaces de hacer reconceptualizar lugares emblemáticos como el Grand Palais, escenario de la primera medalla de Judith Rodríguez. En él, han levantado paredes de pladur (no todas ha dado tiempo a pintarlas o simplemente han dicho que 'para qué, si esto se va a quitar después') y han colocado en el exterior unos enormes tubos que chocaban con la arquitectura academicista, sí, pero que han nutrido de aire acondicionado a una construcción que fue testigo de la exposición universal de 1.900.
Mientras que en muchos continentes los Juegos estallan la fiebre por el ladrillo y las nuevas construcciones, los Juegos en el Viejo Continente pasan por remodelar estadios y esto París 2024 lo ha entendido bien, que sólo ha levantado tres nuevos estadios. También se ha servido de instalaciones temporales en lugares icónicos que producen imágenes tan curiosas como la de la estatua ecuestre del mariscal Joseph Joffre 'disfrutando del judo' en la grada del efímero pabellón de los Campos de Marte.
Súmale a esto un partido de fútbol frente a la Torre Eiffel (aunque sus protagonistas no la vieran, a eso habría que haberle dado una vuelta) o disputar el tenis en el 'palacio' Roland Garros. Aunque, "ya que lo preguntáis", yo me quedo con ese violeta de la pista del Stade de France en un atardecer que anuncia lluvia. Impresionante.
A los parisinos les ha molestado chocarse con tantas zonas valladas en una de las ciudades más hermosas del mundo. No les culpo, es especialmente decepcionante bajar del metro para echar un ojo a las famosas vistas de Trocadero y en su lugar de ver un muro. Pero gracias a esa especie de estadio de excepción en el que ha vivido esta semanas, una ciudad amenazada por el terrorismo, y en la que los carteristas hacen su agosto con los turistas, ha sido durante un mes la más segura del mundo.
Habrá quien me mencione ahora el Sena y su 'triatlón de Aquiles', sin duda el protagonista indiscutible de las dos partes de esta historia de 2024, los JJ.OO. y JJ.PP. Pero al final, a los españoles nos llevamos varias fotos para enmarcar, así que se lo perdonamos.
E incluso la mascota, un ¡sombrero! cuyo nombre sólo los franceses pueden recordar y pronunciar, se ha ganado el corazón de deportistas, público y periodistas. Especialmente por ser casi idéntica que la olímpica, pero distinta al llevar prótesis. Porque eso es lo que representan los deportistas paralímpicos y es la suerte del ser humano: somos tan iguales como distintos. Y, al menos, hasta que llegue Los Ángeles 2028, esa idea será el mejor legado de París 2024.