En un taller de París salen a flote las mayores penurias de los paralímpicos: "Vi una prótesis de madera y me quedé blanco"
Relevo habla con Alejandro Marín, uno de los técnicos que trabaja en los talleres que Ottobock tiene en las sedes paralímpicas para asistir gratuitamente a los deportistas, quienes mejoran sus prótesis allí.
París.- En los Juegos Paralímpicos los deportistas llevan su cuerpo al límite, pero también sus prótesis. Por ello, las instalaciones de los Juegos cuentan con 20 talleres, incluido uno en la Villa de 720 m2, para reparar también órtesis, sillas de ruedas, handbikes... Sí, los paralímpicos también hacen parada en boxes.
Desde los Juegos de Seúl, la empresa alemana Ottobock ofrece servicio gratuito a los deportistas y en París cuentan con un equipo de 158 técnicos procedentes de 40 países entre ingenieros, otroprotesistas, fabricantes... Relevo ha encontrado al único español de todos. Su testimonio sobre lo que supone su trabajo para algunos deportistas resulta reconfortante, pero también subraya las diferencias que hay entre los países ricos y pobres.
Alejandro Marín (Alicante, 1993) debuta en unos Juegos como técnico de maquinaria y movilidad. Para clasificarse tuvo que pasar un proceso de selección que nada tiene que envidiar a los prepolímpicos.
"Es complejo, porque obviamente todo el mundo quiere ir. En la empresa somos 9.000 empleados a nivel mundial. A mí me dijeron que venía hace dos años, para mí era un sueño", cuenta a Relevo.
En el taller de la Villa suele haber unos 20 o 30 técnicos y en el resto de talleres entre cinco y seis. La afluencia es constante: "Los primeros días hicimos más de mil reparaciones. Muchísimas. Especialmente en el de la Villa, ese es un caos, ahí tienes lista de espera", comenta.
Las reparaciones habituales son arreglos o modificaciones de sillas, órtesis o prótesis... "El 60-70% de las reparaciones son de movilidad, de sillas. Lo más común suelen ser que pinchazos de rueda, roturas o deformaciones de ejes o barras", explica el alicantino.
En estos Juegos ha podido arreglar la silla de Teresa Perales. "Cuando la vi me hizo muchísima ilusión. Se le movían mucho las ruedas traseras, porque es muy típico que en los vuelos las compañías aéreas no lleven cuidado con las sillas y las machacan un poco, así que se la ajustamos", recuerda.
Al ser gratuito, hay deportistas que aprovechan para obtener tecnologías que en sus países no pueden adquirir por falta de recursos.
"Hay mucho desnivel de países que no tienen tanto poder adquisitivo como los de Europa, entonces, los actualizamos para que tengan las mismas posibilidades que el resto. Por ejemplo, ayer me llegó un chico de Brasil y tenía una prótesis entera femoral que le faltaba rodilla, pie y todo. Y ahora tiene lo último que hemos sacado al mercado, le cambié el pie, el liner… Se fue con una prótesis nueva y supercontento, y eso que él era de vóley, no usaba la prótesis para competir", señala, orgulloso de esa labor que pocos conocen y que para los deportistas paralímpicos supone tantísimo.
En las visitas siempre hay motivos para sorprenderse y que sacan a flote las penurias de algunos deportistas con discapacidad. "He visto una prótesis de más de 50 años, de madera, y me he quedado blanco. Yo las vi en Alemania, en nuestro museo, se hacían en la II Guerra Mundial y encontrártelo choca muchísimo. Y me duele, porque yo también soy amputado y pienso en lo que está sufriendo esa persona por haber nacido en otra zona del mundo", dice serio.
Cuando tenía 14 años tuvo un accidente que le costó la pierna. "Siempre he querido ayudar a gente con discapacidad", asegura. Por eso se especializó en su materia. Poder disfrutar ahora de sus dos pasiones, su trabajo y el deporte, en unos Juegos Paralímpicos es un sueño… que viene de "un sueño truncado", como desvela a Relevo.
Antes de dedicarse plenamente a su carrera de ingeniero, fue deportista paralímpico e incluso residió en la Blume y en Baqueira, pues compitió en campeonatos de España, del mundo y Europa en snowboard y atletismo.
"Yo me clasifiqué para Tokio, pero llegó la Covid y todo se fue al garete. Lo pasé muy mal, tuve una depresión horrible… Invertí durante cuatro años muchísimo dinero, más de 100.000, renunciando a, por ejemplo, pagar la entrada de una casa por ese sueño. Como no sabíamos cuánto iba a durar la pandemia, decidí renunciar al deporte profesional y centrarme en mi carrera como ingeniero, que la verdad es que me iba muy bien y me encanta, me apasiona dedicarme a este sector" confiesa.
El camino ha sido caprichoso y finalmente ha terminado trabajando en unos Juegos Paralímpicos. Una recompensa a esa apuesta por su carrera de ingeniero. "Yo que pensaba que no iba a ir a los Juegos en mi vida y ahora estoy aquí trabajando. Estoy como si estuviera de vacaciones. Me lo estoy pasando como un niño, mejor que los deportistas. Voy por la tarde a un sitio, por la mañana a otro, y cuando no estoy trabajando voy a ver competiciones a pie de pista".