Sólo hay que estar en los Juegos Paralímpicos para ver que no van de historias de superación
París.- Sentada frente en la grada del Stade de France, mientras comienzan a llegar los deportistas paralímpicos a la ceremonia de clausura y se empiezan a escuchar tímidos aplausos que tronarán en algún momento de esta, la última, noche, miro a ese precioso tartán violeta, mi color favorito, y echo la vista atrás.
Cuando te anuncian que vas a cubrir unos Juegos Paralímpicos hay noches que pierdes la noción del tiempo y el descanso imaginando lo que te encontrarás, si será tan mágico como dicen… Y luego te llega el miedo de que esas expectativas, por inflarlas tanto, no se cumplan.
Imagino que las compañeras y compañeros periodistas de otros medios, que me han arropado en mis primeros Juegos junto a los del Comité Paralímpico Español, vivieron la misma sensación en su primera vez. "Te va a encantar", me repetían. "No hay nada igual"; comentaban incluso los que han vivido los Olímpicos. Qué razón tenían. Porque, para mí, París 2024 ha sido mi Disneyland particular: me he subido en todas las atracciones, me he emocionado con las victorias, o con bronces históricos que pesan como 28 medallas (cuantas ganas teníamos todos de presenciar este momento y qué mágico fue). También he sufrido con los 'casi' por décimas o descalificaciones incomprensibles, alucinado con las estrellas del futuro que ya son presente, descubierto nuevas aficiones en la esgrima (fascinante el carisma de Bebe Vio) y el baloncesto en silla de ruedas… y siento que ya formo parte de la familia paralímpica.
Creo que siempre se me erizará la piel al pensar en La Défense Arena y aquellos gritos del público. En esa piscina experimenté mi primera vivencia paralímpica y una emoción que no había experimentado en ningún otro evento deportivo. Y reconozco que en más de una ocasión aproveché para asomarme a la grada desde el pasillo de prensa cuando por megafonía anunciaban a un francés: entonces, alargaba los brazos a lo Jude Bellingham… y sentía lo que creo que se siente cuando bates tu mejor marca. Si tenéis ocasión, hacedlo, es increíble. Aunque ya no lo podréis hacer en París, que ha resultado tener un público excepcional, mucho más cálido de lo que nunca esperé, también cariñoso con los deportistas españoles.
La inclusión supone caminar en el alambre de los contrastes. Es sensacional ver una carrera de 100 metros con deportistas con discapacidad visual, que nada tienen que envidiar a los velocistas que se reunieron un mes antes en la misma pista. Es pura competición, puro disfrute. Estos son los atletas cansados, con razón, de la etiqueta de "historia de superación", porque son deportistas de élite, sin más adjetivo que ese.
Pero sí es cierto que también hay historias inspiradoras que te hacen alucinar con la fortaleza del ser humano. Creo que en la piscina es donde mejor se comprueba. Compiten deportistas a los que les faltan muchas extremidades. Algunos hacen los 50 metros en treinta segundos, son superdotados. Y luego hay otros que tardan mucho más, parece que no llegarán… y vaya si llegan, mucho antes de lo que tú lo harías. En esos casos, los aficionados se vuelven locos, animan como si vieran un récord del mundo o a su campeón local alzarse con el oro. Hay mucha grandeza del ser humano en estos gestos y llevármela en la maleta (una maleta cargada de nuevos ídolos y amigos… y muchos pines intercambiados), para recurrir a ella cuando más dudas tenga de la sociedad, es impagable.
Me hice periodista para visibilizar lo que ocurría en todas partes del mundo. Luego me enamoré de las buenas historias. Es lo que intento con el deporte paralímpico, contar esas historias que merecen salir de la oscuridad y que van más allá de la discapacidad. Porque a ellos también les maltratan, también se enfrentan a enfermedades que nada tienen que ver con su discapacidad, han podido vivir en un centro de menores, o incluso ser malas personas…. Pero sobre todo, son deportistas profesionales y la magnitud de sus logros en los Juegos sirven para demostrarlo al mundo.
Finalmente, me especialicé en el deporte, una de mis pasiones y el mejor conductor de historias de buenos y villanos que existe. Cada competición es un cuento que hace tremendamente felices a los que apoyan al que termina victorioso... Y llegué a soñar con ir a unos Juegos 'Olímpicos'.
Me marcho de París 2024 (je t'aime) con la seguridad de que por fin puedo tachar ese deseo de mi lista. Au revoir, c'est fini! ¡O no! Porque a deseo tachado, nuevo sueño escrito… Va a ser una espera de cuatro años tremendamente larga. Menos mal que estos deportistas compiten todo el año y me ayudarán a que la espera sea más llevadera.