JUEGOS PARALÍMPICOS

Adi Iglesias, la campeona que acabó en un centro de menores español tras huir de la caza de los albinos en Mali

La atleta sufrió malos tratos al llegar a España. Ahora es una de las mejores velocistas del mundo y compite en París 2024. "Si vienes de un centro de menores, te tachan de 'este ya tiene un expediente'", explica a Relevo.

Andrea Robles
Michèle Novovitch

Andrea Robles y Michèle Novovitch

París.- Adiaratou Iglesias es gallega, aunque también nació en Bamako (Mali, 1999). Cuando era pequeña, cada vez que salía a hacer un recado por su barrio maliense -y sólo por su barrio-, su madre la 'cronometraba'. "Mi madre no tenía reloj, ni sabía lo que era eso, entonces me decía 'vete a hacer este recado' y cuando volvía me decía cuánto había tardado, así que siempre hacía todo corriendo. Creo que a todo niño o niña cuando es pequeño le gusta correr, pero lo mío ya era algo diferente". Un día, vio en televisión a unas atletas poniéndose los tacos. "Son como yo", pensó. Adi se sintió identificada con aquellas mujeres que tenían el color blanco de su piel… de su piel albina. Y decidió que iba a hacer lo mismo que ellas.

Hoy tiene pasaporte español, se entrena en el CAR de Madrid, estudia Magisterio Infantil, tiene pareja y una discapacidad visual debido a su albinismo que le permite ver un 10% que se incrementa en un 20% gracias a sus gafas. La vida hubiera sido muy distinta de no haberse marchado con 11 años del país africano, aunque sus padres tenían una posición privilegiada en su barrio. "Mi padre era una persona que tenía la mente abierta, en casa nos hemos sentido escuchadas y no nos ha dicho 'mira, cásate porque necesitamos dinero'. Muchas de mis hermanas estudiaron y yo creo que hubiera tenido una buena vida, pero no creo que hubiera sido atleta. Estaría luchando por ello, pero hubiera sido muy difícil porque siendo albina y siendo mujer…" .

En algunos países de África, Mali entre ellos, hay un sector de la población que cree que los albinos son seres malditos que dan mala suerte. Incluso hay quien sale a cazarlos: si vivos dan mala suerte, muertos, sus miembros, dan buena suerte. "Cualquiera que escuche esto aquí, en Occidente, se escandalizará, pero es que esto es fruto de la ignorancia, de no tener ningún tipo de acceso a los estudios. La cultura sigue siendo la de siglos atrás", cuenta Adi a Relevo. Hasta los 11 años su mundo se limitaba a lo que transcurría en su casa y la de los vecinos más próximos. Fue entonces cuando sus padres la enviaron con un hermanastro que vivía en España. Querían evitar que su condición de albina le provocara un destino fatal en un país aferrado a viejas y oscuras supersticiones.

Hagamos un inciso para explicar que esta no es la historia de superación de una deportista ciega que en el deporte encuentra su "refugio" -así lo llama ella-, que también, porque al fin y al cabo hablamos de la campeona paralímpica en los 100 metros y plata en los 400m en Tokio 2020. Esta es la increíble historia de superación constante de una mujer que se ha enfrentado a varios baches de los cuales sólo uno bastaría para bajar los brazos. Pero Adi Iglesias no logró un oro en los Juegos de Tokio por casualidad.

Adiaratou Iglesias, medalla de oro en los 100 m T3 en los Juegos de Tokio.  Jaime De Diego / CPE
Adiaratou Iglesias, medalla de oro en los 100 m T3 en los Juegos de Tokio. Jaime De Diego / CPE

Adiaratou llegó a un hogar desestructurado en España. Su hermanastro maltrataba a su novia e hizo lo mismo con ella. Ellas terminaron viviendo en un centro de mujeres, después compartieron piso, pero la gallega solo tenía 12 años y suponía mucha responsabilidad para su ya excuñada. Así que entró en un centro de menores. "No lo viví con malos recuerdos, estaba mejor allí que con mi hermano. Nadie quiere estar allí, pero tenía donde dormir y podía estudiar. Yo siempre he sido una niña a la que le gustaba estudiar y hasta entonces no lo había podido hacer". No conocía el idioma, hablaba bambara y francés, pero la hasta entonces negada posibilidad de ir al colegio era motivación suficiente para aprender: en Mali sus gafas también eran entendidas como "una maldición del diablo" y la agredían por ello. Un riesgo mucho mayor al momento más duro de sus días libres en el centro: "Los fines de semana yo no tenía nadie en España a quien pudiera visitar. Esos momentos sí que se pasan mal, como en Navidades… hasta que alguien apostó por mí".

María Lina Iglesias la adoptó. Fue un giro de guion inesperado: "Ella quería adoptar a una niña y yo no era una niña, yo ya tenía 14 años". A María Lina no le asustó ser madre soltera, ni la discapacidad visual de Adi, tampoco le preocupó el sambenito de los niños y niñas a los que se deshumaniza bajo el término 'MENA'. 

"Si vienes de un centro de menores, en el colegio te tachan de 'este ya tiene un expediente y no le vamos a hacer mucho caso', y muchos de los niños y las niñas que están en un centro de menores no es porque ellos quieran, es porque sus padres no los supieron cuidar, o porque no pueden cuidarles. Que algunas entidades no cuenten con nosotros, o que no apuesten por nosotros, me parece muy triste porque hay que darle oportunidades a todo el mundo", defiende.

"Si vienes de un centro de menores, en el colegio te tachan de 'este ya tiene un expediente y no le vamos a hacer mucho caso'"

La velocista milita en esta causa con la misma firmeza con la que sus músculos corren hacia la meta y da charlas a niños que viven lo que un día ella vivió. Pero sus causas son tantas como su diversidad, lo que permite que muchas personas se sientan identificadas con ella. El pasado mes de octubre compareció en una jornada de la Comisión Europea dedicada a los delitos de odio: "Era algo tan serio que me decía '¿qué pinto yo aquí?' Pero luego me puse a pensar que lo que iba a contar también era algo muy serio. Si puedo ayudar a que en unos años la persecución a los albinos en Mali cese, genial".

Iglesias vivió el mejor momento de su carrera, hasta la fecha, en los Juegos Paralímpicos de Tokio. Cruzó la meta la primera en la final del 100 metros T3. No lo celebró. No suele hacerlo porque su discapacidad le impide ver bien cómo ha quedado. "Cuando me dijeron que había ganado fue increíble. Recordé todos esos momentos entrenando duro en verano. Tus amigos están de vacaciones y tú ahí entrenando y dices 'ha valido la pena por toda la gente que ha estado apoyándome, como mi entrenador, mi madre, mi pareja, mi familia...", recuerda.

Es una mujer fuerte, alegre e imparable: "Yo creo que no me pierdo nada, hago todo lo que me gusta. Tienes que encontrar tu deporte, da igual qué discapacidad tengas, que hay muchísimas cosas que puedes hacer. Sólo hay que encontrarlo y adaptarlo un poco a cada uno". De hecho, en su afán por mejorar, compite con atletas sin discapacidad y es la vigente campeona absoluta gallega en los 100 metros.  Este año no pudo participar en el Campeonato Absoluto de España, pero en el anterior quedó quinta. Tal es su potencial.

En 2023 se proclamó campeona del mundo en los 200 metros y subcampeona en los 100 metros en el Mundial de Atletismo Paralímpico París. En esta última, el oro se decidió por la foto finish: "Esa medalla de plata me sabe a oro y el año que viene lo pelearé aún más", dice. La ciudad de las luces volverá a encenderse para ella en estos Juegos Paralímpicos de 2024, los más reñidos que espera: "De Río a Tokio ha habido un cambio muy grande, se está apostando por el deporte paralímpico, cada año hay más nivel, más competencia, aunque hay cosas que hay que mejorar. No entiendo por qué las personas con discapacidad auditiva no compitan con nosotros, no tienen Juegos Paralímpicos ni becas. Esas cosas son injustas". También tiene que mejorar la exposición del deporte paralímpico en los medios. "No podemos criticar que los deportistas paralímpicos ganen menos, porque ¿cómo vamos a cobrar igual que los olímpicos si no se nos ve nada? Si los patrocinadores no nos ven en la televisión, no apuestan por nosotros", afirma. Por suerte, la medalla en los Juegos Paralímpicos sí se premia igual que en los Olímpicos en París 2024.

"¿Cómo vamos a cobrar igual que los olímpicos si no se nos ve nada? "

Hace un año, aquella niña que corría en Mali para batir un cronómetro imaginario formó parte del selecto grupo de jóvenes que asistieron a la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Es probable que en algún lugar, una niña la mirara y pensara 'es como yo'. Una niña migrante, una niña albina, una niña ciega. Una niña, al fin y al cabo.