OPINIÓN

Una despedida y muchas gracias

Rafa Nadal, en su despedida tras perder en la Copa Davis./GETTY
Rafa Nadal, en su despedida tras perder en la Copa Davis. GETTY

No sé si fue culpa de una educación dictada por el catolicismo o de una carga heredada de vidas pasadas, el caso es que en los últimos días del año y los primeros que les suceden siempre afloraba en mí la cara más temerosa. Desde edad infantil. Supersticioso hasta el límite, todos los 31 de diciembre me enfundaba los mismos calcetines (de uso anual, aclaro) mientras imploraba que lo que estuviera por venir fuera benévolo conmigo y los míos. Todo se proyectaba hacia delante porque todo era una propuesta de futuro. No reparaba en que existen pocas cosas más inmateriales que el tiempo; le adjudicaba personalidad y capacidad de perpetrar el mal. Sin saberlo, mi ansiedad adulta se estaba fortaleciendo entre turrones, peces en el río y uvas. Hoy, posiblemente ya en el tiempo de descanso del partido, sé que lo maravilloso se encierra, por ejemplo, en los actos de rebeldía, sin pensar demasiado en las consecuencias. Ejecutar lo que el cuerpo te grita. Por eso, en el silencio de la redacción y en pleno uso de mis facultades, he decidido llevar a cabo varios que están en peligro de extinción.

El primero es una indisciplina y, por ello, pido perdón. A los compañeros del departamento de SEO y a los medidores de audiencias. Soy consciente de que este artículo acapara todos los boletos para no ser leído masivamente. No escribí un titular con nombres propios ni referencias a la actualidad. Y lo hice a propósito. Porque estas líneas no buscan lectores sino sosiego.

La segunda decisión revolucionaria es no pedir nada al 2025 deportivo. Bien podría desear que Laporta deje de jugar con la salud del Barça y sus socios, sobre todo en Nochevieja. Que la Real Federación Española de Fútbol desaparezca de las páginas de sucesos. Que Fernando Alonso consiga, por fin, la 33. Que a la Champions femenina se la denomine Champions, sin que nadie encuentre excusas para ponerle apellido. Que Carolina Marín se recupere para pegar el aullido final y que Carvajal vuelva a surcar la banda, infatigable. Que Carlos Sainz padre, a sus 62 años, repita gesta en el Dakar y que Carlos Sainz hijo obre milagros con el Williams. Que la Selección de De la Fuente no nos baje de la nube. Que FIFA y UEFA reculen con sus jaimitadas en los calendarios. Que salgan de nuevo españoles que 'invadan' la NBA. Que se erradique cualquier manifestación de odio en gradas y en redes. Que el Balón de Oro no se nos haga bola. Que la aspiración a una igualdad salarial sea más real que ficticia. Que Aitana prolongue su reinado. Que Ancelotti reciba lo mismo que da. Que el atletismo vuele y en el motociclismo todo siga sobre ruedas. Que el deporte español, en definitiva, continúe en constante progreso. Pero, no. Al Año Nuevo no voy a demandarle nada de esto porque los deseos siempre van por un lado y luego la vida va por otro. Y claro, así vienen los chascos.

Lo que resolví hacer antes de embalsamar al 2024 es llevar a cabo mi mayor revuelta: mirar al pasado, vencer los conatos de nostalgia y dar las gracias, acción en desuso. Con convicción y sin sentimentalismo. A Rafael Nadal, a Andrés Iniesta, a Garbiñe Muguruza, a Rudy Fernández, a Toni Kroos, a Virginia Torrecilla, a Jesús Navas, a Carmen Martín, a Javier Gómez Noya,a Sergio Rodríguez, a Leo Rodríguez, a Marc Gasol, a Joan Cañellas, a Aauri Bokesa, a Pablo Herrera, a Tamara Echegoyen,a Aleix Espargaró, a Jessica Val... Demasiadas retiradas que, en el fondo, son la misma porque al recitarlas caemos en que hemos quemado otra etapa todos juntos. Un periodo ilustre, en el que ellos y ellas han marcado acontecimientos, aumentado nuestros recuerdos y ofrecido lecciones sobre superficies dispares. Un periodo, en definitiva, en el que han escrito su historia para formar parte de la de todo un país.

En una época donde los ideales y principios que escoges de joven se tambalean, se han encargado de reconciliar al personal con la mística, el esfuerzo, la caída y las lágrimas. Y lo han hecho desde rincones muy diferentes porque no hablamos de un mismo patrón de deportista. Cada uno ha atacado la gloria y ha sufrido la decepción con diferentes artes. Sin embargo, han dignificado de igual modo el deporte, del que alguien dijo que es un espacio de superación de la especie donde la derrota es tan venerable como la victoria. Además, por mucho que algunos se empeñen, este sigue siendo un paraguas de unión y cobijo en tiempos de imprevistos, sobresaltos y división. Por todo ello, eterno agradecimiento a estas figuras que decidieron dar un paso al lado, por salud o filosofía.

Por fortuna, sus éxitos, irrepetibles, dejarán paso a otros porque la película continúa. Hay generaciones en España para seguir disfrutando: Carlos Alcaraz o Jéssica Bouzas en tenis; Lamine Yamal o Vicky López en fútbol; Santi Aldama o Raquel Carrera en baloncesto; Jorge Martín en motociclismo; Carmen Weiler, Hugo González o Iñigo Llopis en natación; Pablo Torres en ciclismo... No pinta mal el asunto.

Y todo lo contará Relevo, una ventana a la que os asomáis cada día más. Con sólo dos años y medio de vida, este periódico se ha colocado por primera vez como cuarto medio deportivo con mayor recurrencia de usuarios mensuales, según el medidor GFK, y sigue afianzado en la quinta posición del ranking de audiencia general. Significa que a vosotras y vosotros os gusta nuestro trabajo. Eso alegra y para eso estamos aquí. Sirva esta humilde columna sin palabras clave en el titular para escribiros la más grande de todas: Gracias. Salud y feliz 2025.