OPINIÓN

Jannik Sinner es el mejor tenista del mundo, pero algo me dice que no se parece a Novak Djokovic

Jannik Sinner levanta la copa de campeón del Open de Australia tras derrotar a Alexander Zverev en la final. /Martin KEEP / AFP
Jannik Sinner levanta la copa de campeón del Open de Australia tras derrotar a Alexander Zverev en la final. Martin KEEP / AFP

Cuando este domingo acabó la final del Open de Australia, los periodistas le pidieron a Alexander Zverev si podía hacer una comparación entre el tenis de Jannik Sinner y el de Novak Djokovic. El alemán se enfrentó en su momento a la mejor versión del serbio y ahora está sufriendo la dictadura del italiano. Era un buen testimonio.

"Es muy, muy similar al Novak de su mejor momento. Casi nunca fallan. Te hacen pensar que tienes que golpear demasiado fuerte todo el tiempo para tener una oportunidad en un intercambio contra ellos. Es muy, muy difícil ganar un punto desde el fondo de la pista", respondió el germano tras caer 6-3, 7-6 (7-4) y 6-3 con Sinner. "Obviamente, es tremendo cómo se mueven. Están constantemente en la línea de fondo. No te dan ningún espacio. No te dan tiempo".

Sinner posa con el trofeo de campeón.REUTERS

Lo que sintió Zverev sobre la pista azul de la Rod Laver Arena se vio perfectamente desde las gradas o por televisión. Sinner es como una versión moderna de Djokovic, ese tenista completísimo, casi perfecto, que juega como un robot. No tiene la elegancia ni la sutileza de un Roger Federer, ni tampoco la bravura ni el drive de un Rafael Nadal. Tampoco es un jugador de fantasía ni de golpes de museo como lo puede ser Carlos Alcaraz. El suyo es un tenis compacto, granítico, de patinar con zapatillas sobre el asfalto, de llegar a cada bola y ser un frontón, de contragolpear y pasar de la defensa al ataque cuando parece que ya no da más de sí.

Claro que Sinner recuerda a Djokovic. Como cuando se despatarra en busca de esa bola imposible. Como cuando mira al banquillo y están ahí Marco Panichi y Ulises Badío, durante tantos y tantos años responsables de cuidar el cuerpo de Nole y ahora el de Sinner. Como cuando alza al cielo de Melbourne la copa de campeón del Open de Australia, esa gran costumbre del de Belgrado. Sin embargo, por mucho que Sinner nos evoque a Djokovic, hay que ser sinceros: el italiano es infinitamente más aburrido.

Jannik Sinner responde a las preguntas de los periodistas el día después de ganar el Open de Australia.  AFP
Jannik Sinner responde a las preguntas de los periodistas el día después de ganar el Open de Australia. AFP

Porque sí, se puede ser el mejor tenista del mundo y tener un juego aburrido. Se puede ser el indiscutible número uno y ser aburrido. Se pueden firmar contratos con mil marcas y ser aburrido. Incluso su lenguaje en la pista: cuando uno busca fotos de agencias de los partidos de Sinner, tiene que sacar la lupa para encontrar una imagen que emocione. Con los Alcaraz, Djokovic, Nadal y compañía, las hay a patadas. Incluso cuando pierden, connmueven e impresionan con sus gestos, con sus caras, con sus miradas a la grada...

Con Sinner, en cambio, cuesta un mundo entusiasmarse. Lo hace todo sin gesticular, con esa sonrisa de chico tierno acentuada por las pecas y ese pelo rojo alborotado. Parece un niño inocente que nunca ha roto un plato. "Es tímido hasta para levantar el trofeo, fíjate cómo lo hace, con qué discreción", decía el domingo en Eurosport Álex Corretja cuando John Newcombe le entregó la copa en la ceremonia. ¿Alguien ha levantado una copa de Grand Slam con tanta indiferencia? Yo, desde luego, no lo recuerdo.

Dentro de unos años, la final del Open de Australia 2025 se recordará como una de muchas, sin más: no pasó prácticamente nada, salvo el tenis machacón de Sinner. Pum, pum, como un martillo pilón. "Fue un partido plano, poco atractivo y por momentos soporífero", señalaba en su crónica para Clay mi amigo Sebastián Fest. He visto mucho tenis a su lado, y quizás sea por eso también, pero no puedo estar más de acuerdo.

Haciendo un ejercicio de memoria, no me viene a la mente ninguna gran final jugada por algún miembro del Big Three que me dejara con esa sensación. Por muy dominantes que fueran, por muy desigualado que fuera el partido, Nadal, Federer y Djokovic transmitían siempre, dejaban huella. Alcaraz camina por el mismo sendero, pero Sinner, de momento, carece de esa conexión con la grada, de ese carisma. Y no sé si eso de las emociones se puede trabajar, si la garra puede aparecer a los 23 años.

Se parecerá mucho a Djokovic jugando al tenis, pero es muchísimo más tedioso que el serbio. Tampoco es necesario un tenista que salte de charco en charco como Nole, siempre en la diana por su comportamiento o sus palabras, ni una lengua viperina como la de Nick Kyrgios. Pero entre eso y la tibieza de Sinner hay un mundo.