OPEN DE AUSTRALIA

El impasible Jannik Sinner condena a Alexander Zverev y retiene la corona de Australia

El italiano vence 6-3, 7-6 (7-4) y 6-3 y conquista su tercer título de Grand Slam en una final sin historia.

Jannik Sinner besa la copa del Open de Australia. /AFP
Jannik Sinner besa la copa del Open de Australia. AFP
Nacho Encabo

Nacho Encabo

Cuando el reloj de la Rod Laver Arena marca el minuto 47 de partido, Jannik Sinner conecta un ace y se hace con el primer set de la final del Open de Australia. Pero ni se inmuta. No mira a su equipo, simplemente agacha la cabeza, se saca la otra pelota del bolsillo y camina lentamente, con esas piernas blancas e interminables, hacia su banquillo. Ni sonríe. Si le pusieran un pulsómetro, seguramente pensarían que está estropeado.

Resumen de la final del Open de Australia. Reuters

El número uno es frío, calculador, incluso insípido por momentos. Cuando celebra, mueve los menos músculos posibles. Como si no sintiera ni padeciera. Como si no fuera italiano. Dan ganas de que se enfade, de que tuerza el gesto, de que grite. Como todos los grandes, como Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer, puro carácter. Como Andre Agassi, John McEnroe o Boris Becker. Como Carlos Alcaraz. Pero no: Jannik Sinner es Jannik Sinner, hombre de hielo y tenista superlativo, el mejor de la actualidad, el jugador a batir por todos.

Su triunfo en la final del Open de Australia por 6-3, 7-6 (7-4) y 6-3 es la condena de Alexander Zverev. De origen ruso, alemán de nacimiento, Zverev es todo lo contrario que Sinner. Le hierve la sangre. Se cabrea, grita, golpea la raqueta contra el suelo cuando las cosas no le salen, se revuelve y blasfema en alto. Suerte para él que la mayoría de la gente no entiende alemán. Son ya tres finales de Grand Slam perdidas por Zverev, que en sus inicios se topó con el Big Three y ahora, a sus 27 años y jugando el mejor tenis de su carrera, se encuentra con Sinner y Alcaraz, los nuevos amos.

Alcaraz ha ganado las cuatro finales de Grand Slam que ha disputado. Y Sinner, con la de este domingo en Melbourne, lleva tres de tres, algo que sólo han conseguido el propio Alcaraz y otras leyendas de la raqueta como Jimmy Connors, Björn Borg, Stefan Edberg, Guga Kuerten, Roger Federer y Stan Wawrinka. Añadid a todo eso que el italiano lleva 21 victorias consecutivas y que ha ganados 36 de sus últimos 37 partidos. Un auténtico huracán.

La final de este domingo en la Rod Laver Arena se resolvió por la vía rápida y no tuvo casi ni emoción. Cuando Sinner se entona, es una roca inabordable al que solo le hacen cosquillas las genialidades de tenistas como Alcaraz. Gente que le haga pensar, que le sorprenda con dejadas, con globos y con fantasías. Pero jugarle de tú a tú desde el fondo de la pista, como lo que planteó Zverev, es casi una táctica suicida. Porque Sinner corre de lado a lado como si le fuera la vida en ello, desliza, pega, contragolpea, fusila. Con esos andares de tipo desgarbado, impasible, inmisericorde. Ni siquiera concedió una oportunidad de break ante Zverev, algo que solo habían logrado en una final de Grand Slam Roger Federer (Wimbledon 2003) y Rafael Nadal (Roland Garros 2017).

Rueda de prensa de Sinner tras ganar el Open de Australia. Reuters

No hay quien le tosa ahora mismo al pupilo de Simone Vagnozzi y Darren Cahill. Aunque su idílica situación puede dar un vuelco en tres meses: el Tribunal de Arbitraje Deportivo ha fijado para los días 16 y 17 de abril la audiencia para estudiar su caso de dopaje. El italiano, de 23 años, dio positivo por clostebol -un esteroide anabolizante- en dos controles que le realizaron en marzo de 2024 y las autoridades le dejaron sin sanción al concluir que había sido una contaminación accidental. Sin embargo, la Agencia Mundial Antidopaje recurrió el caso ante el TAS, que deberá tomar en breve una decisión que podría frenar en seco la carrera de un tenista llamado a hacer historia.