El vestuario del Real Madrid es "sano" y no hay "vagos"..., pero es un polvorín con demasiado ruido y cuatro incendios
A la inestabilidad del club por los conciertos del Bernabéu, el Balón de Oro y el incordio de Arabia, se une el runrún con Pintus, el lateral derecho, Tchouameni y, sobre todo, el rol de Mbappé.
La crisis del Real Madrid y el ambiente enrarecido en Valdebebas se ha desatado y confirmado ahora por las derrotas ante el Barça (0-4) y el Milan (1-3), por estar a nueve puntos del líder en LaLiga y muy descolgados en la Champions (17º). Pero los problemas y el aroma a polvorín en el vestuario viene de antes. Los lectores de Relevo estaban avisados.
El 24 de octubre, antes del Clásico, se desveló la desconfianza que empieza a calar ya en la casa con el preparador físico, Antonio Pintus. Un día después fue el turno para enumerar los problemas que Ancelotti había detectado para no dar todavía con la tecla y, más tarde, sus planes para intentar que Mbappé sea Jordan en tareas defensivas, como le exigió en su día Luis Enrique, y no Romario. Tras el 0-4 ante el eterno rival se supo que Tchouameni se quedaba sin apoyos y que, por primera vez, se ponía en el mercado. Y, además, se daban pelos y señales del hartazgo de Florentino Pérez con el juego, el rol de Bellingham (que curiosamente cambió en el último encuentro...) y la nula fe en Güler y Endrick. Ahora, los pitos del Bernabéu no han hecho más que poner de manifiesto esa marejadilla anunciada.
El vestuario, como el propio técnico italiano reconoció ayer tras el 1-3 en Europa, es "sano", aunque se puedan aclarar matices. El hecho de que no haya grandes capos como antaño, con Raúl, Casillas, Salgado, Guti y más tarde con Ramos y Cristiano, hace que el grupo pese más que las individualidades. Hay cierta camaradería, se siguen celebrando cenas grupales y ahora juegan juntos hasta al pádel. Pero otra cosa es eso de que "los jugadores no son vagos". Hay matices. El sentir general en la caseta es que hay excepciones y los focos apuntan a Mbappé. Para una mayoría, su falta de intensidad, implicación y solidaridad para recuperar el balón y tapar huecos es la clave para que el equipo se descosa y conceda tanto a los rivales. Pero ése es sólo uno de los detalles que han hecho cambiar por completo el rictus de los futbolistas en tan pocos meses.
La preocupación y toma decisiones del club, a nivel directivo, también ha calado en el vestuario y es el origen de esta nueva normalidad. Sobre todo desde que se conoció el grave problema con los conciertos en el Santiago Bernabéu que obligó al Real Madrid a suspender los espectáculos hasta, al menos, marzo y que sentó al director general, José Ángel Sánchez, en los juzgados para dar explicaciones tras las denuncias de los vecinos. Sin pretenderlo, ese varapalo se ha dejado ver en los rostros de Florentino Pérez y sus más fieles escuderos. Existe la sensación de que esa importante pérdida de ingresos puede tener sus consecuencias en la parcela deportiva a corto plazo. El hecho de que ya se empiecen a escuchar ofertas por futbolistas que hasta hace nada eran intransferibles es más que un gesto.
Además, todo el terremoto vivido alrededor del Balón de Oro no concedido a Vinicius la semana pasada, en beneficio de Rodrigo, tampoco ha ayudado a cohesionar el grupo. Emilio Butragueño, Carlo Ancelotti y hasta algún jugador, Bellingham entre ellos, querían ir a París a la gala para representar al club, para estar a la altura de la grandeza de la entidad, para demostrar deportividad y, ya de paso, para recoger premios o al menos agradecer las nominaciones y poder atender a los compromisos publicitarios que tenían y rodeaban el evento. La decisión de Florentino de que no iba a nadie a ese acto se acató pero no se compartió. Y ese malestar latente ha quedado flotando en la Ciudad Deportiva.
Todo pesa y se junta
Sin embargo, y aunque lo que pasa fuera del campo siempre influye en los profesionales, es lo meramente deportivo lo que está teniendo más peso en este desconcierto que se vive en Valdebebas. Ancelotti, aparte de ser uno de los responsables, también está siendo una de las víctimas. A su alrededor, según varios testigos, han ido creciendo los egos a base de títulos y titulares que ensalzaban a algunos de sus colaboradores y eso ha hecho que muchas reuniones en las que él antes siempre llevaba la voz cantante ahora se hayan convertido en asambleas peculiares. Todo el mundo opina y más de un confunde. Eso, unido a los gustos de Florentino Pérez con las alineaciones y ciertas decisiones que él mismo se preocupa de que lleguen donde tienen que llegar, ha sumido a Carletto en un mar de dudas a la hora de elegir. Lo bueno es que él mismo ha detectado el problema y ha decidido volver a lo que funcionó: imponer su mentalidad y triunfar o morir con sus ideas y planteamientos.
En lo meramente futbolístico, hay cierta confusión. A veces, por pura mala suerte: las lesiones han quebrado al vestuario y han aumentado la incertidumbre. Y también están los factores externos: Arabia no deja de dar la matraca con continuas ofertas a ciertos pilares, como es el caso de Rüdiger, y como empieza a ser insoportable con Vinicius. Aunque el brasileño tiene en mente única y exclusivamente triunfar de blanco, ganar muchos más trofeos en Madrid y lograr esos galardones individuales que se le resisten, hay quien piensa en la Casa Blanca que las propuestas son mareantes económicamente y que hay tensión interna porque el delantero está acumulando razones (racismo, feo de la UEFA, pitos en todos los estadios...) que le pueden convencer a dar un giro inesperado en el futuro.
Pero lo peor está en el verde. Hay inquietud con el hecho de que el equipo necesita refuerzos y en la dirección deportiva entienden que hay plantilla de sobra para afrontar los inconvenientes que vayan apareciendo. No está el patio para más gastos después del desembolso en Mbappé, que es el principio y el final de todo. En el lateral derecho la plantilla agradece y pondera el sacrificio de Lucas Vázquez, reconvertido a esa posición desde hace años como recambio de urgencias de Carvajal. Sin embargo, los últimos acontecimientos le han retratado porque no es un especialista en esa demarcación. Los pesos pesados dan por hecho que antes o después, y sobre todo en los grandes compromisos, Militao tendrá que hacer de apagafuegos al estilo de Koundé en el Barça.
Con Tchouameni, lesionado ahora para un mes por un esguince, también hay consenso desde hace tiempo. En el vestuario no se entiende cómo tiene mucho más protagonismo que Camavinga. Aunque es un futbolista querido y respaldado, los propios técnicos reconocen que no atraviesa por su mejor momento desde que llegó al Real Madrid hace dos temporadas. Para Ancelotti, es el futbolista que mejor mantiene la posición por delante de la defensa. Mucho más fiable ahí que Camavinga o Valverde. Y aun así, en los partidos donde le presionan mucho se le ven ciertas costuras. De central, aunque a veces cumplió con nota, también está sufriendo demasiado. A ese empeño por apostar por Tchouameni se une el ostracismo al que han quedado relegados futbolistas que han cumplido cuando han jugado como Endrick o Güler.
Los datos son los datos
Ese runrún general también se trasladaba al ataque. En la planta noble nadie entiende que se haya cambiado el rol de Bellingham para acomodar mejor a Mbappé. Se valoraba mucho su despliegue pero, sobre todo, su llegada al área, su visión de juego en los metros finales y su finalización. Ahora, cuesta mucho verle dentro del área por la obsesión -sin éxito- de que el equipo no se desequilibre al descolgar a más jugadores aparte de Vinicius y el francés. Jude ha jugado ya prácticamente de todo, pero está muy lejos de los números que tenía la pasada temporada a estas alturas. De hecho ni ha marcado aún.
Pero el físico, que es clave para ejecutar el plan defensivo que quiere Ancelotti, es lo que más preocupa de todo. Mbappé sólo corrió 8 kilómetros ante el Barça cuando hay profesionales que llegan a los 12 o 13 en un partido. Y el Madrid, como equipo, corrió 10 menos que el conjunto de Flick, ocho menos que el Stuttgart, 12 menos que el Lille, seis menos que el Borussia Dortmund y cinco menos que el Milan. Salvo Bellingham y Valverde, que a veces realizan esfuerzo sin sentido o para justificarse, el resto está por debajo de sus mejores registros. El problema es que a ese defecto se ha unido el bajón anímico y matemático. Nada que no se pueda solucionar en los siete meses que restan de competición con seis títulos que disputar. Pero una cosa son las palabras ("vestuario sano" y "jugadores que no son vagos") y otra, los hechos. El Madrid, hoy, está en ruinas.