FC BARCELONA

Nadie saca del once a Iñigo: el mentor de Cubarsí que debutó cuando Pau tenía tres años

Flick confió en el vasco ante la plaga de lesiones en defensa y el central está siendo un pilar del Barça líder.

Iñigo Martínez junto a Pau Cubarsí en la victoria del Barça en Vallecas./EFE
Iñigo Martínez junto a Pau Cubarsí en la victoria del Barça en Vallecas. EFE
Joaquín Bacigalupo

Joaquín Bacigalupo

Siempre que un equipo despunta, como lo está haciendo el Barça de Flick que se marchó líder al primer parón, aparecen jugadores que lo sustentan. Desde lo futbolístico, por supuesto, pero también desde lo emocional. Sobre el césped hay pocas dudas de que Lamine, Olmo, Pedri, Raphinha y Lewandowski están siendo la base del equipo. Quizás esa sea la mejor noticia, quienes debían aparecer, aparecieron.

El Barça está volando gracias a un nivel físico insoportable para sus rivales, a una conexión tan perfecta como precoz entre Olmo y sus compañeros y a un pozo y un talante competitivo que tampoco se le imaginaba. El equipo de Flick está sabiendo competir incluso a la par que crece como equipo y eso es gracias al rol de ciertos veteranos de la plantilla. Uno, sin duda, es Iñigo Martínez.

Flick no es sospechoso en cuanto al vasco. De hecho, al regresar de la gira el entrenador germano pidió a Laporta y su junta que la inscripción del central fuera prioritaria. Lo quería tener sí o sí para viajar a Mestalla. Y lo consiguió. Sin grandes baches, Iñigo ha ido de menos a más hasta convertirse en el líder de una zaga que apenas ha encajado tres goles -uno de penal-.

El papel de Xavi y las lesiones en su primer año

El ex del Athletic aterrizó en Barcelona hace una temporada por petición de Xavi. El egarense tenía plena confianza en él y la dirección deportiva consiguió que llegara gratis tras haberlo tanteado en el pasado. Venía de una temporada con muchas lesiones -se perdió 22 partidos en la temporada 22/23 con el Athletic- pero se confió en él como un veterano de garantías.

Su primer curso en el Barça pasó sin pena ni gloria. El buen hacer de Christensen, la aparición de Cubarsí y nuevos problemas físicos le impideron dar la talla en un club que exige estar siempre alerta. Los contratiempos en forma de lesión le impidieron ser parte del equipo en 12 partidos y su nombre volvió a sonar cuando se acercaba el verano. El horizonte con Flick no parecía ser soleado, pero el vasco evidenció que ya había dejado atrás la lluvia bilbaína.

El mentor de Cubarsí

Iñigo se ganó la confianza del nuevo staff rápidamente. Comenzó la pretemporada siendo prácticamente el único central disponible debido a la lesión de Araujo, la convocatoria a los Juegos de Eric García y Cubarsí y la incorporación tardía de Koundé y Christensen tras la Euro. Sólo Lenglet, de los jugadores con ficha del primer equipo, le podía hacer sombra, aunque su salida era prioritaria para el club.

Formó dupla con Sergi Domínguez en el inicio de la gira, luego se emparejó con Christensen y alternó alguna suplencia en Estados Unidos, pero tras el inicio de LaLiga ya no salió del once. Disputó los cuatro partidos como titular y en todos completó los 90 minutos. Iñigo disipó las dudas en un equipo que está jugando con la línea defensiva muy adelantada y por ende está exponiendo a sus zagueros. Salvo algún fallo puntual, su rendimiento ha sido soberbio.

La dupla que está formando con Cubarsí expone la mezcla perfecta de veteranía y juventud que ha buscado Flick desde su llegada a Barcelona. Cuando Iñigo debutó en el fútbol profesional, jugando en Segunda B con el filial de la Real en el año 2010, Pau apenas tenía tres años. El buen juego de pies de ambos sumado a un desplazamiento en largo que envidian muchos centrocampistas de LaLiga ya se ha convertido en marca de la casa del fútbol de Flick.

El vasco aún está pendiente de ser inscrito de forma permanente, debido a que el club aprovechó la lesión de Araujo para registrarlo ante Tebas, pero ya nadie duda de él. En cuanto ha conseguido pasar más tiempo sobre el césped que en la enfermería, Iñigo ha recuperado el nivel que lo llevó a La Selección. Flick, otra vez, tenía razón.