TENIS

Cuando los problemas de ansiedad humanizaron a Rafa Nadal: "No controlaba la bola ni la respiración"

Dueño de una de las mentes más prodigiosas del deporte, el español atravesó una época oscura entre 2015 y 2016. También sufrió años antes con la separación de sus padres.

Rafael Nadal se lamenta durante un partido en Wimbledon 2015, durante la época en la que sufrió problemas de ansiedad. /AFP Photo/Glyn Kirk
Rafael Nadal se lamenta durante un partido en Wimbledon 2015, durante la época en la que sufrió problemas de ansiedad. AFP Photo/Glyn Kirk
Nacho Encabo

Nacho Encabo

El reloj marca las dos horas y 46 minutos de partido cuando Rafael Nadal corre a por una bola a la esquina de la pista y engancha un latigazo de los suyos con la derecha, marca registrada, que acaba siendo un winner. Punto, partido y campeonato para el español, que se tira de rodillas a la tierra batida de la central de Montecarlo. Suelta un grito al cielo y cierra los puños. Después, apoya la cabeza sobre la arcilla y unos minutos después alza la copa y la abraza con una mezcla de alegría y rabia.

Está feliz como pocas veces. Y también aliviado. Aunque aquel era su noveno título en el Principado, no era para nada una copa más: el triunfo sobre Gael Monfils que le confirmaba que los fantasmas de la ansiedad se habían ido. Que Nadal estaba de vuelta tras los momentos más oscuros de su carrera, un túnel mucho más largo de lo esperado. Al fin, veía la luz.

Aquel título en abril de 2016 fue el primer gran bocado de Nadal en mucho tiempo. Es cierto que en 2015 había ganado los torneos de Buenos Aires, Stuttgart y Hamburgo, pero aquello era caza menor para un jugador de la categoría del balear. La estantería importante, la de los Grand Slam y Masters 1000, estaba inmóvil desde hacía casi dos años, desde Roland Garros 2014. Y la gran culpa de esa larga sequía era de la ansiedad.

Rafael Nadal, durante la edición 2015 del Mutua Madrid Open.  EFE/Juan C arlos Hidalgo
Rafael Nadal, durante la edición 2015 del Mutua Madrid Open. EFE/Juan C arlos Hidalgo

Nadal pasará a la historia como una de las mentes más prodigiosas que ha habido en el deporte. La ambición, la capacidad de sobreponerse a incontables lesiones y la forma de pelear cada punto como si fuera el último explican en gran medida la trayectoria de un tenista que colgará próximamente la raqueta con 22 títulos de Grand Slam e incontables récords en el zurrón. Sin embargo, ni el mismísimo Nadal pudo escapar de un problema como la ansiedad.

"Por primera vez en mi carrera profesional no he sido dueño de mis emociones en la pista, no he tenido el control de mis nervios", explicaba el propio Nadal en noviembre de 2015, después de cerrar el primer curso desde 2004 sin un Grand Slam. "Se pierde seguridad, uno mismo se exige más y las cosas son complicadas. Han sido siete meses en los que ha costado mucho recuperar el nivel mental".

El inicio de los problemas de ansiedad

Todo comenzó en el inicio de 2015. Nadal había cerrado el año 2014 en el número tres del ranking mundial después de alzar los títulos de Roland Garros, Madrid, Río de Janeiro y Doha y arrancó el nuevo curso con una inesperada derrota ante el número 127 del mundo en Doha. En el Abierto de Australia, pese a alcanzar los cuartos, siguió notando que algo no iba bien.

"Mis sensaciones tenísticas eran malas. Cuando uno está entrenando mal o jugando mal, entiendo la ansiedad o los nervios, el descontrol de sensaciones personales. Son cosas que pasan. Ahora bien, cuando entreno bien, normalmente juego bien, pero si en competición esos problemas persisten, entonces algo no funciona", explicaba el balear en una entrevista con El Mundo en 2016 en la que habló largo y tendido sobre esos problemas.

"La sensación que tenían los rivales cuando jugaban contra Rafel en tierra era de que era imbatible. Los rivales se precipitaban y ahora somos nosotros los que tenemos dudas"

Toni Nadal En 2015 sobre la ansiedad

"En mi vida, entrenar bien y competir mal no me ha sucedido casi nunca, sobre todo no tener el control de mí mismo en la pista. Miami (marzo de 2015, perdió en tercera ronda) fue un ejemplo claro de lo que ocurría. Había entrenado bien, pero llegaron los partidos y ya en el primero, contra Almagro, sin hacerlo mal, me sentía agobiado a nivel de respiración", continuaba Nadal. Aquella gira de tierra ejemplifica a la perfección que las cosas no iban bien: semis de Montecarlo, octavos de Barcelona, final en Madrid, cuartos en Roma y cuartos en Roland Garros, donde llevaba solo había perdido uno de los 71 partidos que había disputado.

"La sensación que tenían los rivales cuando jugaban contra Rafel en tierra era de que era imbatible. Los rivales se precipitaban y ahora somos nosotros los que tenemos dudas", reflexionaba en aquel Conde de Godó de 2015 su tío Toni, que todavía era su entrenador. "Es algo mental. Debe quitarse la ansiedad. Faltaría más que hiciéramos una tragedia por jugar mal. Hay que seguir luchando".

Rafael Nadal, durante el US Open 2015.  AFP
Rafael Nadal, durante el US Open 2015. AFP

La recuperación y el fin del túnel

Es cierto que Nadal nunca ha hecho dramas por sus derrotas. Le duele perder, como a cualquier deportista, pero lo que más le duele es no poder competir. La gran espina que tiene en los Grand Slam, de hecho, es la final de Australia 2014, cuando se lesionó la espalda en el calentamiento y perdió sin poder rendir a su nivel. Los episodios de ansiedad en 2015 fueron algo parecido, incluso él mismo habló de una "lesión mental".

"Más allá del juego o de perder, que entra dentro de la lógica del deportista y con lo cual nunca he tenido problemas, se trata de un agobio interior, de no controlar los tiempos ni del punto ni de la pelota ni de la respiración. Al no controlar la respiración, dejas de controlar todo lo demás", abundaba en El Mundo en ese sentido. "Por mucha reflexión que me hiciera a mí mismo, 'llevas no sé cuántos años aquí, has hecho todo lo que has hecho, ahora toca una época peor y no tiene ningún sentido tener ansiedad a estas alturas de tu carrera, cuando ya está prácticamente todo hecho', aun sabiendo eso y teniéndolo muy claro en la cabeza, cuando llegaba el momento no conseguía tener el control".

El proceso fue largo y lento. Nadal se refugió en los suyos, rechazó acudir al psicólogo -solo visitó a uno cuando era un niño y le costaba dormir por las noches- y poco a poco empezó a dar pasos en la dirección correcta. Él notó una mejoría a partir de agosto de 2015: ya sentía menos ansiedad y en los meses finales del curso llegó a las finales de Pekín y Basilea e hizo semis en Shanghái y en la Copa de maestros.

Rafael Nadal, en el torneo de Basilea en 2015.  AFP Photo/Fabrice Coffrini
Rafael Nadal, en el torneo de Basilea en 2015. AFP Photo/Fabrice Coffrini

En el inicio de 2016, las sensaciones eran mucho mejores, pero los resultados todavía no reflejaban ese cambio. Hizo final en Doha, cayó en primera ronda de Australia, se fue de vacío de la gira latinoamericana de tierra batida y tampoco pudo celebrar en Indian Wells y Miami. Nadal, sin embargo, mantuvo la calma: sabía que estaba por la senda adecuada. "Uno como deportista sabe cuando está bien y cuando no lo está, y yo me encontraba bien, para hacer más de lo que hice. Luego perdí unos cuantos partidos que estuve muy cerca de ganar, y sacar adelante esos partidos o no marca la frontera entre hacer un gran torneo o no. Me tocó lo segundo, pero mis sensaciones seguían siendo buenas. Necesitaba ganar para confirmar esa impresión personal".

La confianza, siempre ha dicho Nadal, la dan las victorias. Puedes estar entrenándote a las mil maravillas, puedes sentirte física y mentalmente en plenitud, que si no ganas, la confianza no llega. Bajo esa premisa, el título de Montecarlo en 2016 le dio la tranquilidad y la confianza que tanto tiempo llevaba buscando.

La separación de sus padres

Aquel episodio de ansiedad no ha sido la única vez que la cabeza le ha jugado una mala pasada. Años antes, en 2009, Nadal atravesó también una pequeña crisis cuando sus padres, dos pilares fundamentales en su vida, se separaron. "Es verdad. Ese año se separaron, aunque solo por un tiempo. He sufrido mucho por ello; porque sin mi familia no hubiera hecho nada", dijo en una entrevista en 2021 en Il Corriere dello Sport.

Sebastià y Ana María, en un palco del Mutua Madrid Open en 2015.  Eduardo San Bernardo
Sebastià y Ana María, en un palco del Mutua Madrid Open en 2015. Eduardo San Bernardo

Sus padres, Sebastià y Ana María, se distanciaron en 2009 y se reconciliaron unos meses después. Aquella temporada, Nadal sufrió la primera derrota de su vida en Roland Garros y no ganó ningún título desde abril. Aunque por aquel entonces la tendinitis de la rodilla le traía de cabeza, también es un hecho que ese bajón coincidió con la separación de sus padres.

"Mis padres eran el pilar de mi vida y ese pilar se había desmoronado", contó Nadal en la biografía Rafa que publicó John Carlin en 2011. "La continuidad que tanto había valorado en mi vida se había roto por la mitad, y el orden emocional del que dependía había recibido un golpe terrible. Estaba deprimido, me faltaba entusiasmo".