Carlos Moyà confiesa que estará unos años sin entrenar: "Dejarlo con Rafa me exige un periodo de luto"
El hombre que ha dirigido la carrera de Nadal desde 2017 señala en El Partidazo de Cope que no tiene "energía" para emprender ahora un nuevo proyecto.
Todo empezó a finales de 2016, cuando Rafael Nadal acababa de cerrar su segunda temporada consecutiva sin levantar ningún título de Grand Slam, algo que no le había pasado nunca. Su último gran título databa de 2014 en Roland Garros, pero desde entonces no había vuelvo a pisar ni siquiera las semis de un grande. Ahí apareció la figura de Carlos Moyà.
Amigo y desde entonces también entrenador, Moyà aceptó el reto de entrar a formar parte del equipo técnico que todavía dirigía Toni Nadal y en el que también estaba Francis Roig. Con el paso del tiempo, tanto Toni como Francis dejaron el equipo y Moyà se quedó al mando, ayudado por Marc López y Gustavo Marcaccio. Y fue en aquel diciembre de 2016, poco después del sí de Moyà, cuando se produjo una conversación en el salón de la casa de Charly que puso la semilla del nuevo Nadal.
"Quería hablar con él. Le escuché y le dije que estaba seguro de que le quedaban Grand Slam y que podía volver a ser número uno del mundo", ha recordado Moyà en una entrevista emitida esta madrugada en El Partidazo de la Cadena Cope. Desde entonces, Nadal engordaría su palmarés con otros ocho títulos de Grand Slam y regresaría en varios periodos al número uno. "El mérito es del deportista. Cualquiera puede hablar, pero hay que hacerlo. El tenis es supersacrificado y sé lo difícil que era hacer lo que yo le dije, pero le vi una predisposición total. Además, hay un equipo detrás que hace que todo funcione".
Ocho años después de aquella conversación en el sofá de Moyà, el técnico de Nadal vive con emoción los últimos días de su pupilo como tenista profesional. El campeón de 22 Grand Slam colgará la raqueta esta semana en las Finales de la Copa Davis de Málaga y con su adiós se apagará también la llama de Moyà. No para siempre, pero sí durante una buena temporada. El que fuera campeón de Roland Garros en 1998 no se ve con fuerzas para asumir ahora un nuevo proyecto en el tenis y lo que quiere es descansar y pasar tiempo con su familia.
"Mis planes ahora son estar unos años en casa, tranquilo, con mi mujer y mis hijos. Viajar y estar con ellos. Han sido ocho años... que al final te sientes un poco cansado y vacío, no sería honesto empezar ahora con alguien, no tengo la energía", ha indicado Moyà en la Cope. "Me apetece estar en casa y dejarlo con Rafa exige un período de luto por mi parte... Hay una conexión emocional importante porque no he estado con un jugador más. He estado con un amigo, con el que he vivido cualquier historia que te puedas imaginar en todos los ámbitos".
Nacidos los dos en la isla de Mallorca, Moyà fue siempre como un padre deportivo para Nadal. Cuando este último empezaba a dar sus primeros pasos en el tenis, Moyà, que ya había sido número uno, había ganado Roland Garros, apadrinó a la joven promesa. La cuidó y la mimó. Y con el tiempo, se convirtió en un amigo más. Esa amistad fue precisamente lo que le generaba al propio Moyà alguna duda cuando aceptó el trabajo.
"Una de mis dudas sobre cómo iba a afectar nuestra relación porque él pasaba a estar a mis órdenes. Yo era su jefe. Pero al final estoy con uno de los grandes de la historia y le tengo que escuchar porque ha sido un genio y un adelantado, pero por otra parte yo tenía unas ideas y el hecho de haber jugado tanto contra él, yo sabía que podía explorar", añadía Moyà en su conversación con Juanma Castaño. "Hay desgaste, pero lo hemos llevado superbién, es superrespetuoso con todo el mundo y mucho más con su equipo. Creo que es la única persona que podía trabajar habiendo tenido esa amistad sin que se resienta".
Campeón de la Copa Davis en 2004, la primera de las cinco Ensaladeras de Nadal, Moyà no ha revelado si ha recibido ofertas de otros tenistas para el futuro. Pero lo lógico es que no le falten llamadas. Antes de embarcarse en la aventura de Nadal, Moyà estuvo en el banquillo de Milos Raonic, que alcanzó en aquel 2016 el número tres del ranking mundial.