Viaje a las dos horas en París que cambiaron la vida de Léon Marchand y redefinieron la natación: "No recordamos algo igual en una piscina"'
El francés se alzó con dos oros individuales en una misma tarde derrotando a los grandes favoritos... Y ahora viaja a Australia.
Julio, el mes por excelencia de Francia -cuando celebra su fiesta nacional del día 14, el Tour y, en este 2024, los Juegos Olímpicos-, no pudo tener mejor colofón que la noche memorable de Léon Marchand, el nadador de Toulouse de 22 años que redefinió los límites de la natación con sus carreras y sus oros en el Centro Acuático de La Dèfense, a las afueras de París, donde miles de franceses desfilaron esa tarde sin ser conscientes de que presenciarían algo nunca visto antes en una piscina olímpica. Porque eran los Juegos de Marchand, y antes de ese día 31 el francés ya había dejado a todos con la boca abierta con sus marcas y sus subactuáticos, con esa plasticidad en la piscina lenta que impidió, quizás, que sus bocados fueran aún mayores.
Desde su estreno en los Juegos de Tokio, en 2021, cuando finalizó en sexta posición en los 400 estilos con apenas 19 años, Marchand siguió las migas de un camino que le llevó al éxito. Hijo de Xavier, subcampeón mundial de 200 estilos en los Mundiales de Perth (Australia) de 1998, Léon descubrió la natación de niño y aprendió de su padre. Y poco a poco empezó a desarrollar una manera natural de moverse en el agua, como desgrana el que fuera uno de sus rivales en sus inicios, el finalista olímpico Joan Lluís Pons: "Recuerdo de verlo antes de la COVID en una prueba en Canet. Era un niño y ya hacía unos subacuáticos increíbles. Ese día me ganó por poco, por el último viraje".
Después de eso y de Tokio, Marchand decidió irse a Estados Unidos, a la Universidad de Arizona, a estudiar y entrenarse con el mejor en esto, o al menos el que más éxitos ha conseguido, puliendo a Michael Phelps, Allison Schmidt o Regan Smith. "Ha sido clave, allí están los mejores del mundo", dijo el nadador. Ese gurú es Bob Bowman, que recibía un diamante con muchas similitudes con el ganador de ocho oros olímpicos en Pekín 2008. "No es tan potente como Phelps. El francés posee una capacidad aeróbica máxima más elevada, y eso le permite nadar distancias grandes o que pueda ganar en una tarde un 200 mariposa y un 200 braza. Ese es el enfoque", ya auguraba José Antonio del Castillo, entrenador del CN Sabadell y exdirector técnico.
Y Marchand, año a año, fue convirtiéndose en el máximo favorito para ganar los 400 y los 200 estilos, incluso encontró el asesoramiento del propio Phelps, que le animaba y le escribía mensajes de apoyo cada vez que batía sus récords, como en los Mundiales de Fukuoka de 2023 cuando llegó a 4:02.50. Y que quedó maravillado también la tarde del 31 de julio. Con ese bagaje internacional, Marchand llegó a París, con un trabajo psicológico detrás para aguantar la presión y las expectativas porque ya desde antes estaba predestinado a ser la estrella de los Juegos.
«Todos los nadadores cambian, tienen sensaciones, se fían de ellos...»
En la primera jornada, el francés ya ganó los 400 estilos con un tiempo cercano a su récord mundial, 4:02.95, por lo que mostró que llegaba en un estado de forma ideal y que era capaz de resistir el ensordecedor ruido de La Dèfense. "Nunca habíamos visto algo igual en una piscina", recuerdan los nadadores y técnicos españoles desplazados a los Juegos, y eso que han estado en lugares emblemáticos como el Duna Arena de Budapest. Con esa adrenalina, el hijo de Xavier, que ha copiado el sistema de patrocinios de Mbappé, se lanzó la tarde del 31 de julio a conseguir algo imposible: ganar dos carreras de 200 metros de distintos estilos en un espacio de dos horas.
"Todos los deportistas cambian. No nacen así. Trabajan la técnica, se modulan. Es gente que tiene sensaciones, que se fía de ellos mismos. Aprenden a escucharse. El control motor se entrena", cuenta Andreu Roig, biomecánico del CAR de Sant Cugat. Y Marchand, al margen de su condición de base, tiene un sentido del aprendizaje elevado, como lo tenía Phelps, lo que, bien dirigido, le permite ser igual de competitivo en todos los estilos y cuidar esos detalles que te llevan al éxito. La primera de las finales fue la de los 200 mariposa en la que se batía en duelo con el campeón olímpico y plusmarquista Kristof Milak, el díscolo húngaro que llegó a París solo, plantando a su expedición, y vivió un ciclo lleno de polémicas y desafíos. Y lo pagó.
"No quiero entrar en el análisis de esto, pero en los casi sesenta años que llevo en el negocio, nunca había visto algo así", dijo el director técnico húngaro sobre Milak y su preparación. "Milak tira del talento. Es un tío que tiene mucho orgullo, lo ves en la piscina, y creo que esa es su energía. Le gusta ir a contracorriente, eso le da gasolina. Ganar un 200 mariposa en casa de Marchand le da un punto de motivación...", explicó Del Castillo. Pero más gasolina que Marchand no tenía nadie y, con un último 50 espectacular, fue atrapando la estela de su rival y tocó antes la pared ante la apoteosis de los espectadores. El rey destronado por el príncipe de Toulouse en esos 200 mariposa que, apenas unos meses antes, parecía que ya tenían el ganador adjudicado. El tiempo de Marchand fue de 1:51.21. Eran las 20:40.
Del oro en los 200 braza a un viaje a Australia para ser aún mejor
Con el oro bajo el cuello, el francés fue a suavizar, subió al podio, descansó y se centró de nuevo en el siguiente reto, los 200 braza, a las 22:34. Hay una máxima en la natación que separa a los nadadores de los bracistas. Este último es el estilo más difícil, que requiere de una coordinación distinta, donde es más importante la técnica -por eso la escuela japonesa ha tenido tantos éxitos- que la potencia. Fuera de combate el chino Qin, dominador en los últimos Mundiales, Marchand no tuvo rival y ganó la prueba con 2:05.89, récord olímpico y de Europa. Segundo oro. Nunca antes un deportista había ganado dos en disciplinas tan dispares en una misma noche, lo que refleja además la capacidad del francés de dominar todos los estilos.
El nadador, todavía con el fervor del éxito y con una plata en relevos, dijo en una entrevista en Eurosport que "es mucha presión sobre mis pequeños hombros. He oído a todos los atletas franceses elogiar al público. Incluso a los atletas extranjeros, como los nadadores estadounidenses que vivieron finales con 20.000 personas. Decían que en Francia era algo diferente. Así que es enorme". Esa tarde coronó a Marchand, cuyo nombre fue vitoreado en todos los estadios de los Juegos -incluso llevó a la confusión a Lebron James-, los políticos se enorgullecían de su deporte a través del rubio de ojos azules que había hecho historia en la piscina, quien aventuraba que esto era solo el comienzo. Y en esa mejora continúa el francés, que ahora se marchará a Australia entre bromas -"voy a surfear"-, pero con otra ambición.
Y es que Marchand, como declaró a L'Èquipe, se va a entrenar entre "dos y tres meses" a Australia a ponerse en manos de Dan Boxall, el técnico que entrena a Ariarne Titmus y a los mejores libristas del país. "Quiero ver otra cultura, entrenar con un nuevo preparador. Después, volveré a lo largo del año a Austin con Bob Bowman", dijo el nadador. No se le escapa a nadie la ambición de Marchand de aprender otros detalles con los mejores nadadores del mundo del estilo libre, ver otra forma de entrenar para mejorar en esos 200 libre que podría sumarlos a su programa de cara a Los Ángeles 2028, y de paso le ayudaría a ser más competitivo en los 200 y 400 estilos. No da puntada sin hilo Marchand, que sigue reteniendo en su memoria la tarde del 31 de julio, cuando hizo algo que nadie antes había hecho y cambió los límites acuáticos.