Hora y media de silencio y lágrimas alrededor de Carolina Marín: "Los del antidoping han venido directamente"
La jugadora onubense, totalmente rota, estuvo 90 minutos en la sala de control antes de poder volver a la Villa para ser examinada.
Eran las 10:22 de la mañana en París. La Arena Porte de la Chapelle asistía a una exhibición como las de antaño. Carolina Marín era un cohete que volaba sin freno hacia su segunda final olímpica. El marcador reflejaba un 21-14, 10-6, pero el juego dibujaba una superioridad incontestable. Carolina se elevó para rematar un punto y justo en la caída, en esa ya fatídica hora, su rodilla derecha se torcía al caer. La onubense sabía que su sueño se convertía en pesadilla.
"Me ha mirado y me ha dicho que me he roto. Ha sido cuando ha caído al suelo. Es una sensación que ella ya conoce. O sea que si Carolina ha dicho eso, es que es cierto", apuntaba su entrenador más de una hora después sobre un salto en el que se rompió también la esperanza del deporte español.
Carolina lo intentó. Se puso una rodillera que cubría la pierna y trató de seguir. Dos puntos más. Eso fue lo que duró hasta que cayó de nuevo al suelo, desconsolada y abatida por la situación. Ni siquiera el escudo que quiso ser Fernando Rivas fue suficiente para ahogar un llanto que silenció el pabellón.
Gritos de mucha angustia y dolor de Carolina Marín. Nos tememos lo peor...#Paris2024 pic.twitter.com/ADQPUZ54gO
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) August 4, 2024
A las 10:28 Marín abandonaba la pista acompañada de su equipo. Pasaba por zona mixta con los ojos anegados por las lágrimas y, como era lógico, no paró para atender a los medios. No era el momento.
Esa labor, ingrata en estas circunstancias, le tocó a Fernando Rivas, que hizo de tripas corazón para hablar sobre su amiga: "Carolina está hundida, está hundida. Creo que ha sido todo súper injusto, muy cruel, más que injusto. No tenemos palabras para describir cómo ha sido, porque al nivel en el que había venido, como ha ido de menos a más a lo largo de la competición y con la determinación que estaba afrontando la semifinal, pues la verdad es que es muy duro".
Mientras Rivas hablaba con la prensa Carolina tenía, para terminar de rizar el rizo, que pasar por el control antidoping.En la puerta de la sala se apostó su madre Toñi, que no quería irse de allí hasta ver a su hija, lo que obligó a la organización a llevar dos sillas, una para ella y otra para Sandra, una amiga de la infancia de Carolina, que escoltaban la puerta como guardas de seguridad.
Pasaban los minutos y Carolina no salía de la sala. Quien sí lo hizo fue Arturo Ruiz, director deportivo de la Federación Española de Bádminton. "Los de antidoping han venido directamente. Está encerrada en una habitación y ahora mismo está en shock, no quiere ver a nadie. Estaba con los entrenadores y está ahí sola. Le han conseguido una silla de ruedas y está ahí en la sala para pasar el control. De ahí de vuelta al pabellón y hemos conseguido un transporte para la Villa y ahí están los médicos".
Más de 90 minutos después Carolina salía de la sala de control antidoping. Su madre la acompañaba mientras la onubense volvía a la pista. Junto a ellas dos, Arturo Ruiz y David Cabello. Eran momentos de soledad, de silencio, para terminar de recogerlo todo antes de coger un transporte a la Villa, donde ya la esperaban los médicos. Eran las 12:10 de la mañana en París. La hora en la que el mundo siguió girando, pero terminó de pararse para Carolina.