Ancelotti paga cara su obsesión, se lleva otro rapapolvo y vuelve al limbo
La goleada del Barça llena de nuevo de interrogantes el futuro del italiano. Esta temporada ha salvado dos 'match-balls'.

Si uno repasa mínimamente la hemeroteca, aunque parezca mentira por el número de éxitos, Carlo Ancelotti se ha llevado casi tantos títulos como cornadas desde que volvió al Real Madrid. Esta temporada ya salvó dos match-balls (Osasuna y Girona) y pocos en el club se olvidan de que uno de sus grandes rapapolvos lo recibió después de la penúltima Supercopa perdida. El Barça arrasó a los blancos en 2023 (1-3) y el entrenador italiano, y por extensión su preparador físico, Antonio Pintus, se llevaron una buena reprimenda de Florentino Pérez en el viaje de vuelta desde Riad que tensó a todos en el avión y dejó un aire enrarecido en Valdebebas para los siguientes días. La directiva comenzó a recordar los fantasmas de 2015, donde el equipo se cayó a partir de enero. Por eso, el presidente pidió una reacción inmediata de forma contundente. Entonces el Madrid se levantó. Hoy, y con el 2-5 en carne viva, no se espera otra cosa… aunque el técnico haya perdido tanto o más crédito que aquella vez.
El repaso en Yeda se lo pegó Flick, que le tiene tomada la medida, y a Carletto no le quedó otra que hacer autocrítica: "No se puede perder así". La goleada en el King Abdullah le perjudica tanto como que su equipo no haya dado la talla en ningún partido grande esta temporada: 0-4 en el primer Clásico, el 2-5, meneo del Milan (1-3), derrotas en Liverpool (2-0) y Bilbao (2-1) y empate contra el Atleti (1-1). El Madrid marcha segundo en Liga y 20º en la Champions. Hay razones para creer (la Supercopa de Europa y la Intercontinental) y otras que invitan a la duda: ni se ha dado con la tecla para conseguir un sistema equilibrado, ni en el club gustan varias de las decisiones del preparador. Cabe recordó que en noviembre se barajó su despido (y se avisó a Solari para que estuviese prevenido) y el resbalón en Arabia vuelve a colocar a Ancelotti en el limbo.
En los despachos de Valdebebas, como no puede ser de otra manera, se respira un profundo respeto por la figura del de Reggiolo. Es el entrenador más laureado de la historia del club más laureado de la historia, viene de conseguir un Doblete épico y ha solventado decenas de zancadillas (falta de fichajes, cataratas de lesiones…) para colocar de nuevo al Madrid en la cima de España y Europa. Pero el fútbol, y menos los que dirigen, no tiene memoria ni practica la misericordia. Todos se esperaban un mejor fútbol y resultados con la guinda de Mbappé y ahora abunda la "decepción" de la que habló el propio técnico. Con el Celta a la vuelta de la esquina, la previsión a esta hora pasa por que Ancelotti seguirá, pero con exámenes continuos (primero los de Giráldez y luego Las Palmas) y necesidad de una respuesta urgente.
Los errores
Entre los fallos que se le pueden achacar resalta uno que parece saltar a la vista y continúan sin comprender en el vestuario y en las altas instancias: su obsesión por Tchouameni. Al francés, que ha perdido el crédito de los directivos que un día le defendieron y ya no convence a sus compañeros, sólo le salva la fe del entrenador. Hasta hoy siempre le ha visto como el jugador con mejores cualidades para tapar la emergencia en el eje de la zaga y ha creído en él mucho más que, por ejemplo, en Camavinga. Volvió de su lesión en el tobillo directamente al once en Bilbao (71') y luego completó los 90' en los seis encuentros siguientes antes de descansar contra la Minera. Su estatus de titularísimo no se corresponde con lo que piensan en los pasillos. Del Clásico sale muy tocado.
Voces autorizadas en la entidad, por ejemplo, no entienden que haya irrumpido de la cantera un mirlo como Asencio, que sobresalió desde su debut, y no haya encontrado continuidad por mantener la apuesta por Tchouameni. El canario tiene hasta mejores números (el Madrid encaja la mitad de goles con él que con Aurélien) y responde cada vez que salta al campo. Que no se le haya probado como lateral derecho, cuando Lucas Vázquez demuestra que su estatura es un hándicap y cada vez son más los rivales que le buscan, también rechina, como que siga sin encontrar la fórmula en el centro del campo ni aprovechar a Camavinga.
Contra el Barça, el equipo se partió por ahí: sólo Eduardo y Valverde actuaron como sostén de un equipo con cuatro delanteros y partido en cada repliegue. El francés, además, acabó señalado por su absurdo penalti sobre Gavi y Ancelotti le sustituyó al descanso. Ceballos tampoco mejoró demasiado al bloque. En cualquier caso, las probaturas constantes en la medular (cambios de sistema, movimientos extraños con Modric…) no han servido para acertar y otorgan otro margen de mejora.
"Alguna vez tenemos que perder una final, ¿no?"
— Fútbol en Movistar Plus+ (@MovistarFutbol) January 12, 2025
Florentino Pérez, a Luka Modric. #DeportePlus #SuperSupercopa pic.twitter.com/1x2sARPt5b
Por mucho que Florentino rebajase la preocupación con su mensaje a Luka mientras el Barça recogía el trofeo ("no vamos a ganar todas las finales"), en el Madrid imperan el nerviosismo y la incomprensión. La sensación entre los futbolistas es de que el ciclo de Carletto puede acabarse en cualquier momento, sabedores de la sombra de Solari y de que el presidente ya había dudado, y la semana se prevé tensa. El equipo descansa hoy y volverá a los entrenamientos el martes a las 15:00 en la Ciudad Deportiva. Habrá dos sesiones para preparar la visita del Celta y tratar de levantar el ánimo.
Además de Solari, director de fútbol que regresó al club para este tipo de urgencias y está por delante de Raúl, sobre Ancelotti planea la sombra de Xabi Alonso, que sabe que entrenará al Real Madrid más temprano que tarde y espera movimientos. La idea si el Madrid no gana ni Liga ni Champions es que el tolosarra reemplace al italiano en verano. Nunca llegará antes. Ancelotti, de todas formas, tiene contrato hasta 2026 y mantiene la intención de cumplirlo. Para eso necesita un tres en uno: ganar ya, convencer en el juego y arreglar las deficiencias grupales e individuales que indignan arriba. Está en su mano… y en la de una plantilla que sigue creyendo en él pese al mazazo.