Así ganó Rubiales unas elecciones siempre abiertas a sorpresas: sólo 21 avales para despistar, traición de 'barones' y hachazo arbitral
La Guerra Civil en la Federación no es nueva. En 2018, en las últimos comicios con más de un candidato, el exsindicalista venció a Larrea sin ser favorito ni provenir de las Territoriales.
Estamos ante las horas más calientes del proceso electoral en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) 15 meses después de que se abriera. Mañana lunes, a eso del mediodía, se conocerá al nuevo Papa que gobierne en Las Rozas, como sucesor de Pedro Rocha, hasta 2028 si las torpezas y la justicia lo permiten y, sobre todo, si la UCO o sus derivados no vuelven a entrar por la Ciudad del Fútbol como acostumbran últimamente. Estamos, por tanto, ante momentos tan emocionantes como decisivos.
Son los días de las tensiones, de cruce de llamadas para solicitar de urgencia el voto de los indecisos, de los últimos viajes de los candidatos por España en busca de aliados y de los recuentos —entre la realidad y los trampas al solitario— para ver si salen realmente las cuentas como cada uno está obligado a difundir con la misión de contagiar la euforia. Hay 141 asambleístas, elegidos democráticamente el pasado 25 de noviembre, que deberán escoger entre tres opciones (Rafael Louzán, Salvador Gomar y Sergio Merchán), la mayoría absoluta que permite vencer en la primera votación se sitúa a partir de 71 y esos cálculos vuelven a confirmar que AFE, con 22 de los 32 votos de jugadores bajo su paraguas, decidirán el ganador.
En estos instantes previos a la votación que tendrá lugar en el salón Luis Aragonés a partir de las 12:00 horas suelen producirse aventuras para escribir un libro. Las peripecias más repetidas, con sus mitos y leyendas, fueron las de 2004, cuando Ángel María Villar logró tumbar a Gerardo González Otero, que había sido su secretario general. Fue gracias a una jugada maestra con nocturnidad y alevosía que contó con la ayuda de Joan Gaspart (Barcelona) y que empujó a los árbitros a no salirse del redil. Después, sólo en las de 2018, con Luis Rubiales y Juan Luis Larrea peleando codo con codo por acabar con un reinado de 29 años, se repitieron las escenas. El expresidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) trabajó en silencio sus apoyos desde al menos un año antes, mientras que el barón de la federación de Guipúzcoa, que había sido tesorero de la casa durante décadas, se relajó y relamió con su favoritismo sin ver que sus propios compañeros se la estaban clavando por la espalda.
La cronología de aquel sorpasso fue trepidante. Más allá de que varios testigos directos prefieren mantenerse en el anonimato al recordarlo en un momento tan delicado, hay periodistas —como algunos de los que hoy andan en Relevo— que lo vivieron en primera persona. Aquella victoria del exfutbolista (80-56) del 17 de mayo de 2018 fue la confirmación de una estrategia que promocionó en su momento, sin pretender ese desenlace, Villar. A fin de cuentas le nombró a su manera su delfín y lo metió en la Junta como vicepresidente para que fuera cogiendo vuelo. También fue relevante porque algunos como Javier Tebas (al lado de Larrea) no le daban crédito. Y, sobre todo, debido a que acabó por sacar a la Federación del pasado para dispararla —con aciertos y fallos, ahí están la hemeroteca— hacia el futuro con un crecimiento a todos los niveles; títulos, presupuesto, personal, patrocinadores y escándalos incluidos.
De testar a machacar
Rubiales dimitió de AFE el 20 de noviembre de 2017 para presentar su candidatura a la RFEF, y esperó hasta el 12 de diciembre para anunciar sus intenciones y presentar su candidatura a la semana siguiente bajo el lema Transparencia y con Michael Robinson como maestro de ceremonias hacia presagiar un tiempo nuevo. Sin embargo, ya venía moviendo sus hilos desde mucho tiempo antes. De hecho, fue uno de los más beligerantes con Villar cuando el 18 de julio anterior le metieron 10 días en la cárcel de manera preventiva por el Caso Soule y, además, no sólo comenzó a promover una moción de censura contra él sino que, para colmó, votó en la Comisión Directiva del Consejo Superior de Deportes (CSD) por su suspensión de un año ampliable a otro. El objetivo es que quedara inhabilitado y se abriera un nuevo proceso electoral. "Vendió a Ángel", es la sinopsis que más se repite entre los veteranos de la casa.
El motrileño (aunque nacido en Las Palmas de Gran Canarias) venía ganándose a los asambleístas con picardía y un plan trazado al detalle. Hoy te doy esto, mañana te prometo lo otro, qué te parecería un sueldo así o este cargo.... Dicen sus allegados que había tomado como ejemplo a Pedro Sánchez, ya que un buen día, tras salir el actual presidente del Gobierno del PSOE por la puerta de atrás, decidió coger su coche, la carretera y la manta para comenzar la reconquista. Rubiales, a su modo y a lomos del Volvo de su tío Juan, que luego fue jefe del gabinete de presidencia hasta que lo despidió, fue persuadiendo a los pilares del fútbol español para que le respaldasen en su sueño de asaltar los cielos. Rubi, como le gusta que le llamen, decía que no dormía y que a veces se conformaba con un bocata de mortadela. Aun así, hay quien dice, sin restarle épica ni sacrificio, que era para embellecer su causa y gesta.
El resultado de aquel tour acabó de motivarle, así que fue a partir del 22 de diciembre de 2017, cuando el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD) sentenció a Villar, el momento en el que se echó al monte con todas las consecuencias para que esas sintonías se convirtieran en compromisos firmes y firmados. Lo hizo sin muchos testigos a su alrededor, con maestría y sin dejar muchas huellas alrededor, y respaldado por Chema Timón como fiel escudero y asesor. Se lo llevó del departamento de Comunicación de AFE hasta elevarlo en la RFEF, donde permanece aún esperando acontecimientos —sin las funciones de alta dirección que tuvo durante un lustro—, dentro del equipo de trabajo del Mundial 2030 que lidera Fernando Sanz.
Rubiales, después de una precampaña agotadora, donde centró el tiro en ganarse a los barones, elaboró un programa rupturista e innovador. Y esa fue la base sobre la que fue regalando planes exclusivos a los medios, visitando las redacciones y a sus jefes, conquistando a los líderes de opinión y ofreciendo su cara más amable. Hasta que alguno se negaba a hacerle el juego a su forma y semejanza y afilaba el colmillo o amenazaba. Se jugaba su futuro y entendía que todo el mundo, daba igual el gremio y la condición, tenía que estar con él en esta cruzada. Por eso, por su desconfianza y como táctica, sacó un as de la manga. Tras algunas interrupciones en el proceso electoral y el retraso de la fecha de la votación (no hubo elecciones a la Asamblea y votaban los mismos 139 que estaban con Villar), presentó los avales mínimos para no dar pistas de quién estaba con él y quién no. Pese a que entonces la ley (modificada en enero de 2024) permitía a los asambleístas avalar a más de un candidato.
Off the record, porque a todo el mundo le gusta presumir de sus logros clandestinos, Rubiales deslizaba que tenía 87 apoyos. Sin embargo que, por consejo de sus abogados, entendía que lo mejor era presentar veintitantos, poco más del 15% necesario de la Asamblea (21 avales), para no mostrar sus cartas. Superó por poco la cifra mínima exigida por si alguien impugnaba o había algún defecto de forma como ha sucedido ahora con Louzán o Gomar. Aquel gesto fue tomado con división de opiniones. Larrea, sin ir más lejos, se lo tomó a broma tras haber recopilado él 70 avales: "Si Rubiales tuviera 87 los hubiera presentado tocando las campanas". Otros, por contra, le veían con la vena del cuello y el pecho hinchados así que empezaron a pensar que iba muy en serio.
Bien amarrados
Los que no tenían ni una sola duda a esas alturas fueron muchos de los presidentes de las Territoriales y los colegiados. Para entonces, y mientras Larrea descansaba en su San Sebastián natal, Rubiales ya tenía convencidos a muchos más presidentes de los que se pronunciaban o lo iban reconociendo. Pasó de tener a una mayoría enfrente a contar con 12 de las 19 federaciones autonómicas. No le apoyaron País Vasco, Castilla-La Mancha, Andalucía, Castilla y León, Galicia, Madrid y Aragón. De ellas, por ahora, las tres primeras están con Gomar y las cuatro restantes con Louzán. Lo que sí logró Rubiales es voltear la opinión de una mayoría a base de destreza. Prometió cambiar el modus operandi por completo con el fútbol modesto.
Valga un solo ejemplo: los salarios. Antes, únicamente algún que otro presidente tenía un sueldo, como Vicente Muñoz, de la Valenciana (unos 70.000 euros), y el resto cobraba dietas y gastos de viajes. Una jugosa compensación que podía dispararse hasta los 4.000 euros mensuales y que empujaba a los directivos a apalancarse en Madrid con viajes improductivos. Rubiales acabó con esa deriva y dotó a cada federación regional con 100.000 euros para su profesionalización. Unos utilizaron ese dinero para asignarse una nómina o para alguno de los cargos relevantes. Y otros, para hacer reformas. Lo que es evidente es que con el cambio todos se entendieron mejor. Paco Díez (Madrid) llegó a resumirlo así hace tiempo: "Al principio no le apoyé. Estaba muy intoxicado de algunas cosas. Conocerle personalmente me ayudó y convenció de la relación que ha tenido con el fútbol modesto. Lo del tema de los 100.000 euros lo veo muy bien para profesionalizar. Yo lo hago y no cobro mi pensión. Estoy 24 horas en exclusividad, hemos contratado a un profesional jurídico, a un director de Recursos Humanos…". Óscar Fle iba (Aragón), hace años, iba más allá: "Lo que ha hecho es dar un giro copernicano. Ha puesto una institución del siglo XIX en el siglo XXI".
Con los árbitros bastó una promesa, cargarse al entonces presidente del Comité Técnico de Árbitros, Vitoriano Sánchez Arminio, para poner en su puesto a Velasco Carballo. Esa limpieza del Antiguo Régimen la disfrazó como un homenaje al ya desaparecido colegiado. Una forma de actuar, con dobles intenciones, que repitió con otros históricos como Eduardo Herrera (barón de Andalucía) para poner ahí a Pablo Lozano, clave en su proclamación, o a trabajadores que habían triunfado en la casa como Ginés Meléndez (director de la cantera y de la escuela de entrenadores). Tenía que hacer hueco y premiar a los que le auparon con puestos de máxima relevancia.
Con los colegiados tuvo una especial atención al conocer, por su experiencia y con detalle, que suelen votar en bloque para mostrar unidad y, sobre todo, para asegurarse el cariño del caballo ganador al que siempre apuestan. Más allá de la modernización del estamento, de una mayor dotación económica y de la promesa de mejorar sus condiciones laborales para que pudieran regularizar su situación laboral, cotizar debidamente, cobrar como profesionales de élite y garantizarse el futuro, Rubiales se preocupó por defenderles a ultranza y elevar su nivel internacional. El propio Larrea, en una entrevista con Relevo el pasado 21 de marzo, reconoció que esta atención desmedida con los 'trencillas' pudo ser clave como había sucedido en 2004:
"En aquellas elecciones contra Rubiales se vio claramente que a él le iba la vida en eso y que estaba muy muy interesado en ser presidente. Lo mío era diferente. Yo estaba de paso, me presenté para intentar acabar el mandato que había quedado a medias (2016-2020) y poco más. Luego ya se vería... Para mí jamás fue un puesto pretendido. Rubiales tocó todos los palos, entre ellos a los 11 árbitros que iban a votar una cosa y luego votaron otra (...) Me dio una pena tremenda entonces por Victoriano Sánchez Arminio. Estaba engañado por todos. Con la entrada de Rubiales cambiaron muchas cosas. Y al final hay que tener una cosa clara: el dinero es sólo es papel; a mí no me interesa absolutamente nada".
Con AFE, que siempre es determinante como sucederá este lunes, el expresidente no tuvo ni que pelear. Tenía todo atado y bien atado. Cuando dejó el sindicato él mismo se preocupó por designar a su sucesor, David Aganzo, al que la asamblea sindical le dio el visto bueno después con una mayoría aplastante. Los futbolistas estuvieron con Rubi hasta que, al poco tiempo, quiso seguir mandando en su antigua casa además de en la nueva y las relaciones se torcieron de mala manera. Pero ésa es otra historia. La tarde del 17 de mayo de 2018, tras una visita matinal a Valencia para resolver un caso de honor en los juzgados, Rubiales apareció por Las Rozas con gesto y traje de triunfador. Ya sabía cosas que los demás desconocían. Se votó en un salón repleto con 137 de 139 asambleístas presentes y donde sólo faltaron Iago Aspas y Pedro León y hasta se pronunció el omnipresente Juan Padrón. Y ganó. Lo celebró delante de sus padres y tres hijas. Se dirigió al auditorio emocionado e incluso en inglés, para demostrar ante FIFA y UEFA que esto ya era otra cosa. Arrancó hasta la felicitación de Tebas con la boca pequeña. Y, antes de marcharse a un hotel en Atocha para celebrarlo con sus fieles, dijo aquello de "el cambio es imparable".
Una promesa en la que sigue centrada la Federación seis años y medio después con un único cambio de guion que no se había anunciado: el propio Rubiales, Rocha, 'Yaye' y ahora Louzán, Merchán o Gomar habrán liderado ese proyecto transformador durante este periodo ante los ojos atónitos del mundo entero. Y lo peor: nadie puede descartar que la lista vaya a ampliarse de nuevo a corto plazo y antes de tiempo.