Isaac y Quique asaltan el Coliseum y el Sevilla de la UCI vuelve a estar a cuatro partidos de un título

Increíble, pero cierto. El Sevilla está a cuatro partidos de ganar un título. Los más nostálgicos rememorarán de inmediato al caso Mendilibar. Llegó con el equipo en apuros y acabó con la Europa League en la vitrina. Quique tiene ante sí la oportunidad de repetir tiempos de gloria, ya en cuartos de Copa del Rey. Y de paso, se vengó, gracias a un doblete del canterano Isaac Romero, de un Coliseum que lo recibió con más abucheos que aplausos y que ahora tiene de profeta a Bordalás. La 'Borbona' deberá esperar otra temporada, pese a la campaña que impulsó el vestuario y el idilio del técnico con la competición. Los errores, en un torneo así, se pagan caros.

El partido tenía trampa para un Getafe obsesionado con hacer grandes cosas. El Sevilla se encuentra exactamente en la situación que hace un año le llevó a coronarse como campeón de la Europa League recordando a los años de gloria pese a codearse con el descenso. Los de Nervión salieron concienciados de que la mejor forma de salvarse es ganando la Copa del Rey. Una cosa no tiene por qué llevar a la otra, pero la moral inyectada en las piernas convierte a veteranos en rookies sin olvidar su conocimiento avanzado en otras materias.

Y el veterano por excelencia de este Sevilla no es otro que Sergio Ramos, que cabecea mejor con los años y ruge igual que cuando tenía a medio planeta observándole por televisión. El de Camas aprovechó una indecisión de David Soria, poco sospechoso en errar en uno de los equipos menos sospechosos de errar. El cabezazo del zaguero visitante acabó en la red, mostrando una vez más que el camino más cercano al alivio liguero es el triunfo hasta en el partidillo del entrenamiento. Cinco goles ya esta temporada, la segunda más activa de cara a portería en toda su carrera, que se dice pronto.

Pero lo que Ramos te da también te lo puede quitar. Un envío en largo, casi de la nada, acabó en un grotesco error del central, que cedió hacia atrás para convertirse en asistente de Jaime Mata. Alberto Flores, portero al que Palop regaló su equipación en el último partido de su carrera deportiva, no pudo hacer más que salir y tratar de achicar el espacio al '7', que marcó un golazo de vaselina. El canterano, por cierto, se estrenó por lesión de Dmitrovic en el calentamiento.

Las tablas calentaron el ambiente de un partido que tenía todo para resultar tenso. Un presunto manotazo de Soumaré sobre Latasa, que diseñó con esmero el '14', generó un triste "písalo, písalo" en la hinchada desplazada desde Sevilla y un enfado generalizado del Coliseum. Quién sabe si pudo ser el detonante de un despegue local hacia arriba, con los de Quique casi agradeciendo que encontraran un gol al principio porque la gasolina no les da para mucho más.

Quique se arrepintió de meter en el once a Juanlu, errático, y le suplió por otra garantía como Navas. Otro chico de la casa, sin embargo, le daría su gran alegría. Isaac Romero, el 'killer' del filial y ya miembro de pleno derecho en la primera plantilla, se estrenó de cabeza nada más arrancar la primera parte. Como si el Sevilla viviese de chutes de adrenalina y éxito con las piernas frescas.

La tendencia, claro, se revertiría. La superioridad en el marcador llevó al Sevilla a replegarse y al Getafe a meter otra marcha. Peligros de que un gol te saque del abismo... Soumaré se llevó el balón en la frontal del área e inició un contragolpe fugaz que condujo Ocampos, aceleró Sow y volvió a convertir Isaac Romero, autor de un doblete exprés y soñado, cosa que, por cierto, aún no ha logrado Rafa Mir de sevillista. Quién se lo diría hace un mes.

Y entonces apareció un nuevo Sevilla, creado en base a las circunstancias y casi un desconocido en la presente campaña. El del oficio, el que supo aguantar, sin sufrir y que remaba con un marcador a favor de los que poca vez se pudo acostumbrar. Así cerró un triunfo que no es cualquiera. Como si a un partido no hubiera runrún, ni descensos, ni fracasos. Aquí están otra vez, un año más. Hundidos en la tabla y a cuatro partidos de un título. Las cosas de un campeón.