ATLETISMO

Una adicción a competir explica el batacazo de Jakob Ingebrigtsen en media maratón: "¿Y ahora qué hago?"

Relevo es testigo de los días más frenéticos de la estrella noruega, que reconoce "estar un poco triste" sin la adrenalina del dorsal.

Jakob Ingebrigtsen (23), vencedor de la final de 1.500 m de la Diamond League. /YVES HERMAN / REUTERS
Jakob Ingebrigtsen (23), vencedor de la final de 1.500 m de la Diamond League. YVES HERMAN / REUTERS
Andrés G. Armero

Andrés G. Armero

Pase lo que pase, consiga lo que consiga, no ha habido jamás en la historia un atleta como Jakob Ingebrigtsen. Su debut en el medio maratón de Copenhague este domingo lo demuestra. Era una gesta imposible, en el fondo lo sabía, pero aun así lo intentó. Sólo 36 horas después de vencer en la Diamond League en 1.500 m se plantó en Dinamarca en una operación propia de un kamizaze.

Ingebrigtsen pasó el 10K en 27:27 para asaltar el récord de Europa del suizo Julien Wanders (59:13) y lo pagó caro. Cualquier otro lo habría dejado ahí, Ingebrigtsen decidió llegar a línea de meta (1:03.13) en una lección tan valiosa como sus récords. La explicación de su batacazo en la distancia está en una adicción a competir de la que él es consciente y de la que Relevo ha sido testigo durante el Memorial Van Damme.

Es viernes y acaba de ganar el diamante en 1.500 m, todavía en las entrañas del Estadio Rey Balduino de Bruselas. Basta un simple "¿qué tal estás?" para que Ingebrigtsen se abra más que con la pregunta más sofisticada del mundo. "Es bonito acabar la temporada de pista con una victoria como esta, pero estoy un poco triste porque amo la competición y competir, así que no creo que descanse mucho. ¿Y ahora qué voy a hacer?", se sinceraba en la legendaria pista de Heysel.

¿Pero al menos te tomarás una cerveza?

"En seis días cumplo 24 años (refiriéndose al 19 de septiembre) y haré una pequeña celebración, pero aún así, soy una persona que se estresa mucho y tengo que estar siempre ocupado. Pero bueno, me centraré en otras cosas cuando llegue a casa y pasaré tiempo con la familia (ha sido padre este verano)".

Mientras, sus rivales estadounidenses, los medallistas olímpicos Cole Hocker (oro) y Yared Nuguse (bronce) brindan con una cerveza tras la final de la Diamond; Jakob Ingebrigtsen, el gran triunfador de la jornada, cena un plato raquítico de pasta con verduras y bebe agua. Ni pan ni postre, el atleta permanece impermeable a las tentaciones. Todavía no lo confirma al 100%, cumpliendo su palabra con la organización del medio maratón, pero le quedan 33 horas para debutar en la distancia.

La noche del viernes sabe que no va a dormir mucho. La adrenalina de la prueba y los cafés previos le hacen ser pesimista al respecto. Con unas gafas de cristales coloreados a juego con su chándal, Jakob se muestra muy afable. Nuguse acude a saludarle en la sobremesa. Ingebrigtsen tiene mucho respeto por los dos americanos del podio de París, como le hizo saber a Cole Hocker. ¿Por qué? Por continuar en la Liga de Diamante y no desaparecer tras ser campeón olímpico. El noruego no puede vivir sin competir y no soporta que los rivales de enjundia se borren de las citas.

Él no lo hace jamás, como demostró en Zúrich, aquejado de un virus, o en Bruselas, tras una huelga en el aeropuerto que motivó un retraso de dos horas, otro mazazo para su apretado calendario. También cumplió su palabra en la media de Copenhague, pese a llevar meses preparando el 1.500, para hacer un salto a la distancia para el que no estaba listo. Su agenda de estas semanas era más propia de un primer ministro que de un fondista. Él lo intuía, pero quería comprobarlo de primera mano. "No puedo predecir lo que voy a hacer el día de la competición, eso es parte del encanto", reconocía un atleta capaz de rendir al máximo nivel toda la temporada.

A Ingebrigtsen no le vale con la gran medalla del campeonato, sino que quiere dejar una huella imborrable en su deporte. Por ello, la obsesión por conseguir los 10 récords mundiales que se ha propuesto. Ya tiene tres, el último la portentosa plusmarca en los 3.000 m (7:17.55 el pasado 25 de agosto). Los demás irán cayendo porque su fuerza de voluntad puede con cualquier obstáculo. En un caso similar al ciclista esloveno Tadej Pogacar, que no se conforma con las Grandes Vueltas, Jakob quiere acaparar el calendario. La periodista italiana Anna Legnani le preguntaba el viernes en el Estadio de Heysel si ya tiene en mente el Europeo de Cross de diciembre en Antalya (Turquía). El noruego lo confirmaba con un sí claro, como si de una obviedad se tratase: cómo se va a perder él una prueba del calendario.

Lejos de la filosofía de desconexión total de un mes de Mondo Duplantis, Ingebrigtsen cuenta las horas para que llegue el siguiente dorsal a sus manos. Es época de parar, un verbo prohibido en su diccionario. Sus perros Maximus y Jupiter lo sufrirán en sus patas, llueva, truene o nieve, cuando el rey del atletismo vuelva a casa. En un podcast de la Federación Europea de Atletismo, reconocía que "no creía que se pudiese hacer algo más o mejor que él desde niño" para llegar a la élite del deporte. Es una verdad irrefutable, pero hasta Jakob Ingebrigtsen tiene límites. "El medio maratón es demasiado largo para mí, creo que no lo voy a intentar de nuevo", dice a AW en la meta de Dinamarca, antes de dejar su coletilla: "en al menos un par de años". Ingebrigtsen es, para mayor gloria del atletismo, incorregible.