Italia navega entre el amor y el recelo por Jannik Sinner: "Querría ver yo a estas estrellas de hoy con una raqueta de madera"
Un químico farmacéutico, el alcalde de su pueblo (Sesto) y el longevo Nicola Pietrangeli explican a Relevo varios aspectos en torno al fenómeno del tenis mundial.
Hay un poema de Cesare Pavese titulado así: "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos". Es feroz, porque para el poeta italiano hay algo que comparten el final de la vida y el amor: la mirada. Puede que, de esa densa, mágica y a la vez pesante atmósfera, esté envuelta la figura de un Jannik Sinner que definitivamente ha salido de la crisálida.
El asunto puede ser tratado desde varios prismas. Antes de profundizar en el fenómeno sociológico, psicológico e, incluso, antropológico en torno a su figura para insertarla en el costumbrismo italiano, es pertinente saber algo más de la propia nación. Il belpaese es joven y cada rincón contiene un pueblo-país con apego ciego a sus propias tradiciones (campanilismo). No sólo Venecia rivaliza con Nápoles, sino que también sucede entre Salerno y Caserta, ciudades a pocos kilómetros de distancia. Además, Italia sólo se familiariza en el dolor de una catástrofe, en el Festival de Sanremo o cuando juega la Nazionale, poco más. Ama el pasado, los mitos, y -de forma generalizada- suele ensalzar a las personas cuando mueren. Sólo Nerón y Mussolini siguen siendo aniquilados incluso en la tumba. Este es el contexto que despunta.
Así se comprende mejor este amor-odio hacia el talentoso Sinner, cuya figura terminó -a pocos días de iniciar ATP Finals- en el programa satírico de máxima audiencia del país (Fratelli di Crozza, Discovery+), donde ironizaban con la residencia fiscal -Montecarlo- del altoatesino y cómo tenía pensado invertir los seis millones de euros ganados recientemente en Arabia Saudí. "Estoy creando una Fundación para la beneficencia", dijo.
"Sinner nació en San Candido porque allí está el hospital, pero su casa es Sesto (Bolzano)", comenta a Relevo Thomas Summerer, su alcalde desde 2020. "Es un ejemplo para todos, desde niños hasta empresarios, obreros, trabajadores y cualquier político. Ganas, disciplina, humildad, respeto, seriedad y humildad. Nos sentimos orgullosos de él y sus valores". Es la corriente general también del diario más leído allí: Dolomiten, en lengua alemana. "Su fuerza es digna del campeón que es. Además, su familia es muy normal: su padre era cocinero y su madre, camarera. Tenían al inicio un restaurante de alquiler, luego se marcharon al Rifugio Fondovalle en la famosísima Val Fiscalina. Los ves en la iglesia, haciendo la compra, esquiando…", asevera.
La zona vive del turismo, pero también de la agricultura y el desarrollo de lo artesano. Se habla alemán como primera lengua, y es una tierra de frontera de esas que siempre entraron en juego en el tablero geopolítico tras cada guerra. Porque sí, Alto-Adige hace un siglo pertenecía al Imperio austrohúngaro, fetiche en los diálogos de Berlanga. "Se puede decir que nos sentimos italianos. Somos un pueblo pequeño con menos de dos mil habitantes. Sinner es un icono del país entero. Alguien que une, como en su día Paolo Rossi. Quienes digan lo contrario es una tontería, es gente con ganas de polemizar", espeta.
Polémica Clostebol
El año de Sinner ha sido sobresaliente a nivel deportivo. Eso no se discute. Además de haberse repartido con Carlos Alcaraz los cuatro grandes, termina el curso como número uno del mundo, algo que ningún italiano jamás consiguió.
También se ha visto involucrado en la diatriba clostebol, que terminó con el despido del fisioterapeuta Giacomo Naldi, quien ha rehusado hablar con este periódico. El caso, de momento, está en manos de la WADA, quien decidió recurrir la absolución a la positividad del tenista, otorgada entonces por la International Tennis Integrity Agency. En una entrevista concedida a Sky Sport hace dos meses, Jannik confesó que pasó algunas noches sin dormir, jamás se sintió culpable de nada, y, sobre todo, comprendió quiénes son sus verdaderos amigos en este mundo. "Nada sucede por casualidad", reconoció, quizás con la idea de sacar una lectura positiva de todo. Pura resiliencia nacida de una enorme fortaleza mental, clave para ganar cualquier tipo de batalla. Dentro y fuera de la pista.
Así lo ve Giuseppe Pieraccini, uno de los químicos farmacéuticos más importantes del país. "El clostebol es válido porque se trata de un cicatrizante y ayuda a curar la piel. Contiene también un antibiótico que protege la herida de otros posibles problemas. Solo resulta positivo en Italia y Sudamérica, donde únicamente se vende. En muchos casos se usa con superficialidad porque nadie piensa que sea doping si se aplica en la piel. Conozco bien el clostebol. Se usaba en veterinaria suministrando grandes toneladas a los animales porque, después, los test de control eran erróneos. Ahí, claro, era eficiente como anabolizante, cuando en realidad es uno de los más débiles que existen", explica el profesor, escéptico con algunos pasajes turbios de una historia con más sombras que luces. "No me cuadra la superficialidad de cómo el fármaco haya llegado hasta él. Eso sí, el problema del clostebol es que ni en el bote spray ni en el tubo de pomada está el símbolo doping, que solo aparece en la caja, y ésta normalmente la tira todo el mundo a la basura".
Solo el juez dictará sentencia, y no los medios u otros tenistas que se apresuran -con prisas y sin asertividad alguna- a declararlo inocente o mandarlo directamente al patíbulo. "Leí en la sentencia que Sinner preguntó el primer día si le iban a curar la herida con algo peligroso, y eso me hace ver que quiso informarse bien para no correr riesgos. No sé. Hasta esa síntesis me parece banal. ¿Qué sucederá? A Stefano Battaglino le sancionaron con cuatro años, y la cantidad también era bajísima. Es un caso similar, con un control negativo que también se había hecho 21 días atrás…"
Cuando le preguntaron a Jannik, en Sky Sport (la tv le declara abiertamente inocente por contaminación involuntaria de una pomada) sobre qué le pide al próximo año, él respondió de forma lacónica al interlocutor: "Mejorar en lo físico, pero, sobre todo, en lo mental. Todos somos buenos jugando a tenis, pero quienes ganan los títulos son lo que gobiernan su mente".
El gran Pietrangeli
Si hay un tenista que precisamente sabe lo que significa ganar, ese es Nicola Pietrangeli. Tiene 91 años, pero sigue siendo -de momento- el mejor tenista italiano de la historia. Exnúmero 3 del mundo, una Copa Davis como capitán y varios Grand Slam, tanto individual como en dobles, conforman su fecundo currículum. "Si continúa así se convertirá sin duda en el mejor italiano de siempre, pero esto habrá que verlo al final de su carrera. Tiene solo 23 años, y claro que está por el buen camino. También te digo que uno de mis récords no lo va a batir jamás", adelanta el mito. "Jugué 164 partidos en Copa Davis. Salvo que no alargue su carrera veinte años más le será difícil alcanzarme. Lo reconozco: es el mejor italiano que vi en mi vida, y me superará en todo salvo en eso. Jannik es imbatible, quizás sólo Alcaraz le puede hacer sombra. Carlos es mucho más intermitente, mientras que Sinner es top mentalmente".
Con la arrogancia sana que siempre le caracterizó a Pietrangeli, se apresura a interpelar para no ser cuestionado por la diferencia entre él y los genios del pasado. "No me lo preguntes. Era otro juego. Ahora todo es más físico. Antes eras un talento, y después atleta. Hoy partes ya siendo atleta, y si a eso le añades talento te conviertes en Jannik Sinner. A mí el tenis de hoy no me gusta. Hace cincuenta años todos éramos técnicamente superiores, y piensa que teníamos raquetas de madera, nada que ver con las supersónicas de ahora. Querría ver yo a estas estrellas de hoy disputando un Grand Slam con las de madera. No serían tan buenos como parecen, porque estas te obligarían a estar mucho más atento… Y ahí puede que el espectáculo cobrara mucha más magnitud", argumenta.
Siempre es conveniente explicar el deporte con poesía. Mucho más en Italia, incapaz de afrontar duras realidades o difíciles interrogantes si no es con metáforas y eufemismos, con risa amarga, comedia ácida, sarcasmo o, directamente, verbos lacerantes que se convierten en carne. Esto escribió Pier Paolo Pasolini en 1962. "Cuando termine el mundo clásico y hayan muerto los artesanos y campesinos... Cuando hayan muerto las luciérnagas, las abejas y mariposas… Cuando la industria prosiga ferozmente con el ciclo de producción, puede que nuestra historia haya terminado". Y es probable que ahí, en la ausencia y el luto, nos demos cuenta que efectivamente éramos felices. Es como iniciar a amar tras la pérdida o aprender a ver solo cuando se evapora lo demás; es comprender que la muerte y el amor poseen los mismos ojos. Dicho a la Pavese, en definitiva.