TENIS

Arabia Saudí, Rafael Nadal y el año en el que perdimos nuestra presunta inocencia

Rafael Nadal aplaude tras su exhibición en el Six Kings Slam de Arabia Saudí. /REUTERS/Hamad I Mohammed
Rafael Nadal aplaude tras su exhibición en el Six Kings Slam de Arabia Saudí. REUTERS/Hamad I Mohammed

Nadie es perfecto. No lo es el ser humano, mucho menos lo es Arabia Saudí. Pero el reino del desierto sirve para aliviar las imperfecciones de muchos: de cada uno de nosotros, de nuestros gobiernos, de nuestras empresas, de nuestros deportistas. Enfadarse y poner el grito en el cielo porque los saudíes "se están comprando todo el deporte mundial" tiene dos efectos beneficiosos: exhibe la injusticia del mundo y hace que se nos perciba comprometidos y mejores.

Hasta que se nos cruza una de las frases del año y buena parte del edificio se nos derrumba: "Por donde mires allí, lo que encuentras es crecimiento y progreso". Es lo que eligió decir Rafael Nadal para justificar su acuerdo comercial con Arabia Saudí, una frase que implicó la pérdida de la inocencia en el final de su carrera. A partir de esa afirmación, unos cuantos de los que lo miraban con simpatía y admiración pasaron a observarlo con desconfianza. Y otros, sus fans acérrimos, se quedaron sin argumentos para criticar al régimen saudí. Si tras varias visitas al desierto Nadal solo ve "crecimiento y progreso", ¿quienes somos nosotros para decir lo contrario?

Aquella frase, muy mejorable, no fue precisamente un éxito de comunicación, pero es exactamente lo que piensa Nadal, seducido por una federación de tenis y un país con capacidad para gastar sin límites y que, en términos deportivos, tienen todo por hacer.

En el cierre del año, tras una retirada que dejó un sabor amargo, Nadal volvió a pisar tierra saudí, en este caso para "inspirar a un millón de tenistas" hasta el año 2030 en el contexto del Next-Gen, el torneo de las nuevas generaciones que se disputa en Jeddah.

Que los saudíes no tengan aún un Masters 1000 es solo un detalle a corregir pronto. ¿O está acaso el tenis en condiciones de negarse a ceder uno de sus grandes torneos cuando la FIFA acaba de entregar la Copa del Mundo de 2034?

Arabia Saudí será en los próximos años un centro vital del deporte mundial, un poder creciente, en un proceso similar al que inició China hace tres décadas, pero con mucho mejores perspectivas: el mundo árabe tiene un nivel de relación e intercambio a lo largo de la historia con Occidente que no tiene China. En ambos casos estamos hablando de regímenes autoritarios, de dictaduras. Pero China es comunista, es altamente improbable que Nadal hubiese firmado un acuerdo para promover el tenis allí. La hospitalidad árabe es legendaria, y eso juega también un papel.

Rafael Nadal, con la raqueta de oro que recibió en Arabia tras el Six Kings Slam.  Richard Pelham/Getty Images
Rafael Nadal, con la raqueta de oro que recibió en Arabia tras el Six Kings Slam. Richard Pelham/Getty Images

En el contexto del plan "Visión 2030" del príncipe heredero Mohammed Bin Salman (MBS), que apunta a diversificar la economía del país y a moderar su imagen, los saudíes disponen de un fondo soberano de 900.000 millones de dólares. De esa enorme cifra -más de la mitad del PIB de España-, 10.000 millones de dólares han sido destinados ya a inversiones en el deporte como la Fórmula 1, el circuito LIV del golf, la compra del Newcastle United o a World Wrestling Entertainment (WWE). Y a pagarle a Nadal, claro.

No es Nadal, por supuesto, la única estrella del tenis seducida por los saudíes. Carlos Alcaraz debió escuchar recientemente como Andrea Gaudenzi, el máximo jefe de la ATP, le hacía notar que no tiene mucho sentido que se queje de que el calendario de torneos está "matando" a los tenistas cuando ellos mismos cargan sus semanas con muy lucrativas exhibiciones, entre ellas el Six Kings Slam saudí.

Aquel torneo que reunió en octubre en Riad a Nadal, Alcaraz, Novak Djokovic, Jannik Sinner, Daniil Medvedev y Holger Rune fue muy significativo: muchos de los que hace un par de años despotricaron contra la dictadura china por el caso de Peng Shuai quedaron extasiados con el video de presentación de los "Six Kings" y contribuyeron entusiastamente a difundir el torneo sin reparar en derechos humanos, periodistas descuartizados, situación política ni nada de eso.

Pero, como dice Joe Pompliano en su newsletter sobre el negocio del deporte, "Huddle Up", todas las inversiones en el tenis, el golf o el automovilismo son un aperitivo, unas pocas aceitunas antes del banquete: lo que importa en el reino del desierto es la Copa del Mundo. Y Gianni Infantino, presidente de la FIFA, no solo nunca tuvo intención de negarse a esos deseos, sino que formó parte del plan.

"Al dividir la Copa Mundial de 2030 entre tres continentes -Sudamérica, Europa y África-, Asia y Oceanía quedaron como las únicas federaciones de la FIFA elegibles para organizar el torneo cuatro años después, ya que las reglas de la FIFA establecen que los miembros de las confederaciones deben esperar al menos dos ciclos de la Copa Mundial antes de volver a ser anfitriones", dice Joe Pompliano.

¿Consecuencias? "Arabia Saudí anunció entonces su intención de presentar una candidatura para la Copa Mundial de 2034 una hora después del anuncio de la FIFA para 2030. La Confederación Asiática de Fútbol (AFC) respaldó la candidatura de Arabia Saudí el mismo día en que la presentó, y la FIFA acabó acortando su típico proceso de presentación de candidaturas de varios años a sólo cuatro semanas. Australia se retiró de la consideración cuando se hizo evidente hacia dónde se dirigía el proceso. Arabia Saudí fue entonces el único postor del torneo, lo que le permitió asegurarse el evento sin oposición".