En las bambalinas de la natación española: el titubeo con Hugo González y el 'síndrome Nadal' de Mireia Belmonte
El Mundial de piscina corta no tendrá a las grandes estrellas españolas.
Los años post-olímpicos acostumbran a ser los más pobres en la natación. Los mejores optan por descansar después de los Juegos y de cumplir a rajatabla una programación estajanovista que les lleva al sueño de la medalla, con situaciones límite como las que vivió Mireia Belmonte para ganar el oro en los Juegos de Río en 2016 cuando pudo contar con los dedos de una sola mano los días de vacaciones. Ni los domingos. Por eso tras la fiesta llega la resaca... larga resaca. Y también en España, aunque no haya habido medallas en la última cita.
Los últimos Nacionales de piscina corta han deparado una lista de 18 nadadores que finalmente se ha quedado en 14 por la baja de tres de ellos, el más notorio es Hugo González, doble finalista en París, campeón del mundo y ahora mismo el nadador más carismático. A los que conocen más de cerca al de Rivas, no les sorprende la decisión. Acostumbrado a los programas estadounidenses y con una tendencia al autoentrenamiento, Hugo ha vivido una catarsis después de los Juegos de París que no se sabe a dónde le llevará.
El nadador ha optado por sumarse al CN Terrassa, un club con más tradición de waterpolo que de natación, a la sombra históricamente del CN Sabadell o del CN Sant Andreu y ahora de unos centros de alto rendimiento que se lo comen todo. De los 14 citados, hay siete que proceden de centros, cinco lo hacen de Estados Unidos y dos de los clubes. El programa del CN Terrassa ha llegado a estar incluso en riesgo, ya que hubo una escisión en la directiva por la fuerte apuesta económica por la natación, entre otras cosas, aunque todo hace indicar que los ganadores en las elecciones mantendrán el compromiso. El cambio que saca a Hugo del radar diario de la federación y le mantiene con su programa personal, y ese ahora pasa por renunciar a la piscina corta y centrarse en la piscina larga en verano. Un Hugo en forma y con hambre seguramente habría podido rascar medallas en Budapest, por su talento, condiciones y por las ausencias que se esperan en sus grandes pruebas.
Con la duda seria de saber si Hugo González ya ha dado lo mejor -que es mucho- o aún están por mantener ese nivel en este ciclo, de quien se habló más en la piscina Madrid-86 fue de Mireia Belmonte. La badalonesa, de 34 años recién cumplidos, mantiene la esperanza de poder clasificarse para una gran competición, algo que no consigue desde 2022, pero el cronómetro le lleva la contraria aunque en los 200 estilos hizo una notable carrera teniendo en cuenta los antecedentes.
Hay quien piensa que la continuidad de Mireia responde a una negación de la realidad, al miedo a un cambio de rutina, a la pérdida de patrocinadores, de caer en el anonimato que acostumbra a acarrear la retirada. Otros, en cambio, creen que sufre el síndrome de Nadal, que se aferra pese a sus lesiones -el desgaste en el supraespinoso de un hombro- a disfrutar de una gran carrera que le lleve a su última gran competición. En un año donde habrá alguna otra retirada ilustre, la de Mireia Belmonte todavía no se espera tras firmar por el CN Barcelona y assegurar en sus círculos que intentará competir en el próximo campeonato de España para alcanzar los Mundiales de Singapur. Y, al final, es una decisión personal, la de -con los debates que puede suscitar- la mejor deportista española de la historia con sus cuatro medallas olímpicas.
La logística de los Mundiales de 2031 y la asignatura pendiente
Y, precisamente, esos Mundiales, los que se realizarían en Madrid en 2031, se han convertido en la gran baza del presidente Fernando Carpena, que repetirá cuatro años más en el cargo sin oposición. En su programa deja claro que "solo tienen sentido la celebración del Mundial con la creación de infraestructuras". Ahora mismo, no hay voluntad política de que el Centro Acuático que está a medio construir cerca del Metropolitano de Madrid se levante, ni tampoco las autoridades están dispuestas a pagar esos 80 millones de euros que cuesta la organización de los Mundiales cuando se ha firmado un contrato hasta 2035 para organizar un GP de Fórmula 1. Solo queda la baza, que ya planea por la atomósfera técnica, de una candidatura más amplia, que pueda unir a otras ciudades, algo que sería totalmente revolucionario en World Aquatics y que supondría, además, una logística un tanto peculiar. Nada, eso sí, está aún descartado, aunque también es difícil que todo cuadre.
Este aspecto no es el único plan de un presidente que ha conseguido mantener la excelencia en el waterpolo, revitalizar los saltos -con el asterisco de los de gran altura que no son olímpicos- y reconducir una natación sincronizada a la que le costó enderezarse tras la marcha de Anna Tarrés, pero sigue teniendo como asignatura pendiente una natación que vive sus horas bajas, donde Ben Titley podría asumir más responsabilidad bajo la dirección de Santi Veiga, que tiene las ideas claras y que es consciente de que el éxito de la natación en España no depende solo del director técnico. Que hay problemas más estructurales. Y que se deberán acometer ya sin Mireia y con los titubeos con Hugo González.