JJOO

Normalidad y esplendor, el doble mérito de París 2024

Repaso a los Juegos Olímpicos marcados por las altas temperaturas o los precios desorbitados, pero, también, a los escenarios icónicos o hitos del deporte femenino.

Ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024./REUTERS
Ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de París 2024. REUTERS
Sebastián Fest

Sebastián Fest

París.- Lo normal y lo esplendoroso no suelen ir de la mano, pero París, que no es cualquier ciudad, logró la cuadratura del círculo. Con los Juegos Olímpicos que se clausuraron este domingo, todos aquellos que aman el deporte y el olimpismo pueden respirar tranquilos: regresó la normalidad, pero lo hizo con un nivel de esplendor quizás nunca visto.

Hace tres años, en medio de la Tokio pandémica, Tony Estanguet recibió la pregunta con una mueca: ¿le pesa a París el hecho de ser los primeros Juegos de la "normalidad" tras un paso por Japón más cercano a una película de zombies que a una fiesta del deporte? Tal era la sensación ante unos Juegos en instalaciones notables, pero de gradas vacías.

"No nos pesa, nos entusiasma", dijo el tres veces oro olímpico en piragüismo, que bien puede tomarse un par de días de descanso para celebrar su éxito como jefe del comité organizador de los Juegos Olímpicos de París 2024.

Un éxito del principio al fin, con la gran fiesta de cierre esta noche en el Stade de France. Porque ya desde la ceremonia inaugural, ambiciosa, sorprendente, estimulante, y también polémica, París marcó un tono acorde con la idea que Francia tiene desde siempre de sí misma: la de una "Gran Nación", la de un país esencial en la historia de la humanidad y en el devenir político mundial. Y por eso envió un mensaje potente, coherente con el lema de "Juegos bien abiertos" de París 2024, los primeros que lograron la paridad de género.

Fue un mensaje que iba mucho más allá del deporte, teledirigido a capitales como Moscú, Kiev, Pekín y Washington, pero también Londres, Bruselas, la mismísima París y quien quiera escuchar y entender: hay una alternativa al tribalismo digital que lleva a un mundo de sordos, ciegos, obsesivos y fanáticos. Y el deporte, como siempre, es un buen camino para encontrar esa alternativa.

Juegos tan abiertos, que París fue durante tres semanas escenario de un fenómeno lindante con lo paranormal: la ciudad y sus habitantes estaban de buen humor. Es cierto que muchos parisinos dejaron sus hogares durante los Juegos, dispuestos a no lidiar con el "caos olímpico" que la prensa local pronosticó insistentemente y que al gobierno le vino de perlas, porque vació las calles y el transporte público.

Pero también es cierto que la alegría parisina se derivó de la constatación de que un esfuerzo nacional puede tener éxito, de que a veces se puede estar del mismo lado sin necesidad de buscar enemigos. Y de la certeza renovada de una ciudad de fábula que se fundió con el deporte y los Juegos como ninguna otra lo hizo desde que en 1896 se recuperó la saga iniciada en la antigua Grecia.

¿Cómo describir el voley playa en los Campos de Marte con la Torre Eiffel como majestuosa observadora? ¿Qué decir de la esgrima y el taekwondo, cuyos deportistas parecían personajes de Juego de Tronos cuando bajaban las interminables escalinatas de mármol del Grand Palais en los instantes previos a competir? ¿Y el Palacio de Versalles para el pentatlón moderno? ¿Y el Parque de los Campeones para celebrar a los medallistas? ¿Y esa fascinante banda sonora de los Juegos, quizás sólo superada por la de Londres 2012? ¿Y esa ola gigante en Tahití, escenario de unos Juegos bicontinentales? ¿Y esos 18 gramos de acero de la Torre Eiffel distribuidos en las 5.084 medallas repartidas en 19 días de competición?

París se había propuesto organizar los Juegos más urbanos de la historia, acordes con el mantra que se instaló en el COI hace más de una década: no es la ciudad la que se debe adaptar a los Juegos, sino los Juegos a la ciudad. Esa idea, hay que decirlo, funcionó muy bien.

No todo lo hizo, eso está claro. La idea que comienza a debatir el COI, que los Juegos Olímpicos se disputen en otoño y no en el ardiente agosto, no le hubiera venido mal a París y a Francia, una ciudad y un país que ignoran conscientemente la existencia de algo llamado aire acondicionado. Lo sufrieron muchos deportistas en la villa olímpica y muchos espectadores en el transporte público. En el afán de sacar adelante los Juegos más sostenibles de la historia, muchas situaciones fueron, sencillamente, insostenibles.

Otro asunto que no haría mal en revisar el COI es el progresivo "elitismo" de los Juegos: aquellas familias que se propusieron disfrutar de unos días en París 2024 debieron gastar miles y miles de euros, porque todo fue ofrecido a precios disparatados, comenzando por el alojamiento y siguiendo con la comida y las propias entradas a los eventos deportivos, donde la alimentación era en algunos aspectos equivalente a una pequeña estafa.

La organización de los Juegos puso esfuerzos en beneficiar a los vecinos de Saint-Denis, el barrio más deprimido de Francia, fronterizo con París, aunque no todos quedaron conformes allí, según dijeron vecinos a Relevo: "En Francia se habla de 'Libertad, Igualdad y Fraternidad', pero en Saint-Denis eso no existe".

El deporte, como sucede siempre en los Juegos, renovó ídolos, hundió a otros e hizo emerger a nuevas figuras en unos Juegos que le dieron estatus olímpico al break-dancing, debut y despedida por un largo tiempo.

Se marcaron 125 récords olímpicos y 32 mundiales, una cifra que se vio afectada por la piscina lenta y poco profunda de la natación. Se cerró con éxito la virulenta polémica, esencialmente política, en torno a la argelina Imane Khelif, que ganó el oro olímpico en boxeo tras días escuchando que no era una mujer, sino un hombre. Los 100 metros masculinos vieron por primera vez a todos los finalistas corriendo por debajo de los diez segundos y el deporte femenino marcó grandes hitos: 66.000 espectadores para la final del rugby, 27.000 para el baloncesto en Lille, 26.500 para el balonmano.

La descalificación de la afgana Manizha Talash en el breakdancing fue una ignominia que demostró lo obtuso que puede llegar a ser el COI: la ley no es solo letra escrita, es también interpretación. Lo mismo vale para el VAR aplicado con una hora y media de retraso en el Argentina - Marruecos del fútbol, algo hasta hoy sin explicación.

El presidente Emmanuel Macron, que en el inicio de los Juegos dio forma a una especie de Cumbre Mundial de jefes de Estado y de gobierno en el Palacio del Elíseo, se tomó unos días de vacaciones durante las competiciones, probablemente aliviado de que el gigantesco operativo de seguridad funcionara sin fallas. Luego, cuando volvió, una selfie lo inmortalizó junto a Jimmy Fallon.

En ese mundo de "crueldad hasta la médula", como definió a Relevo el COI lo sucedido con Khelif, Macron fue objeto de todo tipo de críticas. La tregua feliz de los Juegos no incluía al presidente de un país que fue muy exitoso a nivel organizativo y un tanto menos en lo deportivo. La aspiración de Francia era ser tercera en el medallero final, después de Estados Unidos y China, pero el anfitrión fue quinto, con 16 oros y 64 medallas en total, superado por la fabulosa Australia (18/53) y por Japón (20/45), que sigue cosechando los frutos del trabajo hecho para Tokio 2020.

El tenis francés, uno de los emblemas deportivos del país, fue también uno de los fracasos, con ninguna medalla. A Ivan Ljubicic, el croata exentrenador de Roger Federer contratado por la federación francesa como director técnico, le piden un campeón de Roland Garros en ocho años. Los Juegos demostraron que eso es pedir demasiado. Y a tiro de piedra de Roland Garros, otra frustración francesa: perder la final de fútbol en casa ante España.

Países Bajos, Reino Unido, Corea del Sur, Italia y Alemania completaron las diez primeras posiciones de un medallero en el que España fue decimoquinta.

¿Y ahora? Ahora Los Ángeles 2028, #LA28, esos Juegos que se vienen perfilando con una identidad visual y un manejo de redes sociales de aires tremendamente californianos y futuristas. De los Juegos del transporte público se pasará a unos en los que será muy poco recomendable no tener auto.

Esta noche, con Venus Williams como anfitriona del show de los próximos Juegos, y actuaciones de Red Hot Chilli Peppers, Billy Eilish, H.E.R y Snoop Dogg, una nueva Olimpiada, la trigésimo cuarta, se inició con meta y fecha claras: el 14 de julio de 2028, día de la fiesta inaugural en la costa del Pacífico. Y así, París 2024 ya es historia. De la buena.