OPINIÓN

La ausencia de autocrítica y el descaro ante los resultados de los JJOO: ¿un 10, como el de Comaneci?

Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE) y José Manuel Rodríguez Uribes, secretario de Estado para el deporte, durante los Juegos Olímpicos de París. /Europa Press
Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español (COE) y José Manuel Rodríguez Uribes, secretario de Estado para el deporte, durante los Juegos Olímpicos de París. Europa Press

18 medallas. Así medimos el éxito del deporte español. Para algunos son muchas porque se han superado los metales conseguidos en Tokio y Río. Para otros, no se ha cumplido la expectativa de mejorar la marca de las 22 de Barcelona '92 . Como siempre, el fracaso o el éxito, —las dos palabras más manidas asociadas al deporte pero que no pueden estar más lejos de sus valores—, dependen de los ojos con los que se miren.

En ese limbo del "mucho" o "poco" es donde se ubica Alejandro Blanco, el presidente del Comité Olímpico Español (COE), que antes de los Juegos prometía superar la mejor marca de todos los tiempos que consiguieron Fermín Cacho y compañía. Ayer se escudaba en que analistas internacionales habían ubicado en la treintena las preseas a conseguir por nuestro país, y que, después de todo, él simplemente había querido ser prudente.

Pero la ausencia de autocrítica va más allá: un 10. Como el que Nadia Comaneci se llevó hace 48 años en Montreal. Es la nota que el máximo responsable del olimpismo español pone a la actuación de nuestro país. Con el mismo descaro con el que hace meses en una intervención en el Club Siglo XXI decía: "Defenderé siempre en público a los presidentes, con razón y sin ella. Nadie sabe las reuniones que tenemos en los despachos cuando algo no encaja y allí se toman decisiones importantes".

¿Se imaginan al CEO de una gran empresa justificando a sus inversores no llegar a los objetivos anuales de esta manera? En plan, "tranquilos, hacemos reuniones, seguimos en ello. Lo hagamos bien o mal, yo siempre lo voy a defender". Y claro, los accionistas tan tranquilos.

En este caso los accionistas somos los españoles. El deporte se mantiene con el dinero público que, a través del Comité Olímpico y las federaciones, llega a quienes lo practican. A través de becas y ayudas, eso sí. Es el Gobierno quien apuesta por el deporte, quien invierte en él —según cifras del CSD, casi mil millones en los últimos tres años— y quien encarga la gestión a los máximos mandatarios del deporte en nuestro país. Pero, ¿por qué no se hace balance, más allá de entrevistas o declaraciones rápidas, de la salud del deporte español? ¿Por qué no nos miramos al ombligo? ¿Por qué no hablamos con los y las deportistas para saber qué necesitan? ¿Por qué no cambiamos lo que no funciona?

Valorar la participación española por un número de medallas me parece zafio. Pero no porque sirva para justificar el "todo vale" de Blanco, sino porque el análisis va mucho más allá. Ayer mismo, José Manuel Rodríguez Uribes, presidente del Consejo Superior de Deportes, avanzaba en una entrevista en el Diario AS que "hay que tomar decisiones de la mano de las federaciones, con las que hablaremos una a una". ¿De la mano de las federaciones, que muchas de ellas no sólo no han cumplido los objetivos deportivos sino que su gestión es más que cuestionable?

No sólo no hemos cumplido los objetivos —no por las 18 medallas recientes, sino porque sólo hace falta mirar la salud del deporte— sino que seguimos reforzando y contando con los gestores que nos han traído hasta aquí. No se aprovechó la reciente Orden Ministerial para cambiar, de verdad, el sistema asambleario de las federaciones para que de una vez por todas dejen de ser cortijos. Para que no esté en su mano la no regeneración del deporte español. Seguimos dejándoles gestionar los más de "100 millones de euros por año" —en palabras del propio Uribes— que reciben, sin ajustar los objetivos a la inversión.

Como la fórmula sirve, Blanco además se atrevió a ir más allá: pedir más dinero y asegurar que tendría que ser el COE quien gestionara los fondos. El modelo que rige en España pasa por que el CSD da el dinero directamente a las federaciones. Sin embargo, Blanco insiste en que "en otros países el gobierno legisla y da el dinero directamente al comité olímpico del país que es el que hace la distribución". Y apunta a que "el sistema de estos países permite tener una planificación deportiva a más largo tiempo, en el nuestro hay muchos cambios de gobierno, de ministro y de secretario de Estado".

Es cierto que cuatro secretarios de Estado para el deporte en los últimos cuatro años no es el mayor ejemplo de compromiso y continuidad para cuidarlo. Tampoco lo es no tener Ministerio propio y siempre ir de la mano del que le falte el apellido. Pero 19 años al frente del Comité Olímpico, sin indicios de querer dejarlo, sin renovación alguna a pesar de los resultados cosechados, tampoco reflejan la mejor salud y posibilidades de futuro para el deporte español. Lo demás es engañarse. Comprar el discurso corporativista y tener únicamente como objetivo hacerse la foto con aquellos que dedican años y años de su vida por intentar conquistar una medalla. España no se merece poner al deporte a ese nivel.

No frivolicemos. No valoremos por un número la constancia y el esfuerzo de uno de los mayores potenciales que tiene nuestro país. Hagamos las cosas bien y sobre todo, seamos profesionales. Porque igual que no es lo mismo el tenis que el bádminton, tampoco lo es buscar la excelencia que conformarse con lo que hay mientras repartimos el dinero a las federaciones —ya sea desde el CSD o el COE— sin exigir resultados. No nos engañemos.