20 años del doblete histórico de El Guerrouj: "Tras perder en Sídney se quedó amarillo, volaron teles, los marroquíes montaron un cisco"
En Atenas 2004 se consagró como el mejor mediofondista de siempre rompiendo su maldición olímpica de los Juegos de 1996 y 2000.
La suya fue durante un tiempo una de las grandes maldiciones del deporte mundial. Nadie podía explicarse que Hicham El Guerrouj (Berkane, Marruecos, 1974) se presentase en los Juegos de Atenas en 2004 sin un oro olímpico en 1.500 m en su palmarés. Nunca un dominador tan claro de una distancia había sacado tan poco rédito olímpico a su superioridad aplastante en el resto del calendario.
"Era claramente el mejor de la historia, había destacado sobre los demás durante los ocho años precedentes, pero le faltaba esa guinda", introduce Arturo Casado, campeón europeo en la prueba reina del medio fondo. "Yo coincidí con él en ese 2004 en un mitin en Zaragoza y le vi con bastante tensión, con mucha carga encima. Necesitaba tenerlo todo muy controlado, pedía un trozo de pista de calentamiento para él solo, necesitaba su espacio", continúa el madrileño, hoy profesor e investigador en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
El peso que El Guerrouj portaba sobre los hombros era doble. "En Atlanta (en los Juegos de 1996) se había caído a falta de una vuelta para meta; le ganó Morceli (con el que se tropezó) y segundo Fermín Cacho", relata Casado. Para narrar la hecatombe olímpica de Sídney, cuatro años más tarde, nadie mejor que Juan Carlos Higuero, octavo en aquella final. Fue un día aciago que perseguiría siempre al marroquí "porque todo el mundo daba por hecho que aquel oro no se le iba a escapar".
Para ello, contó con la ayuda de su compatriota Youssef Baba, "que se empleó a fondo para hacerle la carrera rápida". Pero en la última recta, el keniano Noah Ngeny cambió el ritmo y le ganó. "Él se sentó, se quitó las zapatillas y la verdad es que se quedó amarillo. No pensaba perder esa prueba porque llevaba unas 30 carreras, desde el 96 hasta el 2000, sin perder", prosigue Higuero. Cuando el arandino se acercó a animar a El Guerrouj, empezó el drama. "Los medios de comunicación marroquíes no daban crédito. Volaban por ahí los monitores de televisión, los micrófonos... ¡Montaron un cisco tremendo!", explica el laureado atleta, hoy comentarista de RTVE, que ganó un diploma en Sídney, al igual que el gallego Andrés Díaz (séptimo).
Sólo conociendo los dos batacazos olímpicos de Hicham El Guerrouj se puede poner en perspectiva su gesta de Atenas de hace 20 años. "Tenía que ganar por decreto, llevaba la presión de todo un país encima", enfatiza Higuero, que volvió a ser testigo de excepción en aquellos Juegos. "Me fui a rodar algún día con él antes de la final y tenía todo supermedido, muy controlado: su fisio, los masajes, las charlas con su entrenador, Abdelkader Kada, la comida a la misma hora, sus meriendas de dos tés con una especie de dulces marroquíes, tipo dátiles, dos horas y pico antes de la competición...".
Antonio Serrano, entrenador de Higuero, también hace memoria: "Recuerdo mucho la zona de calentamiento porque era muy curioso. Él llegaba un par de horas antes y lo primero que hacía era sentarse en un lugar con su entrenador y coger el Corán. Se tiraba un buen rato leyendo el Corán. Cuando faltaba una hora y pico, empezaba calentando muy despacito y luego progresaba e iba un poquito más rápido, con sus ejercicios de técnica de carrera". Higuero irrumpe de nuevo: "Se le veía en la cara que iba a ganar; y eso que en este ciclo olímpico, a diferencia del anterior, había conocido la derrota. En el Mitin de Roma había quedado octavo".
En la final del 1.500 de Atenas, El Guerrouj sacó su vieja receta, la que Casado conoce de memoria. "Adoptaba siempre la misma estrategia. Una vez que había llegado al 800, normalmente le gustaba que fuera lo más rápido posible, pegaba un arreón muy fuerte. Siempre cambiaba en ese punto y casi nadie podía seguirle", dice. "Ataque largo a falta de 700 metros y a poner el paracaídas", confirma Higuero. Aquel día ni Bernard Lagat pudo aguantarle el pulso. "No era tan superior como en el 2000, pero ganó por coraje", remata el arandino, que en aquella cita no pudo entrar en la final.
El Guerrouj no celebró nada, "pese a quitarse un gran peso de encima". Al día siguiente tenía la semifinal de 5.000 metros. "No se pegó ningún homenaje, rapidito al hotel, masaje y charla técnica", rememora Higuero. A los tres días, cuando gana la final de 5.000 m sí lo celebró a lo grande. "Él no solía alardear mucho, pero aquel día fue un festín. Empezó a sacar los dos dedos por el doblete, se cogía las manos con la cara...". Al propio Antonio Serrano le "sorprendió mucho más aquella final de 5.000 ganando a gente como Kenenisa Bekele", segundo, o Eliud Kipchoge, tercero.
Fue el éxtasis de un hombre que, como asevera Serrano, "marcó una era en el mediofondo. Durante 10 años fue el mejor, dominó el 1.500 como quiso". Un atleta que "está manteniendo el récord del mundo (su legendario 3:26.00 logrado en el Olímpico de Roma en 1998) pese a los ataques de otro gran dominador como Jakob Ingebrigtsen, que cuenta con esas tecnologías nuevas, mejoras de entrenamiento, zapatillas... y no ha podido rebajarlo aún". Higuero va más lejos: "Creo que con las mejoras de hoy en día El Guerrouj habría corrido en 3:24".
Casado, un estudioso del tartán, piensa "que ha sido el mayor portento que ha existido en la prueba de 1500 m en la historia". El citado récord de 3:26.00 en 1.500 m y el de la milla (3:43.13, en Roma en 1999) "han marcado un antes y un después en lo que entendemos como rendimiento en media distancia". En un encuentro en su casa en Rabat en 2015, El Guerrouj le hizo una confesión a Casado. "Me expresó que había hecho entrenamientos mucho mejores incluso de lo que pudimos ver compitiendo".
Es la historia extraordinaria de un ser humano muy normal. Premio Príncipe de Asturias en 2004, El Guerrouj ha llevado a cabo diferentes cargos representativos en el deporte internacional, en su país y en organizaciones como UNICEF. "Le considero una persona muy educada, muy elegante, tiene mucha clase dentro y fuera de la pista y da gusto hablar con él. Podría ser mucho más prepotente, por así decirlo, y es una persona muy humilde", remata Casado. "Se involucraba mucho con la gente, no actuaba como un 'superstar', como por ejemplo un Michael Johnson", concluye Higuero, admirador confeso del rey de una distancia elevada en España a categoría de religión: los 1.500 metros.