La verdadera razón por la que Armand Duplantis compite por Suecia: "En EEUU algunos aún piensan que es un traidor"
Brennan Robideaux, director del documental de la vida del plusmarquista mundial de pértiga, atiende a Relevo para hablar de una de las estrellas de los Juegos.
Greg Duplantis no era un padre obsesionado por sacar a una estrella del atletismo a toda costa, como sí lo fueron en el tenis Richard Williams (entrenador de Venus y Serena) o Emmanuel Agassi (el hombre que motivó a Andre a escribir su bestseller Open). Aunque el retrato robot de Greg, el progenitor de Armand 'Mondo' Duplantis, el mejor pertiguista de la historia, pueda inducir a pensarlo: expertiguista de relevancia en EEUU, entrenador, casado con una heptatleta sueca y con una instalación casera para que sus cuatro hijos saltasen en el jardín de su casa en Lafayette (Luisiana).
Sin embargo, como se ve en el documental Born to Fly, en aquel patio trasero había desplegado todo un set de deportes: espacio para saltar al trampolín, batear al béisbol, trepar en los árboles o jugar con balones. "Sus padres estaban obsesionados con el deporte, pero no con sacar al mejor pertiguista", explica a Relevo Brennan Robideaux, director de la obra consagrada a la vida de una de las estrellas de los Juegos de París.
De hecho, los dos hermanos mayores de Mondo, Andreas y Antoine, han dedicado mucho tiempo al deporte rey en EE. UU.. "Antoine es uno de los mejores jugadores de la historia de Luisiana y Andreas [que finalmente dejó el bate por la pértiga] compitió a un nivel muy alto", continúa Robideaux. "El propio Mondo era un gran jugador de béisbol", pese a que con el tiempo se convertiría en el dios de una disciplina en la que se inició con cuatro años.
Para entender la decisión de aquel adolescente americano —confirmada en la antesala del Mundial juvenil de 2015— de representar a Suecia (el país de su madre Helena) hay que viajar a las frustraciones de un padre que se inició en el mundo de la pértiga en unos tiempos muy diferentes a los actuales. Greg Duplantis desarrolló su país en un mundo artesanal, en el que los atletas se valían de redes de pescar para completar el set de su disciplina y en el que contar con tres pértigas era todo un lujo. "En aquella época tenías que ser un buen aventurero para dedicarte a esto", introduce Montxu Miranda, plusmarquista español de la especialidad (5.81 metros logrados en Barcelona en el 2000).
"Había bastante diferencia respecto a los tiempos actuales, sobre todo en tema de material: las pértigas eran más pesadas, las instalaciones, las colchonetas... Las zonas de caída ahora son muchísimo más seguras, más grandes y dan mucha más confianza a la hora de saltar", explica. "Hoy en día, entre los entrenamientos y las competiciones, necesitas al menos 20 pértigas para poder entrenar en condiciones". Aunque sigue siendo un deporte caro ("cada pértiga, que miden entre 5 y 5.20 metros, puede costar 1.200 euros"), la coyuntura no es la misma que en tiempos de Greg, un hombre hecho a sí mismo que emigró de Nueva Orleans a Luisiana por la crisis del petróleo de los 70.
Greg conoció en la universidad a Helena, heptatleta (aunque también jugaba al vóley) que había llegado a EEUU con una beca procedente de Suecia. Esa relación abrió los ojos a un prometedor atleta que comenzó a competir con cierta frecuencia en Europa, con el cuidado y el respeto que hay en los países escandinavos por el deporte rey de los Juegos. "El atletismo es mucho más relevante allí que en Estados Unidos. Por ejemplo, en Suecia hay muchísimas más instalaciones indoor en todo el país. En el club de Mondo, ves a muchos niños saltando a todas horas. En Estados Unidos, el acceso a las instalaciones ha ido a peor con los años, está peor que cuando yo competía", explicaba Duplantis padre en una charla en el podcast One More Jump.
El progenitor de Mondo Duplantis subraya "el reconocimiento" que tienen los atletas en países como Suecia en comparación con Estados Unidos, un lugar que además cuenta con una particularidad que puede jugar en tú contra: los temidos 'trials', las pruebas de selección para los Juegos. Ese es el gran trauma de Greg, un atleta de la 'tipología Bubka', un hombre cuyo cuerpo musculado y carrera portentosa transmitían una gran energía a la pértiga y que llegó a saltar 5.80 metros en aquellas condiciones básicas. Y, sin embargo, esa marca jamás le valió para llegar a unos Juegos porque no fue capaz de encontrar su mejor versión en ese purgatorio que ha dejado a tantos mitos fuera de los Juegos. Una maldición que le persiguió durante cuatro ciclos olímpicos, con especial crudeza en el de Atlanta 1996, en el que se quedó con la miel en los labios.
En aquella criba doméstica en el Centennial Olympic Stadium en Atlanta, tres pertiguistas lograron el pasaporte para el anhelado evento olímpico del 96. Lawrence Johnson, Jeff Hartwig, ambos con 5.80 metros, y Scott Huffman, con unos accesibles 5.69 metros. Duplantis padre (que había saltado su plusmarca de 5.80 m en ese ciclo olímpico, amén de 5.71 dos meses antes de los trials) sólo fue capaz de igualar los 5.69 m de Huffman, pero se quedó a las puertas de los Juegos (al igual que varios atletas más en esa altura) por una peor trayectoria en el transcurso de aquella jornada. No fue una hornada buena a la postre, sólo Johnson logró un diploma olímpico en 1996 (con 5.70 m) y Greg dejó escapar la oportunidad de su vida.
"Es que los trials son durísimos. Más de 300 millones de habitantes y hay mucha tradición y nivel en el salto con pértiga americano [EEUU suma 47 medallas olímpicas en la disciplina, tantas como el resto de países juntos]", comenta Miranda. "Es como si fuese un campeonato de Europa y solo van los tres primeros a los Juegos. Puedes tener un nivel muy alto y no conseguir clasificarte. Lo acabamos de ver en los 100 m lisos, en los que este año han bajado cinco atletas de 10 segundos y solo tres van a ir a los Juegos de París. Christian Coleman [campeón del mundo en 2019] se ha quedado fuera con 9.93".
Cuando desde Suecia insistieron con las llamadas a los Duplantis, en aquella previa del Mundial sub 18 de Cali (Colombia), donde Mondo se llevaría el oro con 15 años, la familia terminó de visualizar el futuro en amarillo. Las instalaciones, los recursos, el reconocimiento, el sistema de clubes en contraposición al universitario (con muchas restricciones a edades tempranas) y, cómo no, evitar los trials. En la balanza venció el país materno, el de Helena, que entrena junto a su marido al mito de la pértiga. "No creo que en Estados Unidos, especialmente en nuestra ciudad, se entendiese esa visión. Alguna gente aún piensa que es un traidor", explica el hombre capaz de dar en Born to Fly el contexto necesario para que "la gente vea que es una decisión multifactorial y trate de entender el porqué".
El actual plusmarquista mundial de la pértiga, una de las caras más amables del atletismo, con una sonrisa perenne y un trato exquisito con el resto de deportistas en cada campeonato, ha hecho mucho por integrarse en el país materno. "Habla un sueco muy fluido, su madre se preocupó desde joven de que lo aprendiese bien y además pasa gran parte del tiempo allí", comenta Robineaux. El acento sigue denotando su origen estadounidense, el país de su padre, el pertiguista de los 80 y 90 cuya experiencia vital ha jugado un rol determinante en la carrera de Mondo. Y, a tenor de los resultados (un oro olímpico, cuatro mundiales y cuatro europeos; amén de 8 mejoras al récord del mundo, ahora en 6.24 m) parece que los Duplantis han acertado. Razones para elegir Suecia no le faltaban.