Las manías y anécdotas después del "infierno" de romperse el ligamento cruzado: "En las fotos de la boda salgo en muletas"
Varios futbolistas de diversas categorías y épocas radiografían la lesión más grave a la que un futbolista se puede enfrentar.
"El sonido es igual al que hace una goma elástica cuando la estiras al máximo y la sueltas de golpe". Eso es lo que han escuchado siete futbolistas de LaLiga en lo que va de temporada en los campos de Primera División. Dani Carvajal, Marc Bernal, Thierry Correia, Hamari Traoré, Enric Franquesa, Ilias Akomach y Éder Militao, todos ellos han sufrido una rotura de ligamento cruzado a lo largo de las 13 jornadas disputadas. Ahora les toca vivir el fútbol desde el otro lado.
A lo largo de esta temporada no ha cesado la búsqueda de culpables sobre esta plaga de lesiones. Rodrigo Hernández, vigente Balón de Oro, ya tonteó con un conato de huelga ante un calendario colmado de partidos. A los días se rompió el ligamento cruzado anterior con afección en el menisco y terminó coronado como mejor jugador del año en París. Otras miradas apuntan a la falta de descanso, la intensidad de los entrenamientos o el tipo de calzado elegido por los futbolistas.
Todas las posibles aristas se vienen examinado con lupa desde hace meses, pero el problema sigue estando latente. El foco se ha puesto en cada mínimo detalle, menos en los verdaderos protagonistas. ¿Qué sintió Ilias Akomach cuando su rodilla se quedó clavada en el césped de La Cerámica? ¿Cómo notará su rodilla Dani Carvajal el día que vuelva a los entrenamientos con el Real Madrid? ¿Qué pensará Marc Bernal cuando tenga que entrar con fuerza a un choque después de la recuperación? Todas estas son preguntas que ya se han formulado otros futbolistas que también se rompieron el ligamento cruzado y Relevo ha hablado con algunos de ellos.
Hace algo más de una semana, Éder Militao se iba al suelo del césped del Santiago Bernabéu con la mano en la rodilla derecha. El gesto, que ya por sí solo asusta, vino junto a un grito de dolor que dejó helado a todo el equipo. Esta vez el zaguero brasileño se había roto el cruzado de su rodilla derecha, 15 meses después de vivir lo mismo en su pierna izquierda. "Me rompí un cruzado en cada pierna, que suele ser muy habitual en las lesiones de cruzado anterior. Es un mecanismo, algo que ocurre a menudo a los futbolistas", explica Pep Caballé, futbolista del Somozas que vivió dos cruzados, uno con 24 años en el Cornellá y otro con 31 en el Racing de Ferrol.
La opinión del extremo la secunda César Laínez, portero de aquel Zaragoza que alzó dos Copas del Rey. "Cuando una rodilla se desestabiliza se tiende más a apoyar en la otra y ocurren gestos raros. Es algo natural del ser humano", añade el exjugador que vivió dos roturas, una en cada rodilla. El caso de César es muy particular, la primera vez que se rompió uno de los ligamentos de su rodilla estaba en el colegio. Pese a ello terminó haciendo carrera en el fútbol.
«Me destrocé»; «quedé mareado y perdí la consciencia»
"A los 16 años, el día antes de ir con la Selección Sub-16 al europeo de Turquía, en clase de educación física hice una entrada a canasta jugando a baloncesto y me hice una tríada en la rodilla derecha", explica. La lesión a la que hace alusión se le conoce como 'tríada desgraciada', una triple rotura simultánea de ligamento cruzado anterior, lateral interno y menisco.
"'Mira qué tacos, son para romperte el cruzado', le dije a un compañero antes de empezar un entrenamiento. Al acabar me rompí el cruzado"
Dos roturas de ligamento cruzado, una en cada rodillaSiendo un adolescente sufrió la peor lesión de rodilla que existe en el mundo del deporte. "Decidí hacer un mate y al caer me destrocé", recuerda. Lo que le permitió creerse capaz de poder machacar el aro ("medía 1,81 metros desde los 12 años"), fue lo mismo que le facilitó su recuperación ("al estar tan desarrollado los huesos habían cerrado y se podía operar").
En el caso de Pep Caballé, su primera rotura ocurrió de una forma más usual. "Me pasó durante un entrenamiento, un compañero me empujó y se me quedó clavada la rodilla. Al momento supe que tenía algo grave", rememora. En ese momento jugaba en el Cornellá: "me quedé mareado en el suelo, perdí la consciencia". Tras la operación jugó su mejor fútbol, hasta que volvió a caer en el pozo a los 31 años. Otra vez, la desgracia ocurrió en un entrenamiento.
"'Mira qué tacos, son para romperte el cruzado', le dije a Joselu [máximo goleador de la historia del Racing de Ferrol] antes de empezar un entrenamiento. Al acabar me rompí el cruzado", revive. Con 31 años supo que tendría que pelear más que nunca para volver a su mejor nivel, pero su rodilla no parecía tan afectada como la primera vez. "Sabía que me había roto el cruzado, pero no me dolió tanto. Me fui andando a casa", añade.
"Intento mover la pierna y escucho un crujido. En ese momento supe que era grave, pero me forcé a seguir para convencerme de que no lo era. Fue inútil"
Una lesión de ligamento cruzado a los 40 añosOtro que estaba seguro haberse roto fue Jorge Molina. "Desde el primer momento supe que era algo grave. Entré al campo otra vez para intentar convencerme a mí mismo de que no me había roto", recuerda en una llamada telefónica con Relevo. El delantero de Alcoy sufrió un choque con un futbolista de la Ponferradina que terminó en una rotura de ligamento cruzado a sus 40 años. "Dejé el fútbol por la edad más que por la lesión", dice ahora, después de su paso por el cuerpo técnico del Granada.
Su mayor deseo era colgar las botas en el césped, no en un quirófano. Hoy, 15 meses después, sigue sin olvidar aquel día. "Con el golpe caigo al suelo y siento mi pierna paralizada. Intento moverla y escucho un crujido. En ese momento supe que era grave, pero me forcé a seguir para convencerme de que no lo era. Fue inútil".
Los riesgos del quirófano
César Laínez, como tantos otros, tuvo que pasar por quirófano. Lo hizo siendo un adolescente y en los años 90, con las complicaciones que eso conlleva. "En esa época se abría la rodilla entera y salir de la operación era casi un éxito", incide. Por suerte para el guardameta todo salió bien y pudo escalar en las categorías inferiores del Zaragoza, mientras hacía lo propio en la Selección Española.
"Pillé un virus de quirófano. Tenía unas fiebres tremendas y la rodilla inflamada, pero lo localizamos rápido"
Dos roturas de ligamento cruzado y diversas operaciones. Una bacteria le dejó sin cruzadoSu retirada, a los 28 años y después de una larga batalla junto a los mejores médicos del país, llegó debido a una lesión con el combinado nacional. "A los 20 años me rompo el cruzado de la pierna izquierda. Me vuelvo a operar y a los seis meses ya vuelvo a jugar. El siguiente año voy con la Sub-21 a Eslovaquia y allí nos clasificamos para los JJ.OO. En esa concentración chocó con Aranzubia entrenando y noto una molestia en esa rodilla", dice.
Esa molestia derivó en diversas operaciones que terminaron de truncar su carrera. En una de ellas experimentó uno de los grandes miedos de los quirófanos: "Pillé un virus de quirófano. Tenía unas fiebres tremendas y la rodilla inflamada, pero lo localizamos rápido". Aun así, terminó comiéndose por completo el ligamento de su rodilla izquierda. "Yo siempre puse la profesión por delante de físico. Ya dicen que los porteros están un poco locos", afirma entre carcajadas.
Pep Caballé pasó por el quirófano bajo la atenta supervisión del Doctor Cugat, una absoluta eminencia en este campo que cuenta con una larga lista de éxitos a sus espaldas (Pep Guardiola, Xavi Hernández, Samuel Eto'o, Mikel Arteta, Cesc Fàbregas, Andrés Iniesta, Carles Puyol o David Villa). "Me sacaron el tendón rotuliano, que también te pueden sacar del isquio", dice el delantero. Caballé habla sobre los dos métodos habituales para la reconstrucción artroscopia del ligamento cruzado.
"En la primera lesión no tenía miedo a nada, pero en la segunda todo cambió. Cada choque lo evitaba, pensaba: 'Si me rompo otra vez, me tengo que retirar'"
Dos roturas de ligamento cruzado, una en cada rodilla"Me costó muchísimo recuperarme de los dolores, pero a los ocho meses estaba compitiendo perfectamente", amplía sobre su primera operación, esta vez con el método del tendón rotuliano. "Me fue muy bien que me operarán del tendón rotuliano. Es muy duro, te escayolan, la recuperación es más difícil y menos llevadera, pero notas que la rodilla está más fija", completa.
Su segunda rotura, esta vez con 31 años y en el Racing de Ferrol, la solucionó con una reconstrucción gracias al isquiotibial. "Me quitaron del isquio y creo que un factor muy importe. La rodilla derecha la noto más débil, otros compañeros opinan lo mismo", asegura a Relevo ya con el foco puesto en su vida después del fútbol ("estoy en el descuento").
La etapa de '¿y si no me recupero?'
Sin ninguna duda, la parte más complicada de una lesión de ligamento cruzado es la recuperación. Un proceso largo (entre los seis y nueve meses de media), tedioso ("tienes que volver a aprender a hacer todo") y psicológicamente drenante ("mentalmente es muy jodido"). "La recuperación, siendo muy joven, no me esforcé, peró salí superbién. La segunda, con 31 años, hice todo lo posible por recuperarme y no hubo manera", explica Caballé, que sigue arrastrando secuelas de su segunda lesión cuatro años después.
"Tienes que aprender a caminar, a pisar, a trotar... En la piscina tienes que ir cogiendo la sensación de las pisadas, porque no tienes ese impacto. En la pierna pierdes toda la masa muscular y mentalmente es muy jodido", añade un futbolista que ha pasado por el mismo proceso en dos ocasiones. Durante todo ese camino nunca se fue el pensamiento de '¿y si no me recupero?'.
"Yo me hice un propósito: no ver ninguna lesión de ningún jugador. Esta lesión es muy jodida, porque el proceso es un infierno"
Dos roturas de ligamento cruzado, una en cada rodilla"Los primeros días te tienen que llevar al baño para ayudarte a ducharte. De los tres a los cinco meses no ves que haya avance. Ahí un momento donde haces el 'clic' y ves que lo puedes recuperar. Trotas bien, haces cambios de dirección sin miedo: ves la luz al final del túnel", desarrolla. En su caso, todo fue "muy difícil de saber gestionar", especialmente la segunda lesión con 31 años. "Estás, pero parece que no estás. Eres de la plantilla, pero no haces nada con ellos. Es muy jodido".
Con el tiempo ha llegado a romantizar esa lesión: "Hay algo mágico dentro de ti que te hace ser mejor futbolista cuando te rompes el cruzado. Las lesiones te hacen ver que no eres nadie y el fútbol se te puede ir". Jorge Molina no lo ve así. "El proceso fue muy complicado. Mi intención era la de recuperarme y por lo menos jugar un año más y dejar el futbol en el campo", revive.
En aquel entonces el delantero del Granada terminaba contrato con el club y pidió hacer la recuperación en las instalaciones pese a no tener contrato en vigencia. Esa petición fue denegada. "En el club no lo vieron así y entonces optamos por la opción de incluirme en el cuerpo técnico", explica sobre su etapa en el club nazarí.
"Fue muy complicado y duro. No es el final que me hubiera gustado para mi carrera. En mi caso no me apoye en psicólogos, sino en la familia y los amigos que son los que están siempre", recuerda con calma después varios meses complicados. En el otro lado del espectro está César Laínez, que vivió está lesión en inicio del despunte de su carrera. "Cuando te acostumbras al dolor, salvo que no puedas andar, tiras para adelante. Sabía que tarde o temprano esto [fútbol] se me iba a acabar", explica.
Las manías que dejan los cruzados: «Me prometí no ver ninguna lesión; es el inferno»
Después una rotura de ligamento cruzado y su correspondiente recuperación pocos se salvan de quedarse con alguna 'tara' para toda la vida. Si no es en el aspecto físico, lo es en el mental, pero una lesión de este estilo deja una marca para el resto de la carrera deportiva de quienes la sufrieron.
"En la primera lesión no tenía miedo a nada, pero en la segunda todo cambió. Cada choque lo evitaba, no quería contacto. Siempre pensaba: 'Si me rompo otra vez, me tengo que retirar'", confiesa Caballé. Para él, el peor momento llegó entre los tres y los cinco meses de recuperación: "No ves avances. Piensas: '¿Y si no vuelvo a jugar?'. Es desesperante".
"Me caso lesionado nada más volver de la concentración con la Sub-21. En las fotos de la boda salgo en muletas"
Dos roturas de ligamento cruzado y diversas operaciones. Una bacteria le dejó sin cruzadoMolina todavía no olvida la soledad a la que le desterró la lesión: "Es muy duro pasar tantas horas en el gimnasio viendo a tus compañeros jugar. Cada rotura de cruzado que veo ahora me remueve por dentro, porque sé todo lo que hay detrás. Todo ese trabajo invisible que la gente no ve".
Para Laínez su calvario con las lesiones le dejó recuerdos imborrables. "Nos clasificamos para los Juegos Olímpicos y el entrenador me dijo que quería que estuviese en la convocatoria. Me caso lesionado nada más volver de la concentración con la Sub-21. En las fotos de la boda salgo en muletas", rescata el guardameta.
Entre esas manías que deja le lesión Pep Caballé destaca dos de ellas: las botas que utiliza y una promesa que se hizo a si mismo. "Rompí los dos cruzados con el mismo tipo de taco: largo y ancho. Cuando me compré esas botas, bromeé con un compañero: 'Estas son para romperte el cruzado'. Y ese mismo día, en el entreno, me rompí. Desde entonces, solo uso tacos redondos. No es paranoia, es precaución", explica a Relevo.
Caballé, como tantos otros, nunca verá una lesión de esta tipo de la misma manera. "Yo me hice un propósito: no ver ninguna lesión de ningún jugador.No quiero verlo repetido. No me gusta, lo intento evitar, porque duele mucho. Es una situación muy complicada. Esta lesión es muy jodida, porque el proceso es un infierno", termina el ahora jugador del Somozas.
El fútbol es un deporte de pasión y entrega, pero también de riesgos que pueden cambiar el curso de una carrera en un instante. Las roturas de ligamento cruzado son una prueba de fuego que pone a los jugadores frente a sus límites físicos y mentales, pero también son un recordatorio de su resiliencia. En cada historia de dolor y sacrificio hay un hilo común: el deseo de volver, la lucha contra el miedo y el aprendizaje que queda para toda la vida. Para algunos, como Pep Caballé o César Laínez, las lesiones trajeron consigo lecciones de humildad y fortaleza. Para otros, como Jorge Molina, marcaron el final de un sueño. Más allá de las estadísticas y las posibles causas, estas historias revelan el lado más humano del deporte, donde lo que importa no es solo el retorno al campo, sino la capacidad de levantarse, incluso cuando parece que el fútbol se escapa para siempre.