Un Rayo descomunal apaga la remontada hacia el liderato del Real Madrid

Arda Güler sacó de centro con un disparo directo a la portería del Rayo. Así empezó el partido. La prueba inequívoca de que en Vallecas se vive un fútbol distinto. Aún no sabemos si del futuro o del pasado, pero sí que es más divertido que lo que se siente en el resto de estadios. El zapatazo del turco fue el inicio de un encuentro formidable, en el que los locales y todo su barrio le ganaron un punto a un Real Madrid esforzado pero no súper, con el liderato en juego y en vano.

La Franja firmó un inicio frenético, con dos goles que secaron a los blancos, de Unai López y Mumin, y un ritmo que provocaba flato. A los que corrían y a los que contemplaban tal espectáculo. Entretanto, Fede Valverde emergió de nuevo para conectar a los suyos en su peor momento. Tras él surgió Rodrygo, que fue la seda total, pero terminó siendo insuficiente ante un rival que no sólo duró una parte: mereció el triunfo hasta el final, ganando, perdiendo y empatando, con un Lejeune providencial en cada área.

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El Rayo es justo lo que demostró en los primeros veinte minutos. Un equipo chisporroteante, con burbujitas, enérgico, que se apodera de cada inicio. Así plantaron el 2-0 en el marcador, espoleados por un Jorge de Frutos espléndido, y con los goles de Unai López y Mumin. Después, como todas las burbujas, se fueron diluyendo. Pero siempre quedó rastro, hasta el último segundo.

El Real Madrid volvió a regalar las máximas facilidades a sus rivales: alineando otra vez a Lucas Vázquez y a Fran García en los laterales. Los de Ancelotti no dan abasto. Tras reponerse ante cualquier adversidad ahora también tienen que competir contra sí mismos, con tal boquete en sus carriles.

Rodrygo juega al fútbol como si estuviera en una película de espías. Sin hacer ruido (para bien o para mal), finísimo. Tan sibilino. Es el futbolista con más mala idea de todos y a la vez tiene cara no de no haber roto un plato en su vida, sino de trabajar reconstruyéndolos a cachitos. El típico chaval al que en el colegio no le castigaban nunca, pero cómo la liaba.

Rodrygo pisa el área con silenciador. Hay veces que ni te das cuenta. Fue el respiro del Madrid cuando más sufría y con una jugada de tres regates conectó a los suyos. Después, asistencia y gol. Pero Rodrygo también es un tipo frío, y aún ni sus tantos ni sus pases sirven para encauzar una Liga, sólo las noches de luna llena en la Champions.

Bellingham ha marcado siete goles de sus últimos siete tiros. Siete tantos en los últimos seis partidos. Ha vuelto el 'killer' más pletórico de la Liga, que a veces se lanza al suelo para rebañar en área propia y otras se tira al punto de penalti para cabecear la meta de Vallecas.

Pero Bellingham no se ha ganado ser el ídolo del madridismo sólo por su fútbol. A la afición merengue también le enamoran sus ataques de cólera, como los que le dan siempre a Vinicius. Esta noche, al pedir una tarjeta amarilla para Lejeune como si le fuera la vida en ello, y al lamentarse de dos puntos de oro que se le escapan a los blancos, en la acción que no llegó a rematar Rüdiger y en la que sí lo hizo Isi Palazón.