OPINIÓN

Prohibido criticar al Barça

Lamine Yamal y Robert Lewandowski hablan en Girona. /GETTY
Lamine Yamal y Robert Lewandowski hablan en Girona. GETTY

Jacinto Elá, que fue un niño prodigio del Espanyol en su día como lo es ahora Lamine Yamal, volvió a inspirarme ayer mismo en X con su dardo público, y con cariño, al narrador y los opinadores habituales de Movistar+: "Cuando vapulean al Barcelona los comentaristas dicen cosas buenas de los culés. Cuando juegan bien dicen cosas malas...".

Me vi identificado con una salvedad: a mí me han criticado en el círculo más cercano por ser siempre igual de vinagre. Sin distinciones por el resultado. Por, supuestamente, dejarme llevar por las tropelías que lleva cometiendo la directiva desde hace años y extender ese oscurantismo entre la plantilla. Como si Laporta fuera Lucifer y Vitor Roque, Ronaldinho.

Reconociendo que es más fácil criticar como hace Boyero que escribir las odas de mi admirado Roncero, no me reconozco en ese rol de Évole que pintan al estilo de El follonero. Sin necesidad de ser soci, cumplí como promesa llevar a mi padre a ver al gran Barça a cada final de Copa que nos pillara a mano, como el que viaja anualmente a Lourdes. Aquello era otro deporte. Y, además, aún guardo el titular de una crónica en El Sardinero en el mismísimo AS que pudo costarme la cabeza en mitad de aquella tormenta de Clásicos: "La dictadura de Messi". Vivo tan contento por que me vean como barcelonista que cuando Toñín El Torero me abraza como uno de los suyos. El periodismo y el fanatismo no maridan.

Aun así, conviene la autocrítica. Y en ello ando.

En su día, lo de Xavi no me olía nada bien desde el principio y así lo expresé de forma compulsiva. No saben lo que duele no comulgar con quien era todo un ídolo de corto. Así que un excompañero de curro, más culé que Gaspart, me afeó algunos de esos palos segurísimo -equivocadamente- de que pronto me los tendría que comer juntos. El caso es que, como le aprecio y sabe de esto un rato, me hizo ir al rincón de pensar. Antes de que jugara el Barça pasaba por el gimnasio para destensar. Y ahora, con el equipo líder en LaLiga -que no en Europa, la prueba del algodón-, y viendo que opino como un Marcelino recientemente entrevistado ("atacan como cosacos con un fútbol más parecido al actual, pero los balances no se pueden hacer tan pronto"), también me han atizado. Así que, tras reflexionar, he decidido pasar a escribir sólo en positivo.

Ter Stegen es una ONG. No hay rival ni delantero que no le tenga que agradecer algún día algún regalo. Y hay que reconocérselo. Lo de Mónaco fue un accidente. Seguro que sabía, y se le olvidó, que Eric García no es mediocentro y no tiene los automatismos de Busquets para hacer encaje de bolillos. Courtois tendrá que apretar los dientes si algún día quiere estar a su altura. Iñaki Peña, como Manolín Bueno con Gento, debe seguir esperando.

Araujo puede recuperarse con paciencia. Nadie le echa de menos. Total, para los expertos, es un defensa que sólo sabe defender y aquí hay que tocarla por dentro y pegar diagonales aunque a veces sean sin sentido. Cubarsí -recién llegado y con un gran porvenir- e Íñigo -con más pasado que futuro- son una garantía en España. Y en Champions, qué más da: ya se irán apañando. Esta competición con nuevo formato no es una prioridad y hasta puede ser una distracción de cara a intentar ganar LaLiga. A ver si pica y se enreda ahí el Real Madrid...

En medio campo, tras la desgracia de Bernal y la bendita aparición de Casadó, Flick hizo bien en cambiar el paso del personal. Como sucedió con Xavi, que puso a Christiensen de pivote en mil partidos para que cogiera el pulso para las noches más cruciales y lo sentó cuando llegó el día de la verdad entre semana, esta vez el técnico alemán recorrió el camino inverso con Eric. No dar pistas, y despistar hasta a tu propio equipo, igual no es eficaz pero al menos es divertido. Esto, a fin de cuentas, es un espectáculo. Por eso Balde, que ataca mejor que defiende -y bien que lo sabe De la Fuente- acabó de extremo el jueves aprovechando que el míster sentó a Lewandowski y Lamine para intentar la remontada.

Arriba, y a falta de Olmo, conviene tener todos los cuidados del mundo con Yamal. A sus 17 años está jugando mucho más, y soportando más presión y responsabilidad, que Messi cuando empezaba y que hasta otras estrellas precoces como Pablito Calvo, Joselito y Marisol. Lewandowski, copiando el ejemplo de Raphinha, ha entendido que debe doblar esfuerzos para evitar otra desgracia en forma de lesión. Y, a veces, ante una repentina pérdida de balón el tío va y hace hasta alguna cobertura para tapar la salida del adversario. Cuando regrese Gavi, que falta hace y se le añora, no se si podrá aguantar su ritmo.

Este Barça pinta bien. O al menos, mejor. Y eso es porque, por lo que cuentan ahí dentro, por fin se entrena. El partido del domingo en La Cerámica confirmará si el debut de Champions fue un accidente o, ahora que llega otra prueba dura, tiene pinta de tendencia. Yo, por si las moscas, y ahora que le veo mejor color a este equipo y no quiero molestar a estas alturas, iré por la mañana a ver si retomo mis rutinas y bajo un par de tonos. Primero levantando esas pesas olvidadas y luego escuchando en bucle a Van Gaal: "Siempre negativo, nunca positivo...". De haberlo hecho antes hubiera visto que el Barça brilló contra los todopoderosos Valencia, Rayo o Valladolid y se la pegó en Mónaco ante un hueso.