OPINIÓN

Ter Stegen es salir de fiesta un lunes

Ter Stegen bloca un balón en el Monco-Barça de este jueves. /AFP
Ter Stegen bloca un balón en el Monco-Barça de este jueves. AFP

Ter Stegen somos nosotros, y por eso nos duele el doble. Porque es un espejo de nuestros mejores años, que ya no lo son.El alemán, acomodado desde hace una década en la privilegiada portería de Barcelona, lleva años dejando la sensación de que él ya tocó techo, que ya ha jugado sus mejores partidos y que lo que le queda es un epitafio, con alguna que otra gran noche, lejos del nivel que exige la portería del Barça. Nos agarramos a Ter Stegen como lo hacemos con la palabra juventud rebasada la treintena, porque todavía nos reconocemos en aquello que vemos, pero ya sin la convicción que merece el tema.

Ter Stegen es salir de fiesta un lunes. No es lo mismo. Los cubatas no saben igual, no hay gente y al final te sientes raro viendo que el resto está mirando una peli en su casa. En Europa, el Barça arrastra un castigo que solo conserva Ter Stegen. Solo él tiene la memoria lo suficientemente larvada como para recordar ese 8-2, Anfield, Roma, los hundimientos en Europa League y la incapacidad, en todo momento, de levantar el temporal. En vez de ver a un jugador que use la experiencia como algo positivo, para el Barça Ter Stegen viene siendo una puerta abierta hacia un pasado que se debe extirpar. Solo hace falta ver la reacción del alemán tras los fallos: la desidia de quien ya ha abrazado la mediocridad. Ter Stegen está más cerca de un funcionario que de un aventurero, y la portería invita siempre a lo segundo.

Pero el culer también se reconoce en Lamine Yamal, que representa la ausencia de todo mal, una inocencia previa a la decrepitud de la adultez. Es un jugador sin memoria ni pasado que soportar, una hoja en blanco en la que todos proyectamos aquello que nos gustaría que hubiese sido el Barça estos años porque sabemos, aún en su precocidad insultante, que tiene el talento y la personalidad para hacer realidad lo que se imagina. Su talento, nivel y personalidad ya son tales que es capaz de condicionar un partido que nace muerto, dándole vida a situaciones inertes. Es ver explotar el Big Bang en directo.

Se explica el partido del Barça desde Ter Stegen y Lamine, desde dos tiempos que colisionan en directo. Porque si uno arrastra una tortura, una herida sin coser, el otro lleva consigo un poder enorme, regenerador. En realidad, todo esto tiene mucho más que ver con nosotros de lo que nos gustaría. Escoger entre el trauma o la ilusión, entre la catarsis o la revuelta, la inocencia o el cinismo. Ter Stegen, como le sucediese a tantos otros, se quedó atrapado en una excelencia finita, envuelto en un enjambre acrítico que incluso en sus peores años nunca le negó la portería azulgrana. Ahora, ya con Flick, choca ver la línea a 55 metros y el portero pegado a su portería, como si salir supusiese un ejercicio imposible para quien hace años que vive bajo palos.

Si el Barça aspira a Europa, más le vale ponderar la inocencia de Lamine Yamal. Bendita juventud.