CASO OLMO

El Real Madrid de las 999 batallas solo se ausenta de las que afectan a Joan Laporta y al Barça

El presidente blanco ha ayudado activamente al Barcelona a cambio de la alianza de la Superliga. Solo se personó, testimonialmente, en el caso Negreira.

Florentino Pérez y Joan Laporta. /EFE
Florentino Pérez y Joan Laporta. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

El cambio de año ha llegado al Barcelona con agitación, con más incluso de la que ya es habitual en una institución que, en los despachos, está lejos de vivir sus mejores días. La batalla por la inscripción de Olmo y Pau Víctor les ha llevado a un rotundo rechazo de LaLiga y de la nueva RFEF. También están detrás de lo que está ocurriendo el Atlético, el Sevilla y el Athletic, especialmente los últimos, molestos y con la sensación de que para el Barcelona siempre hay algo más de comprensión que con el resto.

A ese listado de clubes no se suma el nombre del Real Madrid. No es que no estén atentos a la situación, cómo no estarlo, pero quedan muy lejos de la indignación de otros. Es, de hecho, algo parecido a un aliado, por más paradójico que pueda resultar. Rivales sí, adversarios sin duda, pero enemigos no tanto.

Esta relación sin tensiones contrasta con las múltiples batallas en las que el Real Madrid baja al barro (LaLiga, UEFA, los (no) premios individuales a sus jugadores, los árbitros, etc). Cuando se habla del Barcelona, y salvo alguna pequeña excepción, apenas hay una mala palabra o comunicado.

Sucede en el caso Olmo, pero es solo uno más. Hace ya tiempo que Joan Laporta, cuando mira las fichas en el tablero, sabe que sus mayores problemas no se generarán en el Bernabéu. Es algo que se lleva con discreción, pues que exista cierto entendimiento en los despachos no es algo que se tome con humor por parte de ambas aficiones, para la grada no existe el pragmatismo, ni los planes a medio plazo, ni las ententes cordiales cuando los objetivos no se solapan.

Ahora mismo hay una relación desigual, pero relación al fin y al cabo. El Real Madrid lleva años manejándose con cierta holgura en lo relativo a las cuentas, lo que siempre supone una cuota de independencia. Es algo de lo que el Barcelona no puede presumir, y de hecho su situación económica es maltrecha. Ahí entra en juego Florentino Pérez, que es uno de los grandes empresarios de España y, por lo tanto, conoce de cerca el mundo del dinero y de la banca.

Es conocido que Anas Laghrari, el cerebro financiero en el que se apoya Florentino Pérez para sus grandes operaciones, ha sido también un aliado para el Barcelona cuando ha buscado dinero para llevar a cabo algunas operaciones relacionadas con el Camp Nou o el tratamiento de la deuda del club. De hecho, ambos equipos tienen acuerdos de explotación de sus flamantes estadios con Legends, llegó primero el Real Madrid y unos meses después también el Barcelona.

Este tipo de ayudas no se limitan al mandato de Laporta, también hubo participación de gente cercana al presidente blanco en la negociación de Goldman Sachs, clave para la financiación del coliseo blaugrana, todavía con Bartomeu como presidente del Barça. También en una de las palancas del club, necesarias en momentos de estrés financieros para salvar las cuentas, apareció JP Morgan, un banco que en el pasado tuvo bastante vínculo con Pérez e incluso lo llegó a tantear como alternativa a CVC en su guerra con LaLiga.

Florentino valora mucho que el Barcelona siga metido en la Superliga, es de hecho el único club que todavía forma parte públicamente del intento, pues incluso la Juventus se fue de aquello. Para el mandatario blanco esa alianza es importante, pues su lucha contra la UEFA es una de las grandes obsesiones en la casa blanca.

Ese apoyo ha sido recompensado también con respaldo institucional. Por ejemplo, cuando fue elegido presidente, Laporta tuvo importantes problemas para encontrar los avales. Tanto que tuvo que meter en su equipo a Ferran Reverter, un duro director general. El miedo a tener que perder el aval si había pérdidas operativas, algo que se vio acuciado por la pandemia, llevó a una maniobra política para suprimir la exigencia del aval en la Ley del Deporte. Florentino apareció en aquella negociación, a pesar de que el Madrid consiguió mantenerse lejos de los números rojos incluso en la coyuntura del Covid. Aquel cambio legal, además de un alivio para Laporta, significó poder deshacerse de su CEO y empezar a gestionar el club como una "empresa familiar". Para bien o para mal.

Florentino también consiguió que el Barcelona no entrase en CVC, el proyecto auspiciado por LaLiga en el que el resto de clubes del campeonato vendieron un porcentaje de sus derechos de televisión futuros a un fondo de inversión. Laporta entendió en aquel momento que los argumentos que daba el mandatario blanco para el Real Madrid valían también para su club. De hecho, aunque el presidente del Barcelona ha tenido acercamientos diversos con Javier Tebas, y es bien conocida la difícil relación de este con Florentino, eso no ha hecho que el dirigente blanco cambie su posición con respecto al Barcelona.

Los malos momentos

Hay en aquella decisión una frase que se repite, y es esa que dice que si van tantas veces de la mano es porque ninguna empresa del mundo se parece tanto al Real Madrid como el Barcelona. Y viceversa. Son muy parecidas en tamaño, en fuentes de financiación, en mercado, viven en la misma normativa y en el mismo entorno competitivo. Como pasa en muchos otros sectores, puede haber competencia, pero en cuestiones como la regulación o el crecimiento de la base lo normal es que vayan de la mano.

Algunas empresas e instituciones externas, en proyectos que incumben a los dos, saben que el camino más fácil para convencer al Barcelona es tener de su lado previamente a Florentino Pérez. Suelen ir en pack y eso le da a Pérez mayor poder y capacidad de negociación. Todavía más si cabe, que no en vano hablamos del presidente del Real Madrid.

Es verdad que no todo siempre ha sido sencillo. Cuando estalló el caso Negreira el Madrid fue algo más lento que LaLiga en personarse, pero terminó entrando también como acusación en el proceso. Era difícil, sobre todo de cara a su afición, no hacerlo. En la rueda de prensa que dio Laporta para afrontar el tema, bastante incendiaria, el presidente azulgrana más que explicar su relación económica con el exmandatario arbitral, se dedicó a hablar de madridismo sociológico o a relacionar al club blanco con el franquismo. Una llamativa performance, pero por encima de todo una cortina de humo.

"Siempre ha sido favorecido por los árbitros, también ahora. Es el equipo del régimen", llegó a decir Laporta en aquella ocasión. Al presidente del Barcelona siempre le ha funcionado señalar al Real Madrid. Es pura política de comunicación, consigue así desviar la atención sobre su gestión y situar un enemigo tangible para los suyos. De primero de populismo, lo que no quita para que, cuando delante no tiene un micrófono, no rechace en absoluto una relación con el Madrid que en muchas ocasiones le es provechosa.

El club de Concha Espina contestó aquel desfogue de Laporta en su televisión con vídeos en los que, sorprendentemente, se mordió el anzuelo de esa provocación histórica y se señaló más a Medina Cantalejo o a Clos Gómez que a Enríquez Negreira, por más que de este último haya pruebas de pagos durante décadas. Los excesos verbales de Laporta suelen ser respondidos con el silencio estampa del Madrid. En realidad, el silencio es, al menos oficialmente, la respuesta más frecuente en el club de la capital.

Todo aquello fue llamativo, y a la afición le sirvió para reafirmar sus odios e ideas preconcebidas, pero la realidad es que no fue suficiente para romper una entente cordial. Hay demasiado en común, y demasiado en juego, como para que el show tome las decisiones.