RONALDO NAZÁRIO

La pérdida del hechizo de Ronaldo y Valladolid en seis años tras 'pasearlo' por Ibiza, el Golden Gate y juguetear con la Champions

La implicación del brasileño a la cabeza del Real Valladolid ha atravesado diferentes etapas en una clara decadencia que parece estar cerca, más de seis años después, de llegar a su fin.

Ronaldo, en una rueda de prensa en Valladolid. /EFE
Ronaldo, en una rueda de prensa en Valladolid. EFE
Alejandro de Paz

Alejandro de Paz

Valladolid recibió a Ronaldo como un héroe. Tras casi dos décadas de presidencia de Carlos Suárez, con más disgustos que alegrías, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos había decidido apostar por esta ciudad, donde la afición soñaba con volver a tener un club asentado en la élite, el que históricamente era su sitio. Quién no se iba a ilusionar. Aunque otros, más cautos, se aferraban al refranero español: más vale malo conocido que bueno por conocer. Estos días, una vez más, porque no es la primera, Ronaldo da por hecha la venta del club y su paso a otros retos, como presidir la Confederación brasileña de fútbol (CBF).

Aquel 3 de septiembre de 2018, 'O Fenômeno' compareció en el ayuntamiento junto con el alcalde, el actual ministro Óscar Puente. Ambos salieron escoltados por varios policías que les abrieron paso entre una multitud de personas que persiguieron al recién llegado. Hoy, seis años después, el brasileño apenas pasa por Valladolid y cuando lo hace es sin llamar mucho la atención para evitar ser visto, ya que la reacción de los vallisoletanos no sería, ni mucho menos, parecida a la de antaño.

Invitó a la plantilla a su casa en Ibiza

Y es que, aunque ahora parezca una utopía, el aún presidente del Real Valladolid tuvo una época en la que su implicación con el equipo era máxima. Llegó con la temporada ya empezada tras ascender a Primera División, saldó la deuda que azotaba al club y, tras lograr la permanencia, invitó a toda la plantilla a Ibiza para celebrarlo. Por si fuera poco, organizó la pretemporada en Estados Unidos, una evidencia de crecimiento en la entidad, que incluso presentó su nueva equipación en el Golden Gate.

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Además, ese verano, impulsó una reforma del estadio y demás instalaciones del club que cambiaron drásticamente la manera de verlo, sobre todo por dentro a quienes allí trabajaban y entrenaban. Oficinas, sala de prensa, un gimnasio al que ahora los jugadores no tenían que ir por las mañanas a 0° al no tener calefacción… y, por supuesto, la eliminación del foso y la mejora de los campos de entrenamiento. En cuestión de unos meses, el Real Valladolid parecía una entidad distinta.

En esta primera etapa como presidente, además de la inversión económica, el presidente también estaba muy encima del día a día de su club, hasta el punto de participar activamente en la negociación de fichajes haciendo uso de su gran influencia en el mundo del fútbol, hablando personalmente con jugadores y enviando vídeos de bienvenida a los que llegaban. Por supuesto, tenía una casa en Simancas, municipio vallisoletano, frecuentaba la ciudad y acudía a los partidos. Incluso bajaba al vestuario tras los encuentros a dar consejos a sus delanteros.

Ronaldo, esclavo de sus palabras

Tras la primera permanencia, el optimismo era tal que Ronaldo pronunció aquellas famosas declaraciones: "Lo normal es que en cinco años peleemos por un puesto en Champions League". Y, como dijo Aristóteles, "el hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios", y son estas palabras las que han perseguido durante tantos años al brasileño. Cuando el aspecto deportivo iba bien, era difícil quejarse. Cuando empezó a ir mal, todo lo demás dejó de importar porque, al fin y al cabo, en un equipo de fútbol lo que cuenta es ganar. Es aquí cuando comienza a abrirse un cisma entre club y afición.

Dentro del club se vive bien. Mucho mejor que antes. Todo el que ha conocido en lo personal a Ronaldo habla de él como alguien cercano, amable y dispuesto a ayudar incluso en el ámbito personal. Un gran jefe y una gran persona. Incluso ayudó a sus trabajadores durante la pandemia. Pero desde fuera comienzan las dudas. Tras dos permanencias, la tercera temporada desemboca en un descenso previsible con un equipo en el que no se apreciaba esa mejora exponencial que se prometió en su día. De nuevo en Segunda División. Un bucle que se haría eterno.

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Sin éxito deportivo no hay nada

Si algo le costó caro a R9 y a su gente de confianza fue encajar las críticas y, sobre todo, erraron con las palabras que utilizaron, convirtiéndolas una vez más en sus verdugos. Un directivo brasileño del club llegó a decir, de manera desafortunada, que "el Valladolid que aparecía en las búsquedas de Internet era una ciudad turística de México" antes de la llegada de Ronaldo. Ante el descontento de la afición, se solía sacar pecho de lo logrado en otros ámbitos. La internacionalización, la gran evolución en redes sociales… pero pocos lo valoraban si el equipo bajaba.

Incluso se llegó a atacar directamente a los sectores más críticos, acusándoles de "radicales" e incluso de racistas en diferentes momentos de tensión durante los últimos años. Por supuesto, decisiones unilaterales como la del cambio de escudo no ayudaron y añadieron más leña al fuego, pese a que se hizo tras el regreso a Primera División. De poco valió, ya que se volvió a descender unos meses después. Aunque eclipsados por lo negativo, también hubo buenos gestos, como el reducir el precio de los abonos tras las numerosas quejas sobre su aumento.

Un problema personal con la afición

El enfrentamiento ya se había convertido en algo personal y parecía ya irreversible. Las promesas no se habían cumplido. El "legado" del que siempre ha hablado Ronaldo se había quedado incompleto: la ciudad deportiva, la imagen del club, la estabilidad deportiva y financiera… Además, muchos ven enchufismo e intereses ocultos en decisiones deportivas que tampoco han resultado eficaces. Por último, la situación económica es crítica, y la grada del José Zorrilla no ve traducido sobre el césped el dinero obtenido en ventas.

Se han exigido muchas explicaciones, pero es que Ronaldo nunca quiso ser cercano a los periodistas, que al fin y al cabo son el principal intermediario con la afición. Apenas dio entrevistas, las comparecencias en rueda de prensa las hizo con cuentagotas y siempre prefirió refugiarse en otras figuras del club, como David Espinar, que en muchas ocasiones sirvió como escudo al presidente. Así, su relación en general con la prensa vallisoletana nunca destacó ni dejó de ser tensa.

El Cruzeiro, otro sueño pasajero

Podría decirse que su relación con el Cruzeiro fue similar. Aunque más breve y logrando un ascenso a Serie A, la afición brasileña terminó por hartarse de la situación deportiva. Las protestas y las amenazas se intensificaron hasta alcanzar un límite en el que Ronaldo tomó la decisión de vender por la vía rápida. Dos experiencias al frente de dos clubes que le han dejado claro que su futuro no está en ese mundo.

Llegado un punto de no retorno, ni Valladolid quiere a Ronaldo, ni Ronaldo quiere a Valladolid. Así lo ve el brasileño, que ya ni se esfuerza por disimular su desinterés en el club, con quejas a la falta de apoyo en la ciudad e incluso con lo que se ven como faltas de respeto al estar jugando al tenis en Twitch mientras su equipo juega y pierde. A día de hoy, busca la manera mejor y más rápida de deshacerse de la propiedad, sobre todo de cara a su candidatura a la presidencia de la Confederación Brasileña de Fútbol. Pero, ahora que su etapa como presidente está cerca de cerrarse para siempre, lo que está claro es que allá por donde ha pasado no se guarda buen recuerdo de 'O Fenômeno', que si bien se ganó este sobrenombre en el campo, no ha sido capaz de hacerlo en los despachos.