REAL MADRID

Ancelotti y el Real Madrid dan otro paso hacia Brasil

La falta de confianza del club en el técnico, aireada en el Mundialito, va a más y el vestuario está más agitado que nunca con la oferta de la CBF encima de la mesa.

Ancelotti y Florentino, en una reciente entrega de premios./GETTY
Ancelotti y Florentino, en una reciente entrega de premios. GETTY
Alfredo Matilla

Alfredo Matilla

Si Florentino Pérez se disgustó a finales de enero con un empate en el Bernabéu ante la Real Sociedad (no le gustó que Camavinga fuera lateral) y montó en cólera por el 1-1 del derbi del pasado fin de semana pasada (pidió que los titulares estén siempre en el campo), imaginen cómo andará a estas horas después de la derrota frente al Barça más mermado en la ida de las semifinales de la Copa en un frustrado Bernabéu.

Carlo Ancelotti bien lo sabe. Desde hace un par de meses ha notado cómo la confianza del club en él ha ido claramente a menos y, además, palpa que el vestuario ha empezado a revolverse en febrero como no recordaba. Lo que era una buena noticia para el italiano, la propuesta de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) para que dirija a su selección antes de la retirada, se ha convertido en un caramelo envenenado que ha calado en su contra en cada rincón de Valdebebas.

La cúpula directiva del Real Madrid conoció el interés de la canarinha en Carletto, y un supuesto pacto verbal, en el Mundial de Clubes de Rabat. Y ahí, condicionada ya por la derrota en el anterior Clásico de Arabia, es cuando empezó a torcerse una relación club-entrenador que hasta la fecha había sido modélica.

Según varios testigos consultados de excepción -de corto, chándal y corbata-, más de un miembro de la expedición blanca de peso se dirigió al técnico en unos términos inesperados para alguien que viene de ganar Liga y Champions y que tiene contrato hasta junio de 2024. Lejos de preguntarle cara a cara si había algo de cierto, reprobar su actitud dejándose querer o dejarle claro que la puerta está cerrada, mostraron comprensión, fraternidad y hasta le animaron. Es más, le dieron un manotazo cariñoso, le hicieron ver que coger las maletas siempre es un planazo y poco más que le invitaron a aceptar la propuesta a final de temporada. Ancelotti no entendía nada.

Sin embargo, tanta camaradería le sirvió para dar sentido a todo lo que estaba ocurriendo a diario. Nadie, absolutamente nadie, ha cruzado una palabra en lo que va de 2023 con él para comenzar a planificar la plantilla del nuevo curso. Y eso que hay urgencias, entre ellas las renovaciones, que por el camino ha habido que resolver casos como el de Fran García o Brahim, y que Bellingham necesita ver gestos para convencerse. Los nombres que se airean o son publicados, son ajenos a él, ya que ha decidido centrarse en el presente porque puede que el futuro sea sin él.

Unos, como Solari, mantienen las distancias por educación y prudencia: no quiere confundir al personal. El nuevo director de orquesta de la Ciudad Deportiva ha aparecido tres veces por los entrenamientos, pero no ha tenido contacto con la plantilla ni ha tenido una cumbre seria con el entrenador. No quiere que, por su pasado como técnico del Madrid, nadie crea que merodea por allí por si el actual staff cae para coger rápido el testigo. Otros han reducido su contacto con Ancelotti debido a que son conscientes de que si no gana nada tiene todas las papeletas para salir y que sólo le salvaría la Liga o la Champions. Prefieren esperar.

La inestabilidad se palpa

El gran problema, que tiene su repercusión en el verde, es que el vestuario ya ha interiorizado que Ancelotti, salvo milagro, no continuará. Y eso afecta a cada paso que da el equipo a diario. Más allá de las típicas bromas en torno a Ancelotti sobre los rumores y su futuro, sobre todo en boca de Militao, Vinicius y Rodrygo, algunos futbolistas están aprovechando la inestabilidad general para mirar cada vez más por su negociado. De ahí las quejas al que manda de algunos pesos pesados. Ya sea cuando no juegan de inicio o al hacerlo fuera de posición y en el momento en el que son sustituidos sin coherencia. Esos dardos se unen a otros que no llegan tan arriba. Esos que se centran en que lo de la meritocracia es una leyenda urbana.

Ancelotti, lejos de rebelarse, tener que soportar indirectas subliminales con las alineaciones, señalar o alzar la voz, opta como siempre por callar, templar los ánimos, hacer un llamamiento a la unión públicamente y ponerse en manos de un vestuario que, pese al runrún y las lógicas excepciones, le adora. Es consciente de que depende de sus jugadores. Ya salvó un match-ball en Vila-real con aquella remontada copera de octavos. Y en Anfield llegó a recomponerse con una resurrección de libro. Pero en el Madrid, dos resultados adversos son una losa y los Clásicos del 19 de marzo (Liga) y del 5 de abril (Copa) son la mayor de las amenazas.

Aun así, pese al continuo ruido alrededor, Ancelotti está tirando de experiencia y, a cada pregunta sobre la desconfianza, sigue dando ejemplo y como mucho levanta la ceja. Al final, la temporada que viene entrenará al Madrid o a Brasil. No está nada mal. Lo único que verdaderamente le duele y le dolerá es que el club, por conveniencia o por fingir caballerosidad, le anime más a irse a Brasil que la propia CBF. Si le dieran a elegir, él prefiere despedirse de los banquillos en su casa.