OPINIÓN

Un cambio de era es lo que necesita el Madrid

Ancelotti, enfadado, en el partido del Madrid en Vila-real./GETTY
Ancelotti, enfadado, en el partido del Madrid en Vila-real. GETTY

Cómo de entretenido es ver jugar al Barça y al Madrid a la misma hora. Aunque sólo sea un rato, en Copa del Rey y en un jueves desapacible. El fin del carrusel de partidos de antaño y el obligatorio reparto de las franjas horarias para pillar cacho de la televisión nos privan de mala manera de una emoción inigualable. Odio eterno al moderno binomio fútbol-negocio y a los que repiten sin cesar, como prioridad en la vida, eso de la industria del deporte.

Salvo las dos jornadas del final de cada Liga, por cuestiones protocolarias y para frenar las corruptelas, cada vez escasean más estos vibrantes momentos. Y duele. Lo vivido en Ceuta y Vila-real apuntaba por momentos a dar credibilidad a eso de una nueva era, como agita un sector del barcelonismo tras el triunfal paso por Arabia, aunque muchos lo vimos como un simple cambio de tendencia, por tirar de una frase más prudente. El Barça volaba y el Madrid, de primeras, se arrastraba. Hasta que salió Ceballos.

Es lo que tienen los Clásicos. Da igual cómo lleguen los equipos, no importan la competición ni el país que los ponga frente a frente y el juego que practiquen. Cuando acaban partidos de ese calado, salvo empate o excepciones contadas, uno sale con el pecho hinchado y el otro, trasquilado. Siempre ha sido así y, afortunadamente, siempre lo será. Por eso, en cuestión de días y sin acabar la jornada de octavos de final, Xavi parecía haber pasado definitivamente toda la tensión contenida a Ancelotti, a Benzema se le estaba poniendo por momentos cara de Ferran, Rodrygo era el Ansu de diciembre y Camavinga simulaba ser la diana que tantas veces fue Busquets cuando le pasaron por encima.

Por la rapidez a la que cambia el escenario y se suceden los acontecimientos, siempre es apresurado predicar. Y en el descanso de La Cerámica había demasiado ruido de sables. Decir o pensar que Xavi será el nuevo Guardiola, que el Barça marcará una época, que Ancelotti tiene un pie en la calle y que este Madrid es una pena es, cuanto menos, atrevido. Quien sea capaz de claudicar de esta manera es que no ha visto jugar y caer al Barça en las últimas temporadas ni al Madrid competir y campeonar en la anterior década. Ahí tienen otra de sus remontadas. También conviene recordar que, pase lo que pase en este mes de Copa, queda media Liga, el Liverpool espera en la Champions y el United, en la Europa League.

El Barça, que es quien primero se plantó en los cuartos de Copa que se sortean este viernes, presumió de pegada. La goleada viene a confirmar que este equipo es otro y que, con el mercado de invierno en su fase más caliente, puede acabar de apuntalar una plantilla de mucho futuro si ficha a alguien con más continuidad y peso (futbolístico) que Memphis. Si acaso, quedan ganas de ver un poco más a Pablo Torre, cuya calidad se anuncia en cada gesto, y sigue habiendo dudas con más de un suplente con pinta de perpetuar su situación.

Del partido del Madrid, que fue quien cerró la apasionante noche coronada con otro Clásico femenino, queda la demostración de que Nacho es el mejor defensa, que Ceballos juega bastante menos de lo que se merece y que, pese a la clasificación, urgen dos golpes encima de la mesa: una minipretemporada en Valdebebas para que los pilares cojan el punto que les falta y que alguien dé paso ya a las piernas frescas de la juventud y la cantera. Eso sí que sería un cambio de era que, curiosamente, frenaría un posible cambio de ciclo.

El Villarreal fue de nuevo un duro adversario. Lo bordó en la primera parte y si se vino abajo fue, más allá del físico, porque perdió de un plumazo a su mástil (Albiol) y a su bandera (Foyth, campeón del mundo). Cuenca y Mandi no son lo mismo ni de lejos. Alguno apuntará a Setién. No es de extrañar. Con él sucede exactamente lo mismo que con Xavi, Ancelotti, Madrid y Barça. Cada partido es un examen y cada resultado, una sentencia.