La liga saudí encasilla a Cristiano, a Neymar y a Benzema en un publirreportaje de Netflix: hay un bueno, un feo y un malo
El fútbol es un excelente órgano de propaganda. Eso lo han entendido todos los regímenes a lo largo de la historia y solo ha hecho falta tiempo para que lo entendieran también las monarquías y emiratos de Oriente Próximo. Si hay que pagar millonadas por jugadores en el ocaso de sus carreras o en el principio de las mismas -un saludo a Gabri Veiga, allá donde esté- se paga y punto. El asunto es poner el nombre del país en la agenda mediática y asumir su normalización. Que no se hable de periodistas descuartizados en embajadas ni de derechos humanos mutilados, sino de fútbol, estrellas, derbis.
A esa operación de lucimiento se ha prestado Netflix con su "Saudi Pro League: una nueva era". No es la primera vez que el operador estadounidense echa un cable mediático al régimen del príncipe Mohamed bin Salman, el encargado de "occidentalizar" buena parte de la cultura saudí. Ya estuvo aquel enfrentamiento entre Nadal y Alcaraz en marzo y solo se les escapó el Six Kings Slam, que retransmitieron entre DAZN y Movistar Plus +. Si alguien tenía duda de que el documental era más bien un publirreportaje, basta los tres primeros capítulos para confirmarlo.
¿Y quién sale en esos tres primeros capítulos? Pues las tres grandes estrellas que llegaron a Arabia entre 2022 y 2023. El bueno (Cristiano Ronaldo), el feo (Neymar Jr.) y el malo (Karim Benzema) según la propia narrativa interna del programa. Cristiano aparece como el pionero: un tipo por encima del bien y del mal, aún con su punto de arrogancia –"dicen que estoy acabado, pero Cristiano es una caja de sorpresas", afirma el portugués con su media sonrisa habitual- y su hambre competitiva. El cinco veces Balón de Oro es el yerno ideal: lidera al Al Nassr con su ejemplo, se mata en el gimnasio, no se queja por nada, aconseja a los canteranos y tiene a su hijo jugando en los juveniles, a los que, en consecuencia, va a ver con asiduidad. Su integración es absoluta.
De sus actuaciones en la cancha se dice poco. Que mete muchos goles y que tira muy bien los penaltis. Realmente, todos parecen asombrados con lo bien que tira los penaltis Cristiano Ronaldo, lo que no sé si es verdadera inocencia o si es que no han podido resaltar otra faceta de su juego. Es complicado evaluar el estado actual de Cristiano porque lo que vimos en la Eurocopa fue lamentable… pero desde entonces ha vuelto a ser el máximo goleador de Portugal en la clasificación para la Nations League. En cualquier caso, se le sigue pintando como aquel chico "guapo, rico y bueno", solo que ahora eso no es motivo de silbido alguno, sino de rendida admiración.
El villano convertido en «hijo pródigo»
Frente a la narrativa Cristiano, tenemos la narrativa Benzema. Es curioso que los dos jugaran tantos años juntos en el Real Madrid y ganaran tantísimos títulos. Con Benzema el documental no sabe qué hacer, más que nada porque ni sabe qué hacer con él la liga ni sabe qué hacer con él el régimen. El francés llegó, se inadaptó, se fue del Al-ittihad, se negó a reincorporarse, criticó a la prensa -¡a la prensa saudí!- y se empeñó en mostrarse como un hombre que había ido ahí tan solo para poder peregrinar a La Meca y "estar cerca de Dios". Probablemente, los que firmaron su contrato tenían otra cosa en mente.
Esos meses de discordia son, de lejos, lo más interesante del documental. De entrada, porque ya sabemos que Benzema es un personaje lo suficientemente complejo como para dar juego audiovisual. Aparte, porque hay un contrapunto al buenismo que rodea todo el resto de la producción: las mujeres jugando con leotardos en estadios vacíos, los niños enamorados del fútbol, el idílico paisaje de Riad como ciudad cosmopolita y moderna… De repente, el realizador se enfrenta a un problema y no es un problema cualquiera. ¿Cómo dibujar a Benzema? ¿Como un niño mimado al que se le consiente todo, como un pésimo profesional o como una víctima de las expectativas ajenas?
Al final, hay un poco de todo: Benzema no queda bien porque los hechos están ahí. Ahora bien, esos mismos hechos se acaban lavando para que no se enfade nadie. El francés volvió a su club, jugó unos cuantos partidos y sigue siendo un activo saudí. Nadie machaca públicamente a las joyas de su corona y para ello aparecen varios periodistas junto a algunos de los dirigentes de la liga -sorprendentemente, la inmensa mayoría, portugueses- explicando que el problema era que la liga no estaba preparada para una estrella de ese tamaño. Pero que ahora sí, claro. Ahora, todo ha cambiado. Benzema, el hijo pródigo, el Lee Van Cliff reconvertido, puede volver a casa y hacerse fotos con los niños.
El hombre de los 200 millones de dólares
¿Y Neymar Jr.? ¡Ay, Neymar Jr.! Hasta 200 millones de dólares van a pagarle por dos temporadas, de las cuales una ya se la ha pasado lesionado y la otra va en camino. A eso, súmenle los 100, aproximadamente, del traspaso al PSG. En esa lucha entre el bien y el mal, entre el justo Cristiano y el díscolo Benzema, Neymar está como de pasada. No ya por que se lesionara y no hiciera nada prácticamente en el campo -el campo, ya se ha dicho, importa aquí lo justo- sino porque casi no ha pisado Arabia Saudí y mal puede hacer ninguna promo.
Su fichaje por el Al-Hilal se oficializó en agosto de 2023 y en octubre, un mal apoyo se llevó por delante el ligamento cruzado y el menisco de la estrella brasileña. Toda la recuperación, por supuesto, la hizo en Brasil, como a Brasil se ha ido estos días que ha vuelto a lesionarse, sin pedir permiso a su club ni a nadie, porque, a sus 32 años, ya no está para que nadie le diga lo que tiene que hacer. Neymar es el gran fracaso de la inversión saudí, pero eso no se dice. Ante todo, un fracaso publicitario porque de él se esperaba que hiciera al menos como George Best, cuando se pasó por la liga estadounidense en los setenta y se regateó al equipo contrario entero antes de meter un gol que salió en los informativos de medio mundo.
Por lo demás, el documental no está mal hecho, que eso quede claro. Con la materia prima que había y los condicionantes previos, Netflix hace un trabajo bastante bueno de presentación de una liga que, en rigor, no le interesa a nadie fuera de Riad. Se señala a nuevos jugadores, se exageran tal vez determinadas rivalidades y siempre es divertido ver cómo se incorporan términos extranjeros al vocabulario de los comentaristas: los partidos de la máxima no solo se llaman "derbis", sino que se utiliza incluso la expresión argentina "clásico" que también copiamos aquí en su momento.
También es bonito ver que las tradiciones se respetan en todos lados: jugadores que se besan el escudo, que hablan de ganar títulos y que se enfadan cuando son suplentes. Nunca da la sensación de que ahí todo el mundo está por dinero y eso es un logro colosal. El príncipe puede estar contento, desde luego. Ni él habría sabido hacerlo mejor.