Rodri da una clase magistral sobre por qué ningún futbolista debería tener Instagram
"Si tuvieras redes sociales, ya tendrías un Balón de Oro". Eso le dijo el año pasado Álvaro Morata a Rodri después de que el español ganara el triplete con el Manchester City, marcara el gol decisivo en la final de Champions y guiara a la selección española al triunfo en la Nations League. Llevarse un concurso de popularidad sin hacer publicidad de uno mismo parecía algo casi contradictorio… hasta que, al año siguiente, los periodistas de France Footballdecidieron darle el galardón pese a no haberse abierto cuenta alguna en Instagram, Twitter o Tik Tok.
Tal vez esa es la parte que más llama la atención de la entrevista que Juanma Castaño le hizo al mediocampista madrileño en El Partidazo de COPE: la negativa de Rodri a exponerse al mundo en las redes sociales y lo bien que le va la vida sin tanto ruido alrededor. Obviamente, vincular el premio a la "normalidad" del futbolista es algo erróneo. Lo habitual es que estos trofeos se los lleven los goleadores porque se supone que son los que marcan las diferencias, pero hay algo coherente en el discurso de Rodri: sobriedad, ante todo, tanto dentro del campo como fuera del mismo.
Esa sobriedad se nota, además, a la hora de hablar en público. No pisó ni un solo charco en toda la entrevista y eso que le buscaron lógicamente las cosquillas con el Real Madrid y con Vinícius Junior. Rodri no entró al trapo y salió con maestría. En primer lugar, porque está en su carácter. En segundo lugar, y volvemos al principio, porque ha estado sanamente alejado de todas las polémicas de las últimas semanas y no sentía, por lo tanto, necesidad alguna de defenderse, reivindicarse o buscar revancha.
Y es que, si las redes sociales ya alimentan un debate en la sociedad, especialmente cuando las usan jóvenes, hay que imaginarse lo que puede ser exponerse a la marabunta antes o después de cada partido cuando eres jugador de fútbol. En el pasado, los piques se limitaban a la prensa, a tal artículo publicado, a cuántas picas me has puesto o a por qué has dicho eso en la radio. El famoso, por definición, es alguien con un ego enorme. A menudo, suele coincidir que además ese ego es tan frágil como un jarrón de cerámica.
La ansiedad de las redes sociales
Volvamos al ejemplo de Álvaro Morata, que ya ha reconocido en diversos medios sus problemas ante la presión que sentía de todo su entorno. La lucha por la salud mental tiene mucho que ver con las expectativas que uno se fija, pero también con las que los demás le ponen. Cuando esas expectativas se limitaban a la familia, los amigos y los dirigentes del equipo ya era complicado gestionarlo. Cuando cualquiera puede amenazarte públicamente o insultarte o reírse en tu cara (digital), la cosa se multiplica por mil.
Los problemas de Morata no tienen que ver con que tenga Instagram, no voy por ahí. Simplemente, si alguien tiene un problema de inseguridad, y eso nos pasa a todos, no conviene estar pendiente del juicio de cualquiera que pasa por ahí. En ese sentido, la posición de Rodri parece la correcta: el mundo sigue girando sin necesidad de publicar un post ni de comentar el de un compañero. Si tienes alguna curiosidad sobre la boda de un amigo, lo mejor será que le llames y le preguntes.
Castaño lo verbalizó en un momento de la entrevista: "¿Así que hay algunos famosos a los que ni siquiera conoces porque solo están en redes sociales?" y Rodri medio asintió porque al parecer algo sí que le llega por su mujer. "A ver, estoy en el mundo, me entero de las cosas", contestó el futbolista para dejar claro que no tener Twitter no te convierte en un ermitaño y que sigue habiendo canales de televisión, programas de radio, periódicos y revistas. Eso que siempre se ha llamado "prensa", vaya, y que poco a poco va quedando relegado a un segundo plano.
Otra cosa es la popularidad, insisto, y sus hogueras de las vanidades. Ahí, que no busquen a Rodri. Igual que no conoce a los famosos, no conoce las polémicas que los envuelven. Y si no sabes lo que opina de ti "manolito_234", pues, mira, eso que te ahorras. Hay que tener la cabeza muy en su sitio para poder soportar el aluvión de comentarios que genera cada movimiento de un futbolista en el campo. Mucho más cuando cientos de miles de personas esperan al siguiente fallo para hacerlo viral, independientemente de los aciertos anteriores.
La fama y el prestigio
El futbolista debe saber protegerse y su entorno más cercano debe saber ayudarle. Efectivamente, todos somos mayorcitos para tomar nuestras propias decisiones, pero si esas decisiones nos generan ansiedad, angustia y dudas, mejor será replanteárselas. Decir que el triunfo de Rodri es el triunfo de la normalidad, sin más, es un exceso. No hay que darles tantas vueltas a unas votaciones. Lo que sí demuestra es que no hace falta exagerar el histrionismo para ser reconocido mundialmente. Esa es la diferencia entre la fama y el prestigio.
Y, qué quieren que les diga, es un alivio. No porque los que lo han ganado antes hayan padecido una especial sobreexposición, sino porque demuestra que aún queda algo llamado criterio y que no se deja influir por los millones de seguidores. Un jugador famoso, en definitiva, probablemente sea un gran jugador, pero no necesariamente el mejor del mundo. Un jugador de perfil bajo probablemente no protagonice mil campañas de publicidad y nadie se molestará en insultarle en los campos, pero eso no determinará hasta qué punto es decisivo en un equipo. Basta con ver cómo le va al City sin su organizador para darse cuenta.
El asunto, en cualquier caso, es que todo eso debería quedar reservado a nosotros. A los medios, a los aficionados, a los que no nos jugamos nada en la materia. Cuando es el propio deportista el que entra en la rueda de expectación y luego los resultados no van en el camino esperado, llega la pataleta y la frustración. Y nadie debería olvidarse de que lo frustrante es que te eliminen en cuartos de final por penaltis. No ganar un premio, por mucho que te lo dé Natalie Portman, no deja de ser un aderezo. De hecho, lo ideal, sería no enterarse siquiera de que existe. Hasta que te lo den, claro.