REAL MADRID

Carlo Ancelotti no gana (sólo) un título: sale victorioso de las presiones e impone su criterio por encima de todo

Pasó un mes muy nervioso por el juego y las lesiones, desoyó el aluvión de opiniones que le rodean y superó otra 'trampa' con un éxito curativo.

Ancelotti conversa con Rodrygo tras ganar la Intercontinental. /REUTERS
Ancelotti conversa con Rodrygo tras ganar la Intercontinental. REUTERS
Sergio Gómez

Sergio Gómez

"Estoy muy contento, estoy muy feliz". Las declaraciones de Ancelotti después del partido, leídas negro sobre blanco, en el papel de un periódico o en la pantalla del teléfono móvil, pueden parecer una de las tantas que se dicen después de ganar un título. Para notar la carga del mensaje, hay que escucharlo. Fueron palabras de alivio, de liberación. La Intercontinental conquistada ante el Pachuca, como todo título, da brillo y prestigio, pero en este caso fue curativa para el entrenador del Real Madrid. Con el equipo haciendo la goma en LaLiga y con más heridas en la Champions de las debidas, el encuentro contra los mexicanos se le presentaba como una trampa. Que sea el técnico con más títulos en la historia del club (15) no le aleja la lupa de la nuca. Hasta tuvo que oír en la previa de la final de Doha si había perdido el control del vestuario. Sin embargo, volvió a verse bajo el confeti. Una celebración por ganar un trofeo y algo más.

Ancelotti demostró una vez más que sabe salir victorioso de las presiones, contentando a (casi) todos e imponiendo al final su criterio. Una situación que no es nueva para él, aunque esta temporada ha sufrido más de lo debido. Desde el inicio se le advirtió el gesto torcido, el carácter más agrio y el discurso reivindicativo. Tras ganar LaLiga y la Champions, perder a Kroos y fichar a la estrella Mbappé, el equipo se deshilvanó. Y por muchos retoques que hiciera en busca del mejor modelo, no lograba coserlo. También por la cantidad de lesiones, que desplomaron a jugadores como fichas de dominó. El juego se había perdido y, lo que era peor, el italiano parecía estarlo más. Aquello comenzó a preocupar en exceso a Florentino Pérez, al que la derrota en Lille contrarió, el naufragio ante el Barça molestó y el desastre ante el Milan, indignó.

No entendía entonces el presidente cómo un equipo tan sólido en defensa la pasada campaña se diluía ahora con tanta facilidad. Ni cómo Bellingham deambulaba por el campo, alejado de su zona de influencia (llegó a jugar en la banda derecha) y frustrado. Tampoco cómo jugadores como Güler o Endrick no gozaban de más cuota de pantalla. Aunque el mandamás blanco no se mete directamente en la parcela deportiva, sus 'píldoras' en las bajadas al vestuario a saludar a la plantilla, le descubren. Exigió una mejoría urgente. Y esta, pese a no ser completa y sin presumir, llegó.

Primero, Carletto inculcó de nuevo al grupo la necesidad de nervio, tensión y actitud sobre el campo, poniendo el foco, sobre todo, en Vinicius y Mbappé a la hora de remangarse atrás. Después, halló un dibujo para equilibrar al grupo y potenciar de nuevo a Bellingham (el 4-2-1-3, que es una evolución del 4-3-3 que tantos éxitos le dio). Y, por último, manejando presiones y opiniones con la pericia de imponer al final su criterio por encima de todo. Las lesiones le han obligado a rotar, a echar mano de futbolistas que no le llenan del todo el ojo y a tirar de la cantera, algo de lo que nunca fue muy amigo. Su sorpresa pública al toparse con el rendimiento sobresaliente de Asencio le delató. Pero en los partidos de alcurnia, pese al aluvión de opiniones que le rodean y a veces le confunden, Ancelotti se abraza a su idea y a los suyos.

A Tchouameni, que no convence en los despachos salvo en los que están ocupados por los responsables de su fichaje, lo ha abrigado colocándole como central, un puesto donde se le camuflan mejor esas necesidades que quedan al aire en una posición tan estratégica como la de mediocentro. Ancelotti mantiene su fe en él y le alista siempre que puede. En esa obsesión por recuperarle, ha relegado a Asencio, que se había ganado el puesto con colocación y solvencia. Y su centro del campo tampoco le flaquea: Camavinga, Valverde y Bellingham son intocables. A veces hay alguna grieta por la que se cuela Güler o Modric, pero con todos sanos y si el encuentro es de enjundia, no hay debate. Ancelotti, ahí, tampoco dobla el brazo.

Donde sí mostró permeabilidad fue en ataque. Quién no con tanta artillería. El club fichó a Mbappé con la idea firme de verle escoltado por Vinicius, innegociable, y Rodrygo. Es de dominio público que éste último es uno de los ojitos derechos de la zona noble; había, por tanto, que encajarle y que no se convirtiera en un eslabón de fácil sustitución. En este sentido, Ancelotti está encantado pues, en plenas condiciones, le tiene en su 'equipo ideal' gracias a su falta de remilgos a la hora de defender y su clarividencia ante la portería. El jugador, en plenitud, suele responder. Volvió de la enfermería, destacó en Vallecas (una asistencia) y lució contra Pachuca (golazo y muchísimo trabajo) en un día sanador para su entrenador. Con las constantes más estables, el futuro se ve con mejor cara.

"¿Qué he estado más serio de lo habitual? Voy a ser honesto, el equipo no me gustaba y por eso estaba más nervioso. En 2025 vuelvo a la normalidad", aflojó Ancelotti en conferencia de prensa. El italiano puso la Navidad como frontera de supervivencia. Llegar al parón con buen semblante era primordial. Sólo queda el encuentro del próximo domingo contra el Sevilla, pero la empresa parece lograda. Más allá de la aduana, confía el técnico en recuperar futbolistas y, con ello, mejorar el juego y dar regularidad a los resultados. "Tengo confianza en el próximo año. Estamos vivos", zanjó. Ancelotti no sólo ganó la Intercontinental. También mucha tranquilidad.