OPINIÓN

El Real Madrid no tiene la culpa del nivel de sus rivales: gana y hasta el siguiente

Ancelotti celebra con el equipo la Copa Intercontinental. /REUTERS
Ancelotti celebra con el equipo la Copa Intercontinental. REUTERS

Fiel a su costumbre y tradición de primero ganar y después preguntar, sobre todo si de finales se trata, el Real Madrid sumó otro título para su historial. Los blancos no tienen la culpa del nivel futbolístico de sus rivales, ni de que algunas de las competiciones que disputa estén demasiado forzadas en su concepción, como puede ser el caso de esta Copa Intercontinental. El Madrid viaja, juega y suma trofeos. Cierto es que no realizó un partido excelso. Quizá era consciente de que no lo necesitaba, pero sí jugó lo suficiente para demostrar que era muy superior a su rival y que su triunfo solo era cuestión de tiempo.

Posiblemente, por la diferencia de calidad que existía entre unos y otros, pudo sorprender que en el primer tiempo los de Ancelotti no fueran más osados en su planteamiento. Que con los cuatro fantásticos en su once inicial y con Camavinga y Valverde, dos pulpos, por detrás, el equipo no saliera a tener el mando del juego, la posesión del balón, la ocupación del campo contrario y buscara la victoria por la tremenda, por aplastamiento desde un dominio absoluto de la situación.

Un poco escarmentado por alguno de los últimos resultados, sobre todo el último, el de Vallecas, prefirió no pasar sustos y esperar su momento. Tanto que Courtois entró en escena antes que el portero de Pachuca. Que a Ancelotti le gusta jugar al contrataque es de dominio público. Está convencido de que sus jugadores hacen más daño atacando los espacios que atacando en posicional, pero está convencido de que los suyos también dominan el registro de las circulaciones largas como la del primer tanto. Una obra maestra con tres nombres: Bellingham-Vinicius-Mbappé.

En esa búsqueda permanente de defender mejor, de no recibir tantos goles, los blancos retocaron, incluso, su manera de controlar las acciones a balón parado. Por la televisión dio la sensación que de la zona total en la estrategia defensiva se pasaba a un marcaje mixto, con dos y hasta tres futbolistas persiguiendo al hombre a sus rivales y el resto ocupando los espacios de forma zonal. Puede que fuera una situación puntual o que, por el contrario, a partir de ahora se repita en más partidos. No sería de extrañar.

La emoción, la tensión, se acabó con el segundo gol de Rodrygo. Ahí Pachuca se rindió y el Real Madrid tuvo ocasiones para marcar más goles. Ceballos mejoró a Camavinga y la obsesión de Bellingham por sumarse al elenco de goleadores mantuvo vivo el pulso del ataque. Este inglés, que antes sonreía más que ahora, es insaciable. No le gustaba, evidentemente, ser el único fantástico sin marcar y dio la sensación de no irse muy contento al ser sustituido por mucho que ya fuera el minuto 88. Solo él sabe si su morro torcido fue por el cambio en sí que le impedía ya definitivamente marcar su 'golito' o porque sintió molestias y tuvo que ser atendido por los físios durante la mismísima celebración. Hablando del festejo final, Ancelotti pareció ser el más encantado de haber sumado un título más en su palmarés. Este hombre disfruta como pocos de los trofeos que gana. Otro insaciable. Seguro que ya cuenta que la Supercopa de España del mes de enero sería el decimo sexto título de su historial en el Real Madrid.