FÚTBOL SALA

Paulo Roberto, el día que pudo ser deportado en Barajas el icono del futsal español

El legendario pívot hispano-brasileño rememora en Relevo como fue su accidentada llegada a España en 1988: "No había nadie esperándome y la Guardia Civil quería mandarme de vuelta a Brasil".

Paulo Roberto, uno de los pívots más legendarios del fútbol sala español. /FACEBOOK
Paulo Roberto, uno de los pívots más legendarios del fútbol sala español. FACEBOOK
Gustavo Muñana

Gustavo Muñana

"Aquel que dijo que más vale tener suerte que talento conocía la esencia de la vida". Con esta sentencia da comienzo Woody Allen su película 'Match Point' (2005). El cineasta norteamericano seguramente nunca haya oído hablar de Paulo Roberto Marques Roris. El icono del futsal español. El jugador al que todos (unos mejor y otros peor) quisimos emular en un patio de recreo durante la EGB. Su nombre y su apodo 'Maravilla' servía de tarjeta de presentación del que fuera deporte de moda en los 90. Pero, antes de ser reconocido como una de las leyendas del deporte patrio, llegó a España siendo un completo desconocido y estuvo a punto de ser deportado por la Guardia Civil en el Aeropuerto de Barajas. 

Por eso, Allen sostiene en el arranque de uno de sus filmes más taquilleros de su carrera que "la gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte; asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control". Una obra maestra que hace una metáfora de la vida a través del deporte (tenis) y como puede cambiar tu destino por unos centímetros o por unos segundos. Así arranca la historia del que fuera protagonista de innumerables gestas futsaleras y vídeos de goles inverosímiles. No jugó al baloncesto, pero afirmó a Relevo que "llegué aquí de rebote".

El vicepresidente del histórico Marsanz Torrejón, Mariano Sanz, y su entrenador, Julián Herrero, viajaron a Brasil en enero de 1988 y se quedaron prendados de Robson de Jesús. Hablaron con él, le ofrecieron un contrato para que fuera su fichaje estrella y se incorporase en agosto. La operación se dilató y se emplazaron a retomarla en diciembre. El jugador elegido por el club madrileño ya era muy cotizado en su país y rechazó la oferta. Ahí es donde aparece su amigo Paulo Roberto. No era una casualidad. Eran compañeros en el Bradesco y le comentó que un equipo de Madrid le había hecho una oferta y que debería aceptarla él: "Podrías ir tú por mí". Jugando un partido amistoso, la hermana de Robson llamó al pabellón para decirle "que el español no dejaba de llamar a casa preguntando por él". No había móviles.

Ambos se montaron en un autobús de línea para volver a su casa. Eran vecinos y fueron conversando sobre los pros y los contras de la aventura en el extranjero. Los dos amigos acordaron durante el trayecto que eran seis meses y que Paulo Roberto podría volver con el dinero suficiente para comprarse el coche que quería. Se bajaron y fueron a casa de Robson, donde le explicó a los directivos del Marsanz que él no podía ir, pero que tenía una alternativa: "Aquí a mi lado tengo a un jugador buenísimo, es lo que necesitáis".

Mariano Sanz y Julián Herrero no habían oído hablar de Paulo Roberto. Era un fichaje a ciegas. Con el mismo desparpajo y talento que tenía en la pista, el jugador carioca cogió el teléfono y se presentó: "Soy un goleador, defiendo muy bien, soy súper rápido y un maquinón". Cortita y al pie. Ahora, solo había que empujarla al segundo palo y les dio el número de teléfono de su casa para cerrar los detalles contractuales. "Al llegar, me llamaron y me ofrecieron 80.000 pesetas mensuales, pero yo no sabía lo que eran las pesetas y les dije que por 1.000 dólares (120.000 al cambio) si iba a España y me los dieron". Su accidentada llegada a España comenzó con un itinerario rocambolesco: Río-Asunción, Asunción-Dakar y finalmente Dakar-Madrid. Retrasos en cada tramo hicieron que llegara a Madrid con seis horas de demora. Al aterrizar en el aeropuerto de Barajas, otra pelotita en la red. El azar o la casualidad poniendo a prueba el talento y dejando a la historia de un deporte pendiendo de un hilo. Paulo Roberto recordó que "me habían dicho que alguien llamado Julián, con una chaqueta azul, estaría esperándome, pero no había nadie. Resultó que se habían ido a tomar un café porque les habían informado que mi vuelo llegaría a las doce, cuando en realidad aterrizamos a las diez".

Paulo Roberto recuerda como fue su llegada a España. RELEVO

Era un match-point en toda regla y por suerte para el fútbol sala español, Paulo Roberto pudo regatearlo en bermudas y manga corta en pleno invierno madrileño. Era una época sin visados de trabajo y la llegada de un brasileño en un vuelo desde Senegal a la capital española no eran las mejores credenciales para ingresar como turista en suelo nacional. "Me encontré solo, sin hablar castellano y sin saber a quién contactar. La Guardia Civil me acompañó a la salida para ver si me estaban esperando, pero al no encontrar a Julián, me subieron a la segunda planta del aeropuerto para deportarme de vuelta a Brasil", explicó. Mientras tanto, los directivos del Marsanz buscaban por la terminal a un joven brasileño de melenita tras ver que el avión de su flamante fichaje ya había aterrizado. Al no encontrarle y preguntar por los pasajeros restantes, fueron corriendo al control de Extranjería temiéndose lo peor y fue entonces cuando "gracias a la intervención de Mariano Sanz, que firmó para hacerse cargo de mí, lograron detener la deportación. Cuando finalmente salí del aeropuerto llorando, quería volverme y estaba destrozado emocionalmente", rememora.

Paulo Roberto soñaba con emular al goleador de su equipo, el Vasco de Gama, y seguir los pasos de su ídolo, Roberto Dinamita, delantero que llegó a jugar en el FC Barcelona. Sin embargo su llegada al país en el que nació su abuelo paterno (Vigo) no fue la soñada y la tiene grabada en su memoria. "Al salir me encontré con Mariano, quien conducía un Opel Kadett con un velocímetro digital que nunca había visto antes en Brasil. Y pensé que ahora me llevarían a un restaurante bueno, pero me llevaron a comer a una hamburguesería de barrio y dije será por la hora. Estaba convencido de que me esperaba un hotel de cinco estrellas, pero en su lugar me llevaron a una pensión humilde de Torrejón regentada por la tía de Julián Herrero, llamada Paca". Fue en una habitación pequeña donde vivió sus seis primeros meses en España: "No hablaba el idioma y me ponían la comida y me la comía. Poco a poco, me fui adaptando. Fue un periodo duro, pero a la vez formativo", aseguró.

Jugó su primer partido en enero de 1989, el año de la unificación en junio. Su llegada fue casi una epifanía para el fútbol sala español. Ganó la Copa de España nada más y nada menos que a Interviú y fue el máximo goleador y el mejor jugador del torneo. Se había ganado un año de contrato más en Marsanz. "Me dieron un piso y mi vida comenzó a estabilizarse"; concretó. Paulo Roberto encontró el ecosistema perfecto para desarrollar su juego. "El Marsanz era especial y para mí marcó un antes y un después. Éramos anárquicos. Éramos el fútbol de sala puro. Lo que no hay hoy en día. Éramos pachangueros. Éramos amigos. Éramos gente que amábamos el juego de calle. A medida que pasaban los años, el equipo crecía y mejoraba. Con el tiempo, llegaron jugadores clave como Celso, Javier Lozano, Cancho, Tino y Jorge de la Cruz o Richi. Fue una época dorada para el fútbol sala madrileño y español y ganamos títulos y alcanzamos hitos importantes. Siempre guardaré esos recuerdos como los mejores de mi vida".

Se nacionalizó español en 1991 y en 1992 fichó por el Redislogar Cotransa en lo que era "un proyecto interesante, pero breve, que no tuvo la paciencia necesaria para consolidarse. Los primeros años no fueron buenos, y el dueño del club -Julián López Nieto- decidió retirar al equipo a pesar de que me quedaba un año de contrato". En 1994, Paulo Roberto ya era una estrella y su nombre llenaba pabellones. "Me llamaron los tres grandes de la época: ElPozo, Inter y Playas de Castellón. Sin embargo, la relación entre mi club y el Inter no era buena, así que no me darían la carta de libertad para ir allí. Las opciones eran claras: ElPozo o Playas de Castellón. Finalmente, me decidí por ElPozo, una decisión que con el tiempo resultó ser un acierto y mi carrera dio un giro. Desde entonces, he pasado toda mi carrera en la región de Murcia, y ahora, viviendo en Cartagena, me siento muy a gusto".

Paulo Roberto aseguró que el fútbol sala necesita generar ídolos. RELEVO

El resto es historia. Durante más de quince años fue el embajador perfecto de un deporte, que rápidamente era asociado a su nombre y a su espectacularidad. 17 temporadas en Primera División. Cinco veces máximo goleador de la LNFS, una hazaña que ningún otro jugador ha igualado. Dejó un legado imborrable. En su carrera marcó más de 600 goles, conquistó una Liga, cuatro Copas de España, una Supercopa de España y una Recopa de Europa. Con la selección española, disputó 63 partidos y sumó a su palmarés dos Eurocopas y el histórico Mundial de Guatemala en 2000. Además, su impacto individual fue igualmente impresionante. En la temporada 2000-01, anotó 72 goles, el segundo mejor registro en una temporada, solo superado por Antonio Martín (Maspalomas, 1993-94, 77). También ostenta el récord de goles en un solo partido, al marcar nueve tantos contra Sol Fuerza el 29 de marzo de 1997.

Paulo Roberto rozaba la perfección, pero él aseveró que "perfecto no era. No tenía las cachas que tienen hoy en día los jugadores. Defendía muy mal, pero ahorraba esfuerzo para estar más fino en ataque. Jugaba a pierna cambiada, como muchos hacen hoy, pero tenía la virtud de ser impredecible. Los rivales no sabían si me iba a la izquierda o a la derecha. Incluso cuando me tapaban, lograba encontrar el espacio para tirar". El icono del fútbol sala español reconoció que "nunca soñé con ser un goleador legendario. Cuando llegué a España, solo pensaba en disfrutar. No tenía en mente batir récords o ser el máximo goleador. Solo quería marcar goles y ganar partidos, aunque fuera 8-7, con los 8 goles míos. Esa pasión me llevó a ser el máximo goleador en múltiples ocasiones y a marcar récords que aún perduran". A sus 57 años, admitió que "el fútbol sala siempre ha sido para mí una fuente de alegría. Aún hoy sueño con meter el gol de la victoria. Recuerdo una anécdota que refleja mi filosofía: un niño le pregunta a su madre cuántos goles quiere que marque, y ella le responde: "Uno, el de la victoria, hijo". Ese era mi objetivo cada vez que salía a la cancha: marcar el gol decisivo".

Paulo Roberto fue un prescriptor sin parangón en los medios de comunicación. Uno de los jugadores más mediáticos de la historia. El presidente de la LNFS y ex seleccionador bicampeón del Mundo, Javier Lozano, lo definió como "nuestro mejor producto de marketing en una época en la que no existía el marketing deportivo". El legendario goleador tiene claro que "las reglas actuales han hecho el fútbol sala más físico y menos emocionante. Antes, había más improvisación, más futsal de calle. Hoy, el juego está más centrado en la fuerza y la estrategia defensiva, como el portero-jugador, que puede hacer que 37 minutos del partido sean aburridos y todo se defina al final". Fue pívot y embajador de un deporte que "en el pasado, jugadores como Falcao,Ricardinho o yo mismo éramos referencias. Hoy necesitamos nuevos ídolos que inspiren a los niños y enganchen al público". La 'Maravilla' fue durante dos décadas el actor principal del fútbol sala y se despidió asegurando que "nosotros somos un deporte, pero somos un evento deportivo. Como evento es como el que va al cine. Paga la entrada y quiere ver un buen evento. Si yo pago una entrada y veo un mal evento, yo ya no voy. Si veo una mala película, a este director ya no voy a ver una película suya. Tenemos que generar espectáculo". Woody Allen y él siempre lo tuvieron claro.