Adrian Newey enseña a Aston Martin su manual de resistencia: "No puedo entrar un lunes triste en la fábrica tras una mala carrera"
El flamante fichaje de Aston Martin ha contado en un podcast qué pretende con su nuevo reto y cómo se comporta en su día a día.
Aston Martin ha hecho oficial su último fichaje estelar. Después de una fuga de cerebros en los últimos meses con rumbo a Silverstone, Adrian Newey es la guinda del pastel que Lawrence Stroll ha cocinado a base de ingredientes de primerísima calidad: el motor Honda, el fondo árabe Aramco, una nueva fábrica que incluye un novedoso simulador... Y, cómo no, con el mejor pinche en su cocina: Fernando Alonso. Sin embargo, decir que los británicos han incorporado al mejor diseñador aerodinámico de la historia de la Fórmula 1 es algo limitante.
Lo anterior es cierto, su palmarés lo avala. Ha ideado y ayudado a construir 12 monoplazas campeones en tres equipos distintos, ha ganado el 19,7% (220) de las carreras totales que se han corrido en la historia, y esos datos no se pueden refutar. Pero es algo más, es una gran persona, en el sentido más global de la expresión. Su entrañable aspecto de hombre mayor, tranquilo, que pasea por el paddock observando los monoplazas desde la distancia esconde una mente privilegiada que está analizando los detalles más imperceptibles. Esa fachada no es una careta.
Por lo general, Newey no es un gran fan de los cumplidos hacia su persona. Rehúye cualquier intento de adoración a su figura y siempre se siente uno más en el ambiente de trabajo, a pesar de ser el cabecilla. Le gusta "pasar tiempo con la gente. No dando un discurso", tal como revela en el podcast High Performance, "así se les convence de que pueden hacer las cosas (a los ingenieros)".
Tiene clara su principal fortaleza: "La humildad, no pensar que eres el mejor". Seguramente tendrá indicios de que lo es, por los constantes guiños que le han lanzado desde Aston Martin, Ferrari, McLaren... en los últimos meses. También viendo que sin sus manos puestas en la masa, el RB20 que él mismo diseñó no ha progresado adecuadamente. Él prefiere no creérselo mucho, por si acaso.
También es muy "resiliente", en gran parte gracias a una carrera de más de tres décadas desde que se unió a Williams en 1991. "Las carreras te hacen duro por los altibajos que hay", aunque no deja que esto lo afecte en lo personal. Separa su trabajo de su hogar. "Si el trabajo va mal, no te lo lleves a casa. No te lleves la frustración a casa con la gente que quieres", defiende.
Es un tipo cercano, con el que resulta fácil trabajar y convivir. También es el alma de la oficina: "No puedo entrar en la fábrica un lunes triste tras una mala carrera, tengo que estar con la cabeza alta para motivar a la gente". Y los equipos a los que se ha unido también tienen mucho de esa humildad. Llegó a un Williams desamparado en 1990 (4º). Se unió a McLaren después de un 1996 desastroso (4º). Y Red Bull estaba naciendo cuando él agarró los planos de construcción (7º en 2005). Algo parecido ocurre con Aston Martin, atrapado de media tabla para abajo.
Su inclinación es clara: "No ir a un equipo ganador nunca. Quiero un reto, Williams, McLaren, Aston… no ir a un equipo que está en su 'peak'. Quiero marcar la diferencia". Quizás, indirectamente, sí pueda ser una forma de crear desde cero una obra de autor que reconozca su labor, pero también reconoce su ambición y deseo de no estar acomodado. Para eso, se quedaría en casa, aunque admite que no le gustaría un pelo a su mujer: "La volvería loca". La opción del retiro pasó por su cabeza, llegó a pensar que "no debería hacer esto" estando todavía en Red Bull, pero se decidió por una última aventura en la que por fin compartirá box con Fernando Alonso.