Sepp Kuss, un gregario servicial atrapado en la guerra fría entre Roglic y Vingegaard
El clima entre los dos gallos del Jumbo-Visma se ha enrarecido, pero el maillot rojo no abandona su fidelidad en la recta final de La Vuelta.
Íscar. - Entre la niebla reinante en el Angliru, cumbre a 1.570 metros de altitud, Sepp Kuss conservó hace dos días el maillot rojo de La Vuelta con la lengua fuera. Solo ocho segundos, bonificación mediante, salvaron el liderato del estadounidense en una ascensión con clima enrarecido, y no solo por la bruma. Para sorpresa de todos, Roglic y Vingegaard asestaron el ataque y, sin aparente compasión, dejaron atrás a su compañero, rezagado en meta.
Allí, entre vallas, empujones y flashes, todavía sobre la bicicleta, los tres chocaron puños y, con más o menos efusividad, se abrazaron. Acto seguido, cada uno salió por su lado. Tras protegerse del frío, comer algo y el protocolario paso por el podio, Kuss subió al coche del Jumbo-Visma para poner rumbo al hotel.
Lo hizo en el asiento de copiloto, junto al auxiliar del equipo que iría al volante. Segundos después, llegó Roglic. Kuss, gregario servicial, abrió la puerta de inmediato y ofreció su asiento al esloveno. "Please, Primoz", dijo. Roglic declinó la oferta —"no, no, no"— y accedió a los asientos traseros del vehículo.
El detalle puede parecer anecdótico, pero muestra el carácter del ciclista de Colorado, un maillot rojo de La Vuelta encerrado entre dos bandos cada vez más distanciados. "Los tres somos buenos amigos", presume Kuss un día tras otro. "Esto no es una competición entre nosotros, tenemos buen rollo". Lo cierto es que cada vez parece menos claro. Y no por Kuss, cuya fidelidad nadie pone en duda, sino por la más que posible ruptura entre Jonas Vingegaard y Primoz Roglic.
La relación entre Roglic y Vingegaard, en el foco
Siempre se ha dicho que no es fácil tener más de un gallo en el mismo corral y el Jumbo-Visma, que parecía haber salvado la papeleta con nota, asombrando al mundo con un nivel colectivo incontestable, ha resultado no ser una excepción. Tras la polémica ascensión al Angliru, el cuadro neerlandés se reunió de urgencia para trazar sus planes de cara a la última semana de La Vuelta, según Escape Collective.
El propósito era un reajuste de la estrategia y, por qué no, apagar posibles fuegos más allá del domingo, un miedo cada vez más palpable en el engranaje neerlandés. "Esta Vuelta les va a hacer perder músculo y peso para el futuro", señaló en sus redes Manolo Saiz, jefe del equipo ONCE entre 1989 y 2003.
Al tiempo que varias voces apuntan a la incomodidad patente en las tripas del equipo, lo cierto, por volver a los hechos, es que Roglic comenzó la semana decisiva de la carrera con una entrevista en Relevo, donde, para sorpresa de muchos, abrió la puerta a una hipotética salida del equipo Jumbo. "¿Por qué no?", aseguró, consciente del interés que despierta en otros equipos ante un contrato que concluye en 2025. "Para mí son buenas noticias", aseguró en la salida de este viernes a FloBikes. "Mientras otros me quieran querrá decir que todavía soy bueno en esto".
A sus 33 años, el esloveno quiere ir a por el Tour de Francia en 2024, gloria a la que también aspira en el mismo equipo Jonas Vingegaard, rey de la ronda francesa en las dos últimas ediciones. Ambos, danés y esloveno, comparten pretensiones, maillot y hasta agente —Mattia Galli—. Quién sabe por cuanto tiempo.
"Entiendo las palabras de Primoz, pero también están los deseos del equipo... y los míos"
Ciclista del Jumbo-VismaAhora, después de que el equipo dirigido por Grischa Niermann haya cerrado filas, reunión mediante, para abordar el triunfo de Kuss en Madrid, los dos damnificados son Vingegaard y Roglic. En la Cruz de Linares, el esloveno insinuó que "tenía sus propios pensamientos" ante la estrategia del equipo.
Este viernes, en la rueda de prensa posterior a la 19ª etapa con final en Íscar, Kuss ha querido echar un capote a la opinión de su compañero, aunque con un interesante matiz final que muestra, por primera vez, su gen ganador en la ronda española. "Respeto a Primoz como persona y como corredor. Cada uno tiene su derecho de defender una opinión táctica u otra. Es algo que entiendo perfectamente, pero también están los deseos del equipo, los deseos del resto de compañeros... y mis deseos también", aseguró a Relevo.
Mientras, la relación entre Roglic y Vingegaard se ha enfriado. En el Angliru, donde llegaron juntos tras el inesperado ataque a Kuss, apenas se saludaron; choque de puños y cada uno por su lado, como se ve en el primer vídeo de este texto. Ayer, en lo alto de Linares, sol acuciante, fue Roglic quien buscó a Vingegaard. "Good job", enunció antes del choque de manos. El danés, mirada gacha, no respondió de vuelta. Hoy, en Íscar, saludo entre Roglic y Kuss, pero nada entre Roglic y Vingegaard, como se ve en esta última grabación.
Así, el estadounidense del Jumbo-Visma, excitado ante lo que ya ha señalado públicamente como una oportunidad "única", se encuentra atrapado en una suerte de guerra fría que no mancha una sola pulgada del rojo que se enfunda cada tarde. "Mañana será un día duro, pero no es una clásica, sino una etapa de tercera semana de La Vuelta, así que no creo que los rivales tengan muchas fuerzas para atacar", ha asegurado en Íscar, antepenúltimo escalón al olimpo de Madrid. Él, ya favorito incondicional del público, un día más líder de la general, se limita a observar, sonreír y escuchar cómo los cuchillos se afilan a su alrededor.