MUNDIAL DE ATLETISMO

Una falsa leyenda y el secreto de Usain Bolt para correr los 100 metros en 9,58: "No nos lo podíamos creer"

Se cumplen 14 años del día en el que el jamaicano voló en Berlín para establecer el récord mundial del hectómetro.

Usain Bolt posa con su récord del mundo en Berlín./AFP
Usain Bolt posa con su récord del mundo en Berlín. AFP
Daniel Arribas

Daniel Arribas

En Berlín, allí donde Jesse Owens había simbolizado antes que nadie la derrota del nazismo, cuando en 1936 logró cuatro oros olímpicos ante la atenta mirada de Adolf Hitler, Usain Bolt asombró al mundo siete décadas más tarde. En una discutida pista azul en la que ni siquiera los atletas alemanes se sienten cómodos, el jamaicano, desatado, voló por delante de todos en la final de los 100 metros lisos y estableció un récord que hoy, justo 14 años después y con otro Mundial a la vuelta de la esquina, sigue más vivo que nunca.

En 2009, Bolt llegaba a la capital germana con 22 años y como flamante campeón olímpico de 100 y 200 metros lisos. Un año antes, en Pekín, estableció el récord olímpico del hectómetro (9,69), dejándose llevar en los últimos metros para, superioridad aplastante, empezar a celebrar la victoria antes de tiempo. "La duda era si ese día, en Berlín, iba a correr a muerte hasta el final o iba a hacer como en 2008", recuerda Ángel David Rodríguez, ocho veces campeón de España y único velocista nacido en nuestro país que ha compartido pista con Bolt en Mundiales y Juegos Olímpicos.

El Pájaro, como se le conoció durante toda su carrera, fue eliminado a las primeras de cambio en aquel Campeonato del Mundo, pero recuerda como si fuera hoy el momento en el que el planeta se detuvo mirando a Berlín. "Había muchísima expectación en el estadio", cuenta el madrileño, retirado del profesionalismo este mismo año, con 43. "A raíz de las Diamond Leagues de ese año, se había generado un debate en los días previos sobre la competitividad que le podían ofrecer Asafa Powell y Tyson Gay a Bolt durante la final, pero todo el mundo tenía en mente el récord del mundo".

Tal es así que, cuando el jamaicano ganó sobre el tartán azulado de la capital teutona, nadie reparó en que se trataba de su primer título mundial. No importaba. Lo relevante de verdad estaba en lo que marcaba el cronómetro del estadio. "Vi la carrera al lado de Francis Obikwelu [plata olímpica en Atenas 2004] y cuando Bolt cruzó la meta, repitió la marca a gritos cuatro o cinco veces, en inglés, remarcando cada número uno a uno", cuenta Rodríguez, echando la vista atrás. "¡No nos lo podíamos creer!".

El jamaicano se encargó de romper en mil pedazos los vaticinios que auguraban una victoria de Powell o Gay. No les dejó ni las migajas, ni siquiera en la salida de los tacos, esa que tanto había practicado con su entrenador, el veterano Glenn Mills. "Siempre se habló de que era malo saliendo o en los primeros metros de las carreras", recuerda Rodríguez. "Se habló incluso de motivos físicos, de algún tipo de molestia en las rodillas, pero era más una falsa leyenda que algo real".

Sin ir más lejos, aquella noche, en un Olympiastadion abarrotado e iluminado por los flashes de las cámaras, el jamaicano lideró todos y cada uno de los parciales en la final del hectómetro, sin excepción. "Hizo el mejor 30 de todos los tiempos. También el mejor 40, el mejor 50, el mejor 60 y la máxima velocidad lanzada de la historia", explica el madrileño. "Eso es un auténtico disparate".

Ángel David Rodríguez (derecha) corre en los Mundiales de Daegu ante Usain Bolt (izquierda). REUTERS
Ángel David Rodríguez (derecha) corre en los Mundiales de Daegu ante Usain Bolt (izquierda). REUTERS

El secreto de Bolt, el velocista perfecto

Rodríguez, que conoció a Bolt en 2007, justo antes de su explosión en los Juegos Olímpicos de Pekín, resalta el carácter diferencial del jamaicano en las grandes citas internacionales, esas en las que todos los focos apuntan al mismo lugar. "Tenía ese don. Solo necesitaba correr a tope una carrera al año", asegura al otro lado del teléfono. "Conseguía todos esos récords en las finales de los Juegos Olímpicos o de los Campeonatos del Mundo, no en el Meeting de Alabama o el Meeting de Salamanca. Corrió de forma que la historia, su historia, fuera aún más espectacular".

Como muchos otros, El Pájaro, velocista de 1,78 metros, destaca la estatura del corredor jamaicano —1,95— como uno de los pilares fundamentales sobre los que construyó su leyenda. "A pesar de esa envergadura, tenía la frecuencia de pisada de una persona de 1,75 o 1,78. Ese era el gran secreto de su éxito", explica. "Ha habido otros velocistas muy altos, ha habido incluso velocistas con mayor amplitud de zancada que él, pero ninguno con esa frecuencia".

Bolt celebra el récord del mundo de los 100 metros lisos en el Estadio Olímpico de Berlín. GETTY
Bolt celebra el récord del mundo de los 100 metros lisos en el Estadio Olímpico de Berlín. GETTY

Con un carisma y un aura solo comparables a Carl Lewis o al mencionado Jesse Owens, Bolt no era solo diversión, bailes y bromas frente las cámaras antes de cada carrera. "Aunque le gustase el cachondeo y pasárselo bien, se cuidaba mucho", advierte Rodríguez. "Estaba fino y muscularmente muy trabajado. Se posicionaba muy bien, con una técnica que le permitía no mover el tronco durante la carrera. Además, tenía siempre la misma mecánica y, estuviese bien o estuviese mal, nunca se crispaba. Estaba diseñado para correr rápido".

Por todo ello, su mera presencia cambiaba de golpe el ambiente de cualquier recinto deportivo. No fue una excepción, claro, el Estadio Olímpico de Berlín, que aquella noche de verano vivió su propia ensoñación. "Es verdad", reconoce Rodríguez, presente en el Olympiastadion. "Cuando entraba en la zona de calentamiento, todo se detenía, notabas cómo el estadio se volcaba con él. Fue a partir de ese récord cuando se empezó a encumbrar todavía más su figura. Es un día que quedará en los libros de la historia".