Rafael Nadal se asoma a la ley no escrita más dolorosa para las leyendas del deporte
Al borde de los 38 años, el español apura su tiempo en el tenis entre muchos interrogantes. Apenas hay leyendas que se retiraron por la puerta grande.

En septiembre de 2013, unas semanas después de colgarse en los Mundiales de Moscú otro trébol dorado de la velocidad (100, 200 y 4x100 metros), Usain Bolt anunció que se iba a retirar después de los Juegos Olímpicos de 2016. El astro jamaicano repitió la gesta dos años después en los Mundiales de Pekín y se presentó en Río de Janeiro dispuesto a decir adiós por todo lo alto.
Estuvo lejos de los cronómetros estratosféricos de sus mejores tiempos, pero Bolt consiguió colgarse otros tres oros al cuello. Lo había logrado. Dejaba el atletismo en la cumbre, reinando en unos Juegos Olímpicos, una decisión similar que Michael Phelps. El nadador estadounidense también se retiró aquellos días después de sumar cinco oros más en Río. Dos de las mayores leyendas del deporte se iban de la mano y sin mostrar signos de debilidad.
Phelps se mantuvo firme, pero a Bolt le picó el gusanillo y al final decidió estirar un poco más su carrera. Los Mundiales de Londres 2017 iban a ser su epílogo. Pero nada salió como él esperaba: renunció a los 200 metros para centrarse en los 100, pero las piernas sólo le dieron para el bronce y en el relevo 4x100, la última carrera de su vida, acabó en el suelo. Llorando. Lesionado.
El caso de Rafael Nadal
"Un Mundial no cambia lo que hice. He mostrado mis credenciales durante mi carrera, por lo que perder mi última carrera no va a cambiar lo que conseguí en el deporte", fue la reflexión del hombre más veloz jamás conocido, un deportista que revolucionó el atletismo con su zancada y su estilo. "Alguien vino y me dijo que Muhammad Ali también perdió su última pelea".
Tiene razón en las dos cosas que dijo: aquel relevo no manchó de ningún modo una carrera que será difícilmente igualable y Ali perdió su última pelea. De hecho, el púgil perdió los dos últimos combates que disputó, allá por principios de los 80. Son dos ejemplos, pero hay muchos más, de lo difícil que es para las grandes leyendas decir adiós con un gran triunfo.
Rafael Nadal se asoma ahora a esa dolorosa ley no escrita. El campeón de 22 Grand Slam, que cumplirá 38 años en junio, transita hacia el final de su carrera en una nube de interrogantes. Tras perderse todo 2023 por una lesión de cadera, reapareció a principios de 2024 pero en su tercer partido sufrió un nuevo percance físico. Desde entonces lleva sin competir. Esta semana renunció a Indian Wells y ahora la gira europea de tierra batida aparece como el último paracaídas.
El español lleva sin levantar un título desde que en junio de 2022 conquistara su 14º Roland Garros y desde entonces, ha ganado apenas 12 partidos y ha sufrido nueve derrotas. Sus grandes opciones de volver a dar un bocado a un trofeo pasan por la temporada de tierra, con Montecarlo, Barcelona, Madrid, Roma y, cómo no, Roland Garros, en el calendario. De momento es una incógnita qué torneos jugará, pero desde luego que el Grand Slam parisino es su gran objetivo.

Phelps y Sampras, las excepciones
Hay muy pocas excepciones, muy pocas leyendas que se hayan retirado en lo más alto. Phelps es una de ellas y Pete Sampras, otra: el último partido del tenista estadounidense, el que más grandes acumulaba hasta la aparición del Big Three, fue la final del US Open 2022, en la que se impuso a Andre Agassi.
"Sería bueno colgar la raqueta después de ganar a un rival como Andre en una final, pero todavía quiero competir. Me encanta jugar", dijo Pistol Pete. Pero ya no volvería a jugar: meses después anunciaría que aquel fue su último partido como tenista profesional.
"Ya no tenía nada que demostrarme y por ese lado fue fácil retirarse, pero a la vez es difícil decir adiós a algo que llevas haciendo tantos años. Estoy encantado por cómo dije adiós. Era el momento", añadió años después el campeón de 14 grandes.
Ese momento es tremendamente complicado de elegir cuando llevas años o décadas haciendo lo mismo y cuando la ilusión prevalece sobre el físico. Nadie se quiere retirar perdiendo, pero la mayoría de las veces el cuerpo no acompaña a la cabeza. Por algo los ejemplos se reducen a Phelps, Sampras y poco más. Quizás Zinedine Zidane, que colgó las botas en la final de un Mundial, aunque expulsado tras aquel cabezazo a Marco Materazzi.

Serena Williams estuvo cinco años sin ganar un Grand Slam antes de retirarse como la número 413 del ranking WTA, Jack Nicklaus conquistó el último de sus 18 majors veinte años antes de decir adiós, Diego Armando Maradona se vio envuelto en mil polémicas, Pelé se fue al Cosmos de Nueva York y Alfredo di Stéfano acabó sus días en el Espanyol. Ahora, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo están en la MLS y en la Liga Saudí, respectivamente.
Un espejo donde mirarse es Roger Federer, que colgó la raqueta en septiembre de 2022 tras un año sin competir. El último partido profesional del suizo data de 7 de julio de 2021, en cuartos de final de Wimbledon. Hurkacz se llevó los dos primeros sets 6-3 y 7-6 y le dio la puntilla a la leyenda con el 6-0 final. Desde entonces, la lucha contra las lesiones y su espíritu le impidieron anunciar lo inevitable. Su último baile fue en la Laver Cup en un dobles junto a Rafa Nadal.
También hubo casos de deportistas que se retiraron y después volvieron, pero ya nada fue lo mismo. Le ocurrió a Michael Jordan en su último regreso con los Washington Wizards, donde ni siquiera alcanzó los playoffs; Lance Armstrong reapareció cuando todavía no había saltado el escándalo y lo máximo que logró fue un tercer puesto en el Tour de 2009; y Michael Schumacher terminó convertido en uno más dentro del pitlane de la Fórmula 1, logrando un podio en sus tres años con Mercedes.