DOPAJE

La paradoja del dopaje en el tenis y la buena noticia de que aparezcan positivos

El positivo de la polaca, saldado con un mes de sanción, demuestra que ahora sí se encuentran casos, pero las pocas consecuencias despiertan sospechas en algunos aficionados.

Swiatek, durante los Juegos Olímpicos. /EFE
Swiatek, durante los Juegos Olímpicos. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Ben Rothenberg, uno de los periodistas de tenis más conocidos del mundo, explicaba en su boletín recientemente lo difícil que le resultaba analizar la temporada de Jannik Sinner. Por un lado, un año absolutamente dominante, majestuoso, en el que ha sido sin ninguna duda el mejor tenista del circuito. Por otro, un positivo por clostebol. Cerrado sin sanción, pero positivo.

Sus dudas no son exclusivas, es algo bastante extendido, y ni siquiera tienen que ver solo con el jugador italiano, el problema va más allá y toca al sistema entero. La paradoja del dopaje es que cuantos más casos salen mayor es la alarma, cuando en realidad lo peligroso es que no haya ninguno, porque no es verosímil que en el deporte la trampa no exista, más bien al contrario.

Es cierto que en el caso de Sinner, como en el conocido en las últimas horas de Swiatek, lo suave de las sanciones no ayuda a que el aficionado perciba que el proceso funciona. Por más que ambos hayan sido capaces de explicar más allá de la duda —como pide la norma— de dónde llegaron las sustancias que ingirieron y cuál fue el proceso por el que apareció en sus cuerpos, para la opinión pública ese tipo de explicaciones no suelen ser suficientes. 

Esa sensación de impunidad, que existe, es la que ha llevado a la Agencia Mundial Antidopaje (WADA por sus siglas en inglés) a recurrir el caso de Sinner. Tiene la opción también de hacerlo con Swiatek, incluso la agencia antidopaje polaca tiene potestad para pedir una revisión del caso.

El sistema antidopaje se ha ido sofisticando. En el caso del tenis, como en el del atletismo, se entendió hace unos años que por su globalidad el control del dopaje no se podía dejar únicamente en manos de las distintas agencias nacionales. Para ser realmente eficaz contra la trampa montaron una unidad independiente, a la que todos los profesionales tienen que someterse, llamada la Unidad de Integridad Internacional del Tenis (ITIA por sus siglas en inglés) que está participada por los principales organizadores del deporte y, por supuesto, en concordancia con la Agencia Mundial.

Esta unidad, que también tiene competencias sobre corrupción deportiva, una verdadera lacra en el tenis, lleva en marcha en su forma actual desde el año 2022. Fue un cambio importante en la manera de afrontar los temas de dopaje, siguiendo el modelo del atletismo, y los resultados han sido contundentes.

Desde ese momento hasta ahora, tres jugadores que son o han sido número 1 han dado positivo y sus casos han salido a la luz. A los casos de Swiatek y Sinner se suma también el nombre de Halep, a la que se le encontró roxadustat en un control. En su caso la primera sanción fue de cuatro años, pero el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS, por sus siglas en francés) redujo la misma hasta nueve meses.

No parece demasiado, especialmente si se tiene en cuenta lo escaso de las sanciones, pero si se compara con el pasado la evolución es evidente. El tenis ha tenido fama de no ser muy incisivo con los casos de dopaje y de mantener escondidos unos cuantos por miedo a que la reputación del deporte se viese lesionada. Paradigmático es el caso de Andre Agassi, que en sus memorias explicó que era adicto a la metanfetamina y que su positivo había sido escondido durante años.

Algunos expertos en dopaje, como Edmund Willison, explican que este tipo de unidades son ahora mismo la vanguardia en el deporte mundial tanto por su independencia como por su transparencia. De hecho, en el veredicto de Swiatek es evidente el interés por desmenuzar el caso hasta el final. La sanción puede resultar escasa, pero el proceso es minucioso.

Hay, eso sí, un fondo de injusticia. Los jugadores tienen que probar que esa sustancia ha entrado en su cuerpo de forma involuntaria, está sobre ellos la carga de la prueba para ser exonerados, y no todos tienen los mismos recursos para afrontar un proceso así. El caso de la polaca lo deja claro. Al recibir la primera notificación llegó a mandar a analizar diferentes productos que había consumido alrededor de la fecha en la que se encontró la sustancia en su cuerpo con el fin de encontrar cuál era concretamente la que le había llevado al positivo —fueron unas pastillas de melatonina— y así tener ya una justificación de cara a la ITIA.

Otra de las críticas habituales están relacionadas con los tiempos de las sanciones. Tanto en el caso de Sinner como en el de Swiatek la noticia llegó en tromba, al mismo tiempo se comunicó el positivo y el resultado de las investigaciones posteriores, en el caso de Sinner para ser exonerado, en el de la polaca para explicar que pesaría sobre ella un mes de sanción que ya tiene prácticamente cumplido. Por una cuestión de privacidad y de presunción de inocencia, este es probablemente el método más acertado, pero en el público deja una sensación de cierre en falso, especialmente cuando la sanción no existe o es muy liviana, que es algo que el tenis debe asumir.

Mientras la trampa exista, y pensar en su erradicación es un pensamiento casi infantil, existirá el debate. Hay una gran dificultad en conjugar procesos justos, transparentes, independientes, pero a la vez manteniendo la privacidad y la presunción de inocencia. Hay positivos y los seguirá habiendo, en este momento empiezan a ser públicos. Es un cambio de cultura, por más que eso no quite el desasosiego que aparece con cada caso.