OPEN DE AUSTRALIA

Novak Djokovic, en un maletero: la historia desconocida del Open de Australia 2022

Los polémicos 12 días del tenista serbio en territorio australiano tienen un capítulo desconocido.

Novak Djokovic, en un maletero: la historia desconocida del Open de Australia 2022
José M. Amorós

José M. Amorós

Son las cinco de la tarde del 10 de enero de 2022 en Australia, amanece en España. Cientos de aficionados y curiosos esperan con banderas y pancartas a las puertas de la sede de los abogados de Novak Djokovic en Melbourne. Después de cinco días de encierro en el Hotel Park, un presunto alojamiento de 4 estrellas donde se hacinan decenas de solicitantes de asilo en su llegada al país, en cualquier momento la estrella serbia puede lograr la libertad por orden judicial, paso clave para poder disputar el primer Grand Slam del año. El magistrado de las Cortes Federales de Australia, Anthony Kelly, delibera la decisión sobre la retirada de la visa. Para conocer el resultado, 'Nole' es citado a escuchar el veredicto en la sede de su defensa.

Fieles, inmigrantes serbios y grupos de antivacunas llevan días manifestándose en las calles para defender a su ídolo de la decisión del Gobierno. Piden, exigen, la libertad de Djokovic por sus diferentes motivos y pensamientos. Un apoyo casi obsesivo que les lleva a acampar frente al hotel donde duerme el número 1 del mundo, hacer vigilias sin dormir en las plazas de la ciudad y generar más de un altercado con la Policía. Cada convocatoria, difundida por grupos de Whatsapp y Facebook, es seguida por centenares de personas y provocando una movilización de seguridad detrás. El traslado de Djokovic a la sede de sus abogados genera una especial expectación porque pueden ver en primera persona la libertad del tenista favorito de unos, el compatriota de otros o el presunto referente del negacionismo para los antivacunas. A las 8 de la tarde, 10 de la mañana en España, Kelly hace público veredicto: en los próximos 30 minutos, el Gobierno australiano debe levantar la detención de Djokovic y otorgarle la libertad de movimiento en el país. El juez cree que el serbio puso toda la voluntad en llegar de manera legal al país y tenía en su poder documentos para poder realizar su viaje: "¿Qué más podía hacer este hombre?".

La noticia se hace pública, recorre las redes sociales y cada vez hay más personas se reúnen a las puertas de la sede de los abogados. La Policía comienza a ponerse nerviosa. Djokovic quiere salir, lleva casi una semana sin poder tocar una raqueta, sin poder entrenar. Quedan siete días para el inicio del Open de Australia, un torneo que puede ser clave en la lucha por ser el jugador con más títulos de Grand Slam con la notable amenaza de Rafa Nadal. La seguridad cree que no es viable una salida (triunfal) de Djokovic con cientos de fervientes seguidores, que ya celebran en las puertas pidiendo su libertad. El serbio ve anochecer por las ventanas de la oficina y contacta a la organización del torneo para conocer si las instalaciones de la Rod Laver siguen abiertas: quiere ir a entrenar ya. Su entorno reconoce que "se siente como un león enjaulado". Las autoridades consideran que no es el mejor momento para salir porque carecen del control de las calles cercanas.

Las informaciones son confusas. Djokovic está nervioso, quiere salir y ve que no le dejan. Esta situación llega distorsionada a su familia, que está en Serbia pendiente de novedades. Su hermano Djordje coge el teléfono a la cadena de televisión serbia Prvay afirma que "la última información es que quieren detenerlo de nuevo". Al mismo tiempo, el padre de Nole habla con medios británicos y asegura que el Gobierno australiano "ha decidido deportar a su hijo de inmediato". ¿Qué fuente puede ser más fiable que la palabra de los miembros de su familia? Los medios internacionales publican que Djokovic ha sido o va a ser detenido de nuevo. Nada más lejos de la realidad, solo se trata de inoperancia de la Policía australiana, pero el histerismo de la situación juega malas pasadas en la comunicación, incluido, familiar.

Djokovic y su reducidísimo entorno con el que había aterrizado hace unos días (el resto sí vacunados) piensan alternativas. Quiere salir y la central del Melbourne Park ya le espera. Bajan al parking, se montan en el coche e insisten en salir. La Policía no le va a garantizar la seguridad en ese caso. El coche tiene los cristales tintados en la parte trasera pero los flashes de los fotógrafos pueden iluminar el interior y provocar el éxtasis del centenar de seguidores. Solo hay una opción: el serbio está dispuesto a meterse en el maletero para salir lo antes posible del encierro y lo hace. "El joker siempre tiene un as bajo la manga", comenta su entorno. La puerta del parking se abre, el coche sale con dos personas anónimas en los asientos delanteros y una persona semidesconocida del equipo en los asientos traseros. Djokovic, refugiado en el maletero de la berlina de color negro.

La salida de Djokovic en un maletero durante su viaje a Australia en 2021.AFP

Decenas de personas se agolpan en el coche. Un fan con la bandera serbia se sube al techo y comienza a saltar de manera festiva. La Policía se ve incapaz de parar el caos y acuden más refuerzos a la zona, que terminan utilizando gas pimienta para abrirse paso. La prensa también busca la primera imagen de Djokovic en libertad y el asiento trasero es el objetivo. El coche no se mueve. Aparentemente, Nole no va en el coche y las noticias no cambian: el serbio ha podido ser detenido de nuevo.

Las cargas policiales hacen su trabajo y el coche comienza a desplazarse. Se aleja de la zona. Unos metros más adelante, el coche para y Djokovic sale del maletero para montarse con normalidad en el asiento trasero. En unos minutos, llegan a las puertas de la Rod Laver y Djokovic ya ve la luz a pesar de que hace un buen rato que anocheció. Era el momento de que su cuerpo se volviera a poner en contacto con el tenis. Pero antes, seis días después de la última vez, Novak coge su teléfono y abre su Instagram. Se echa una foto junto a su equipo en la pista y anuncia su victoria: "Estoy contento y agradecido de que el juez revocara mi cancelación de la visa. A pesar de todo lo que ha pasado la semana pasada, quiero quedarme e intentar competir en el Abierto de Australia", escribe en su cuenta y lo publica. La foto da la vuelta al mundo en pocos segundos.

¿Va a jugar Djokovic el Open de Australia? Eso parece. Un juez le ha dado la libertad después de cuatro días detenido y ya puede hasta entrenar en la pista donde ha levantado nueve veces el trofeo. "¿A qué hemos venido? Hemos venido a ganar, por eso hemos volado", comenta su entorno sobre aquel ambiente festivo. Menos fiesta quedaba en la sede de los abogados del serbio que conocían un poco común punto clave de la legislación australiana: el todopoderoso poder del ministro de Inmigración.

Historia de un lío mundial

Djokovic había llegado con una documentación facilitada por el Open de Australia, que había rellenado la gente de su entorno encargada de estos trámites. El tenista anunció en la mañana europea del 4 de enero que comenzaba su viaje, desde Marbella donde había preparado el torneo, hasta Melbourne, gracias a recibir un permiso especial de exención médica, el único modo de entrar de manera legal en el país desde que se activaran los protocolos contra el COVID para los no vacunados. La noticia, publicada en sus perfiles oficiales del serbio, dio la vuelta al mundo y los medios de comunicación de todo el planeta se hacen eco. También cayó por sorpresa en la población australiana, una sociedad que aguantaba uno de los paquetes de medidas más estrictos de las grandes naciones. Nadie esperaba el anuncio de Novak, marcado por la falta de información y transparencia en el proceso de otorgar un documento especial para poder estar y competir durante tres semanas en Australia. La sorpresa se iba traduciendo en indignación mientras el vuelo transoceánico sigue su curso y, sobre todo, empieza a cercar al Gobierno, perdiendo popularidad cada minuto que pasa.

Las 13 horas y 35 minutos que dura el vuelo entre Doha, última escala del viaje, y Melbourne se convirtieron en el peor enemigo para Djokovic. El ambiente social australiano se fue caldeando con el paso del tiempo. El director del Open de Australia, Craig Tiley, se vio obligado a salir a desvelar que hasta 26 jugadores habían solicitado una exención especial, la mayoría de ellos por haber pasado el COVID en los últimos seis meses, uno de los motivos que permitían la entrada sin vacuna. Tiley no desveló los nombres, pero reconoce que ya había varios de ellos en Australia. Un rato después, la ministra de Deportes del Gobierno del Estado de Victoria anunció que rechazaba la aprobación de la visa y mandaba la responsabilidad al ejecutivo central. Una presión que se dirigía directamente al primer ministro Scott Morrison. A pocos minutos de que el avión aterrizara, se conoció que el Control de Fronteras iba a interceptar al tenista a su llegada. Y así sucedió. Los oficiales de fronteras dirigieron al serbio a una sala para cuestionar los motivos de su viaje y exigirle la documentación de la exención. El interrogatorio se alarga hasta altas horas de la madrugada siéndole requisado su móvil, sin que ni el equipo ni su entorno pueda contactar con él. A primera hora del día 5 de enero, Djokovic es recluido en el hotel Park de Melbourne junto al resto de solicitantes de asilo.

Hasta la decisión del juez, el jugador quedó recluido sin posibilidad de salir de la habitación. Algunos miembros del entorno de Djokovic afirman que "aquello parecía una cárcel" y detallan "que examinaban las cosas que le llevaban y algunas no se las daban. Seleccionaban qué le daban". Una de las cosas con las que no pudo contar Djokovic fue con su raqueta de tenis, haciendo imposible ningún tipo de entrenamiento menor dentro de las cuatro paredes. Allí, ya con acceso a las redes sociales y a información exterior, se cabreó con las frases de Nadal en rueda de prensa donde expresaba que "si Djokovic quisiera estaría jugando en Australia sin problemas". Unas opiniones, junto a las de otros jugadores del circuito, que el serbio no entendió tras conseguir mejoras económicas para los competidores de la ATP liderando el sindicato en las negociaciones.

Tras ser liberado por el juez en un primer momento, la presión sobre el Gobierno continuó y fue en aumento. Lo que hizo que el ministro de Inmigración australiano ejerciera su poder absoluto de decisión a la hora de deportar a cualquier ciudadano que llegue a su territorio, por encima de la propia justicia. El Sr. Hawke argumentaba que la sola presencia de Djokovic "pudiera fortalecer el sentimiento antivacunación de una minoría de la comunidad australiana" y, por lo tanto, "su comportamiento puede alentar a no cumplir con las medidas de salud pública apropiadas luego de un resultado positivo en la prueba, y podría conducir a un aumento de los disturbios civiles". El razonamiento cruzaba la línea de la salud o la igualdad entre ciudadanos a agravarse por una provocación de incidentes públicos. El día 15, después de unos días de entrenamientos en libertad, Djokovic era detenido y llevado de nuevo al Park Hotel. Al día siguiente en un nuevo juicio, un tribunal de tres jueces aceptaba la teoría del gobierno señalando al serbio como "una amenaza para la salud pública" y hacía efectiva la orden de deportación. Unos horas después, Djokovic salía de territorio australiano cerrando el episodio más surrealista de la historia del tenis.