WTA FINALS

La escena desoladora en las WTA Finals que reabre el debate sobre el lavado de imagen de Arabia Saudí con el deporte femenino

Las mejores tenistas del mundo se reúnen en Riad... pero apenas hay cientos de espectadores en las gradas.

Un partido de las WTA Finals./REUTERS
Un partido de las WTA Finals. REUTERS
Jonás Pérez

Jonás Pérez

Las ocho mejores tenistas del mundo se han reunido en Riad en lo que debería ser una auténtica fiesta del deporte femenino. Swiatek, Sabalenka y compañía compiten por la corona del año de la WTA en Arabia Saudí, un país que no parece estar especialmente interesado en sus hazañas deportivas. Tras varias jornadas de competición, las gradas continúan prácticamente vacías, pese a que el precio para adquirir una localidad es irrisorio en relación a los habituales para esta clase de eventos.

La pista está rodeada de un ambiente único, con las gradas ensombrecidas y el foco de luz tan solo sobre las protagonistas. Una buena forma de ocultar en sociedad los enormes vacíos existentes, incluso en los partidos de la máxima élite. Una muestra de la realidad no tan visible a través de la toma televisiva:

¿Son engañosas estas imágenes? No. La pista tiene una capacidad para cerca de 5.000 personas y, por ejemplo, el encuentro entre Swiatek y Krejcikova apenas contó con 400 aficionados en las gradas. Las jugadoras, de momento, se mantienen al margen o, al menos, prefieren no ser pesimistas. Pegula, por ejemplo, asume cuál es la realidad: "Hemos jugado muchos partidos en los que no hay mucha gente. Hemos jugado en época de Covid donde no había nadie".

Lo cierto es que Arabia Saudí ha impuesto un gran botín económico para las tenistas que triunfen en esta gira, lo que no quita que el ambiente resulte desolador. La WTA, mientras, continúa defendiendo su decisión: "Estamos acercando el tenis a un público nuevo y eso lleva tiempo, hay que construir". Incluso trataron de ver un rayo de sol en mitad del túnel: "Hubo una fuerte asistencia en la jornada inaugural".

El organismo también quiso exponer que el domingo es el inicio de la jornada laboral en Arabia Saudí y que, por tanto, esperaban una menor afluencia en las gradas. Una cosa es esa y otra, claro, que apenas haya un 10% en el tenis con más nivel del planeta. Sin ir más lejos, las entradas al Mutua Madrid Open se venden con meses de antelación y es una auténtica guerra acceder en los días más señalados con un precio considerablemente superior y también en días laborables.

Tapar el sol con un dedo o celebrar que el inaugural entre Zheng y Sabalenka tuviera un 70% de público en función de la capacidad. Las entradas más baratas para entrar al recinto apenas cuestan seis dólares, una cantidad irrisoria en uno de los países con más riqueza del planeta. Tampoco es excusa que Texas o Cancún, ediciones de años anteriores, no tuvieran un gran recibimiento. En su caso, la programación fue prácticamente improvisada y los errores del pasado no deben ensombrecer un año más las finales del circuito femenino.

Tim Henman, extenista y comentarista en Sky Sports, fue certero: "Los organizadores aquí están en una posición privilegiada en la que no necesariamente intentan ganar dinero con las ganancias de las entradas. Por eso deberían salir a las comunidades y a las escuelas, porque necesitamos espectadores aquí para presenciar a los mejores jugadores y crear esa atmósfera".

Y añade: "Creo que los organizadores deben tener en cuenta la falta de aficionados. La forma en que han construido las instalaciones y han cuidado a los jugadores ha sido realmente impresionante. Pero la distribución de entradas debe tomarse más en serio. Hoy, el público era casi inexistente".

No es el tenis, sino la gestión. O quién sabe si las ideas. El Six Kings Slam con Nadal, Djokovic, Alcaraz o Sinner atrajo a las masas y, en líneas generales, presentó llenazos. Ellos se convirtieron en estrellas del rock, tuvieron fiestas personalizadas y revolucionaron a la población. Ellas apenas están consiguiendo vender entradas, pese a su precio reducido. Conviene estudiarlo.

Arabia Saudí ejecuta lo conocido como 'sportswashing'. Carlos de las Heras, responsable de deportes de Amnistía Internacional, explicó en Relevo qué significa exactamente este concepto: "Consiste fundamentalmente en el uso que determinados países o determinados regímenes hacen del deporte para vender al extranjero una serie de imágenes, de reformas o de aperturismo que realmente poco tiene que ver con la situación de derechos humanos dentro de esos países".

A través del deporte, Riad expone en sociedad una imagen diferente a su día a día. Pese a la restricción de los derechos de las mujeres bajo su suelo, presenta a las mejores tenistas del mundo compitiendo por las Finales de la WTA. La respuesta social, sin embargo, está lejos de ser la esperada con datos de espectadores mínimos.

Martina Navratilova, ganadora de 18 Grand Slams, tiró de ironía tras el anuncio: "Estamos viendo cambios, ¿no? ¡Ahora nos vamos a Arabia Saudí! Ese es el cambio más grande que podemos ver ahora mismo... Por lo menos no nos vamos a Corea del Norte. Sé que un cambio estructural es complicado, pero somos un deporte femenino de élite y, como tal, me gustaría ver a más mujeres en puestos de poder. En fin, cambios va a haber siempre... Veremos cómo se desarrollan las cosas ahora en Arabia Saudí".

El tiempo le ha dado la razón. La fiesta del tenis femenino apenas atrae a cientos de personas en Arabia Saudí... Para colmo, firmaron hasta 2026.