Eva Asderaki, la mejor juez de silla del tenis: "Nos revisan la vista más que a una persona normal"
La griega, jueza de la Copa Davis esta semana en Málaga, atiende en exclusiva a Relevo para desvelar los secretos de una profesión de la que poco o nada se conoce.
En Grecia, tierra de mitos y leyendas, aguas cálidas del Mediterráneo, todo estalló por casualidad para Eva Asderaki. "De niña jugaba al tenis y no se me daba mal, era la número siete del país", recuerda con una sonrisa. Un buen día, su club organizó un torneo al que acudieron tenistas extranjeros, y como tantos otros compañeros, tuvo que arrimar el hombro: "Ayudé como juez de línea esa semana". Y sucedió. En su cabeza, algo hizo click.
Casi 30 años después, en las finales de la Copa Davis de Málaga, reconocida como una de las mejores jueces de silla del mundo —incluyendo a los hombres en la ecuación—, Asderaki atiende en exclusiva a Relevo para arrojar algo de luz sobre un trabajo del que poco se sabe, pero del que todos opinan.
"No, no estoy muy cansada", asegura por los pasillos del Martín Carpena tras resolver su enésimo partido de la temporada. Está hecha a ello. "Ha sido solo hora y media. ¡Pan comido!", añade entre risas, algo habitual durante toda la charla.
Cuando se sienta, se coloca el micrófono y vuelve a sonreír. Igual que en la pista. Está acostumbrada a los focos —qué remedio—. Aunque señala que sigue siendo la parte más difícil de su trabajo: "Hay mucha presión, no te voy a engañar, pero creo que es necesaria. Es algo que te mantiene despierta, te ayuda a mantener la concentración y la exigencia de hacer un buen trabajo y ser justa". Quizá por eso no tiene redes sociales. No le gustan. O mejor dicho, no le ayudarían.
Obligada a mantener la concentración durante largos periodos de tiempo, alejándose de distracciones, Eva Asderaki prepara los partidos de una forma diferente al resto: "A mí no me gusta estudiar a los jugadores, aunque cada cual lo hará a su manera. Yo, cuando llega la hora, me recojo el pelo, cojo mis cosas y trato de concentrarme al máximo. Al final, haciendo esto una y otra vez creas una rutina que te ayuda a "llegar" a ese punto, a estar lista y prepararte mentalmente para el partido".
Aunque no es fácil. Según los expertos, el ser humano es capaz de mantener picos de concentración durante un máximo de hora y media. "En la pista puedes estar eso, 90 minutos, o puedes estar cinco horas, depende del partido", advierte. Para combatir las distracciones, las escuelas de arbitraje no enseñan técnicas específicas, así que cada juez ha de encontrar su método: "En un partido, especialmente si se alarga, la cabeza se te va. Empiezas a pensar en otras cosas. Es inevitable, no somos robots. Cuando me pasa, empiezo a hablar conmigo misma. Me digo: No, no, no, Eva, estate aquí. Recuerda lo que tienes que hacer. Las cuatro líneas de la pista, los jugadores… Estás aquí para esto. ¡Me lo digo de verdad!".
Lo cierto es que, para llegar a ese punto, Asderaki ha estudiado mucho. "Tenemos que conocer las reglas, mantenernos familiarizados con las normas y estar al tanto de todas las actualizaciones del reglamento". Cada año tienen exámenes continuos. Una prueba "de libro abierto", lo llaman, para responder a casos concretos, situaciones del juego que todo juez ha de conocer. "Eso y la experiencia en los torneos te hace obtener las insignias, que es como llamamos a los niveles que hay que superar desde que empezamos hasta que podemos juzgar en la élite del tenis".
Pero no es el único requisito. En su oficio, todo está medido. "Nos revisan la vista más que a una persona normal. Mínimo una vez al año", explica. Y son exámenes exhaustivos. El último, lo ha superado este mes de noviembre. "Por suerte, todo está correcto", declara a pura carcajada.
La jueza griega fue la primera mujer en dirigir una final masculina del US Open, uno de los cuatro Grand Slams de la temporada. Fue en 2015, en un partido en el que Novak Djokovic pasó por encima de Roger Federer. "Es mi mejor recuerdo en una pista de tenis. Una de esas cosas que siempre me había marcado como objetivo", admite.
Aunque prefiera no hablar del tema, el contrapunto se produce al discutir con los jugadores en la pista. Sonado fue su lance con Serena Williams, que, apoyada por el público del US Open, la acusó de "tener un mal corazón" tras perder un punto. Después de la final, que acabó ganando Samantha Stosur, Williams se negó a estrechar la mano con la jueza.
Lo cierto es que, para llegar a arbitrar partidos tan importantes, Asderaki ha tenido que superar más obstáculos que sus compañeros hombres: "Es algo en lo que, por desgracia, todavía estamos trabajando. Me ha costado más llegar aquí por ser mujer, es una realidad. Antes de mí, la última en arbitrar una final masculina de Grand Slam lo hizo en 2007". Y añade: "Es un proceso lento, pero las cosas están cambiando poco a poco, cada vez vemos más juezas y luchamos por alcanzar esa igualdad de género".
En la Davis, como en tantos otros torneos importantes, los jueces de línea han desaparecido. En la pista ya solo quedan los jugadores, los recogepelotas y el juez de silla, acompañado, eso sí, por un sistema tecnológico que detecta, al momento, si la pelota ha tocado o no la línea. "Ya no tenemos gente en la que confiar sobre la pista. Antes nos consultábamos todo, establecíamos contacto visual e incluso nos reíamos tras un acierto. Ahora es diferente. Estoy sentada y las decisiones de línea llegan solas. Es más fácil, porque los jugadores no tienen nada de lo que quejarse, pero el lado humano se pierde. Es triste. Más aún teniendo en cuenta que la mayoría de nosotros empezamos en esto como jueces de línea".
Por cosas así, su profesión, en la que no se puede entablar amistad con un jugador, es cada vez más solitaria. "Pasamos más de cuatro meses al año fuera de nuestras casas. A mí es lo que más me cuesta de mi trabajo. Tengo dos hijos pequeños [que viven en Australia] y les echo mucho de menos", lamenta.
Eso sí, desde la silla —el del tenis es uno de los únicos jueces deportivos que no necesita movimiento físico—, el juego le sigue encandilando. "Disfruto mucho de los partidos de tenis. Eso no lo he perdido. En el momento en el que deje de hacerlo, no me veréis más por aquí", sentencia con la última sonrisa de la charla.
Juego, set y partido.