COPA DAVIS

España se despide de la Copa Davis con la afición pendiente de Catar

Los horarios solapados provocan que muchos aficionados españoles sigan la goleada de La Roja en Catar en el Martín Carpena.

Marin Cilic celebra un punto ante Pablo Carreño. /AFP
Marin Cilic celebra un punto ante Pablo Carreño. AFP
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Nadie lo entiende. "O se está a una cosa, o se está a otra", dice una aficionada en la Fan Zone del Martín Carpena. Dentro, en la pista, España, la de tenis, se está jugando el pase a las semifinales de la Copa Davis. Fuera, a más de 5.000 kilómetros, España, la de fútbol, golea y se divierte ante Costa Rica en el estreno mundialista. Dos partidos solapados, jugándose al mismo tiempo, y una afición dividida.

En las gradas —9.486 espectadores—, solo la primera hora de tenis se disputa tranquila, sin distracciones. Desde las cinco, con la pelota rebotando entre las raquetas de Bautista y Coric, aún en el primer set, decenas de teléfonos móviles proyectan, escondidos, el partido de Doha. "Gol", le dice un aficionado a su compañero de butaca mientras le muestra el teléfono. "¿De quién?", pregunta el segundo. "De Asensio. Golazo".

Mientras, Bautista trata de devolver los misiles de Coric, imponente en el servicio. Pim, pam. Break abajo. Penalti para España. "¡Vamos Roberto!". Gol de Gavi. Algunos no dan abasto. El propio Gerard Piqué, trajeado en el palco presidencial del Carpena, ojea el teléfono entre punto y punto. Sin excepción.

Otros, los más relajados, prefieren alejarse del bullicio y disfrutar de una cerveza en los aledaños del pabellón malacitano. "Pinta bien la cosa", asegura un grupo de tres amigos, vecinos del barrio. Se refieren al fútbol, claro.

Por entonces, La Roja ya golea 5-0 en el emirato. En Málaga, con el sol cayendo, Bautista hinca la rodilla tras el tie break del segundo set y Croacia toma ventaja en la eliminatoria, espontáneos mediante. "Nunca había vivido algo así en una pista de tenis", declara el tenista castellonense tras el encuentro. Y lamenta: "Es una vergüenza, me ha cortado mi mejor momento".

Miembros de seguridad y un integrante de España reducen a los espontáneos.
Miembros de seguridad y un integrante de España reducen a los espontáneos.

Al decirlo, las paredes de la sala de prensa retumban. Es la afición local, volcada ya con Pablo Carreño en el primer todo o nada para España, obligada a ganar para no caer eliminada. "¡Seis!", exclama un compañero periodista en la tribuna. No es el primer set del tenista asturiano, es el tanto de Carlos Soler en Catar. 6-0. A veces los deportes se mezclan sin quererlo.

Carreño, gijonudo, como Luis Enrique, tumba al gigante croata en la primera manga (7-5). Después, Cilic se rehace y responde con holgura en el segundo (6-3). Con el fútbol ya olvidado, no existen las distracciones. Cada punto de Carreño dispara los decibelios del Carpena. "¡Oé, oé, oé, oeeé!", canta la afición, más ruidosa que al comienzo. Incluso más futbolera, aunque sin fútbol.

En el tercero, el decisivo, Cilic y Carreño se devuelven los golpes y los breaks. "Aguanta, Pablo, ¡aguanta hasta el final!", grita una aficionada a escasos metros del asturiano, desesperado con los aces de su rival.

Ahí, cuando fallan las fuerzas, en el tiempo de descuento, llegó al tie break definitivo. Con la pelota en el filo, como en aquella película de Woody Allen, y tras superar las tres horas de partido —197 minutos, que no 90, como en Doha—, Cilic decantó el partido y la eliminatoria del lado croata (5-7, 6-3, 7-6). Fin al sueño de la Davis para España. No pudo ser.