Marcus Cooper ya se ve como abanderado de España en París 2024: "Se me va la imaginación a ese momento"
El piragüista español, oro individual en Río 2016 y plata en el K4 de Tokio 2020, atiende a Relevo en la capital francesa a seis meses de los Juegos Olímpicos.
París.- En la privilegiada terraza del hotel Pullman, a escasos metros de la Torre Eiffel, capaz de embobar a todo el que la contempla, Marcus Cooper se sube la cremallera del abrigo y hace lo posible por no encogerse sobre la silla. Hace frío, mucho frío, en una capital francesa que amanece gris, encapotada, pero Cooper, campeón olímpico en Río 2016, pieza intocable del K4 y embajador del programa 'Talento a bordo' de Iberia, ideado para expandir el deporte español dentro y fuera de nuestras fronteras, conectando personas y culturas en todas sus vertientes; profundiza en cada respuesta como si estuviera arropado en el salón de su casa, en Asturias. Allí entrena cada día para relamer las heridas del pasado en París, donde, salvo lesión o ausencia repentina, será el abanderado español en la ceremonia que inaugurará los Juegos Olímpicos en las aguas del Sena.
¿Cuánto piensas en ese momento?
Bueno, intento no hacerlo demasiado hasta que no se confirme en junio, por mantener un poco los pies en la tierra, la humildad y demás, pero a veces sí que se me va la imaginación y me veo portando la bandera. Para mí sería todo un orgullo. Llevar la bandera del país por el que has competido toda la vida, al que te debes, que has hecho sonar su himno en numerosas competiciones... Es algo simbólicamente muy grande. ¡Es que hay menos abanderados que campeones olímpicos! O sea, quiero decir, guau. Para mí sería un punto en mi carrera difícil de describir.
Una carrera en la que todo ha ido muy rápido. ¿Cómo se adapta uno a ese ritmo, a alejarse de casa siendo tan joven?
Es verdad [sonríe]. Yo empecé en el piragüismo con 12 años y a los 15 ya me llamó la Selección española. Me adapté bastante rápido. Creo que a la que más le costó perderme de vista fue a mi familia. Más que a mí, vaya. Siempre me ha gustado mucho viajar, aprender y vivir nuevas experiencias, y si además es haciendo el deporte que te apasiona, pues imagínate. Era un privilegio y siempre me adapté bastante bien a ese tipo de cambios.
Conseguiste resultados desde muy pronto, además.
Sí, suena a veces un poco raro que lo diga yo, pero es verdad que fui un deportista que avanzó muy rápido desde que empezó. Mejoré siempre muy rápido. Enseguida estaba en la Selección española, como decías, y ya allí pasé pronto a ser de los mejores, compitiendo a nivel internacional. De hecho, en el primer Campeonato del Mundo absoluto en el que competí, con 19 añitos, ya conseguí una medalla; y en los primeros Juegos Olímpicos, con 21, conseguí el oro.
¿Por qué te llega todo tan prematuro?
Creo que es por esa ambición que siempre he tenido y porque no tengo miedo a ganar. Siempre he querido encontrar dónde está mi límite, pero mi límite de verdad, y para ello me he puesto siempre objetivos ambiciosos y prácticamente imposibles de conseguir. Ahora, en París, la meta será volver con dos éxitos [en el K4-1000 y en el K2-500].
Tengo la sensación de que cuando ganaste el oro en Río eras un completo desconocido para el gran público.
Bueno, la realidad es que en 2016 no me conocía ni yo mismo. No sabía que podía llegar a ser el mejor del mundo en mi prueba. Es cierto que ese año entrené más y mejor que nunca. Desde el primer día de la temporada fui mi mejor versión, como un robot. Estaba obsesionado, sí, la palabra correcta es obsesión. Es lo que sentía todos los días. Entonces, llegados a Río, sabía que podía hacer algo grande, pero por supuesto nadie esperaba, ni siquiera yo, que eso me pudiera llevar a ser el mejor del mundo.
Es un año que, según dices, nunca has logrado igualar.
Sí, es cierto. A veces suena utópico decir que lo has dado todo, que has entrenado lo mejor posible, pero ese año realmente sí fui perfecto. No hubo ningún detalle que se me escapara y estaba, como te digo, obsesionado desde el primer momento. Es verdad, y lo digo con sinceridad, que todavía no he logrado hacer un año así otra vez, de ser perfecto desde el día uno de la temporada. También es cierto que es más fácil conseguirlo cuando compites de forma individual. Cuando estás en un equipo dependes de otros factores externos que no están en tus manos. No es que sea peor ni mejor, pero no es tan sencillo sacar tu mejor versión. Dependes de más cosas. En cualquier caso, esta temporada estoy intentando hacer eso, que no se me escape absolutamente nada, ningún detalle, y llegar a París siendo mi mejor versión.
¿De dónde te viene esa autoexigencia?
Creo que he nacido con ese carácter. Desde pequeño he sido muy exigente conmigo mismo. Siempre he querido ser mi mejor versión. También, soy una persona que... iba a decir poco, pero más bien no me comparo nada con el resto. Siempre me fijo mucho en mí y en lo que está en mi mano para mejorar, nada más. Desde pequeño he sido así, orgulloso y tozudo.
Alguien te habrá ayudado por el camino.
Sí, por supuesto. En mi club, nuestro entrenador, Joel Badía, siempre nos ha inculcado unos valores similares. De ir desde pequeñitos a competir con actitud, con ambición y con hambre por dar nuestra mejor cara. Nos daba exactamente igual qué rival tuviéramos al lado. Podían ponernos a Hércules que nos daba igual, no teníamos miedo a ganar a nadie.
¿Cómo es esa sensación de conocer tu límite?
Pues mira, llegué a Río y estaba muy tranquilo, eso es lo que te puedo decir. Recuerdo que estaba colocado en la línea de salida con la relajación de saber que solo tenía que ser mi mejor versión. Tan fácil como llegar lo antes posible desde el punto A hasta el punto B, dándome exactamente igual lo que hicieran los demás. En el momento en el que crucé la meta, yo no sabía que había llegado el primero. Crucé y, de primeras, mi celebración y alegría salió porque había conseguido hacer la mejor regata de mi vida. Era imposible haberlo hecho mejor. Calculé al milímetro cada palada. Todo. Llegué totalmente vacío. Pero es que luego, además, miré hacia los lados, todo eso en una décima de segundo, y me di cuenta de que había ganado el oro en unos Juegos Olímpicos.
En Río, a falta de 200 metros ibas quinto y terminaste ganando.
Sí, es cierto. Era parte de mi estrategia personal, me daba exactamente igual cómo fueran mis competidores. Es verdad que de reojo podía ver algún movimiento, algún color que asomaba por allí, pero me daba igual, no quería que me influenciara de ninguna manera. Yo simplemente tenía que hacer mi mejor regata. Era mi plan desde el día uno de la temporada. Nada fue improvisado.
Todo estaba medido.
Yo sabía exactamente lo que iba a hacer al paso de cada boya. Llegué a ir quinto, sí, incluso sexto, pero es que podía haber ido último o primero que no hubiese cambiado mi estrategia. Cuando hice el esprint final, a falta de 250 metros, que empecé a subir el ritmo, tampoco sabía que estaba adelantando a nadie. No lo veía. Era parte de mi estrategia, sin más. Todo coincidió. Se podría decir que lo medí muy bien para ganar al resto, pero en realidad estaba haciendo algo que ya pensaba hacer antes incluso de colocarme en la línea de salida.
En París 2024, tu objetivo será colectivo, no individual. ¿Qué diferencias hay entre el K1 y el K4?
Si ya de entrada el piragüismo es un deporte completísimo, muy exigente a nivel individual, cuando pasas a un barco de equipo tienes que cuidarlo todo y, además, adaptarte a tus compañeros. Tienes que estar sincronizado con ellos en rendimiento, en fuerza, en la potencia de palada, en resistencia... Los cuatro tenemos que estar en la misma posición para que no haya desajustes, porque la aerodinámica es clave. Si no vamos sincronizados en la entrada y salida de la pala, en el empuje de piernas, en la cadera o en cualquier otro aspecto, se nota, y perjudica bastante. En el piragüismo, el K4 tiene un extra de dificultad importante.
¿Hasta qué punto llega vuestra coordinación?
Tú puedes montar a los cuatro mejores piragüistas de K1 en un K4 e ir bastante más lento que si montas a otros cuatro que no son tan rápidos individualmente pero que sí van a estar sincronizados. Tan sencillo como eso. El piragüismo es un deporte súper, súper hidrodinámico y cualquier movimiento puede perjudicarnos. Por poner un ejemplo, y para que la gente lo entienda, si se nos queda enganchada una hoja, una rama o cualquier cosita suelta en la proa de la piragua, nos frena muchísimo. Pero es que hay un montón de factores que también influyen. Si llevamos el timón de una manera u otra, si el agua es salada o dulce, la densidad que tiene, si hace más o menos calor... Todas esas cosas se tienen en cuenta y son décimas que nosotros ganamos o perdemos en competición. Tenemos que vivir con ello y adaptarnos al máximo.
Parece más Fórmula 1 que piragüismo.
Sí, sí [ríe]. Yo me doy cuenta de estas cosas hablando con personas de fuera del piragüismo. Me llama mucho ver qué interés tienen o qué saben o no saben de nuestro deporte. Por ejemplo, la gente se piensa que nosotros vamos totalmente sentados y que solo usamos los brazos, que solo metemos la hoja de la pala y tiramos el agua hacia atrás, pero no es así.
Cuéntanos.
Pues es curioso, porque sorprende mucho a las personas que no están tan habituadas a ver o practicar piragüismo, pero nosotros cuando introducimos la hoja en el agua, no arrastramos agua hacia atrás; la hoja entra en el agua, se queda en el mismo sitio y somos nosotros los que nos impulsamos hacia adelante, como si fuese un salto con pértiga.
Es decir, usáis el agua como apoyo.
Exacto. El punto de apoyo empieza con la pala en el agua, pero acaba en nuestro pie, que empuja la piragua hacia delante por dentro. [Suspira] Es un deporte muy completo, muy aerodinámico y muy técnico. Que palees con el codo un poco más arriba o un poco más abajo influye mucho, por ejemplo. El entrenador se deja la voz con nosotros repitiendo esos detalles mil veces. Nos grabamos y analizamos cada gesto técnico. Y si multiplicas todo eso por cuatro, porque somos cuatro personas dentro del K4, pues te puedes imaginar.
Todo, para jugarte una medalla en apenas unos segundos.
Efectivamente. Cada día de entrenamiento se enfoca a llegar a una competición como los Juegos Olímpicos, que son una vez cada cuatro años, y jugártelo todo en una prueba de un minuto y veinte segundos, aproximadamente. Tenemos que ser perfectos, porque todo el trabajo se decide en décimas de segundo.
Habrás tenido frustraciones por el camino.
Sí, claro, no siempre sale todo como uno quiere.
¿Cuál ha sido tu momento más difícil?
[Piensa unos segundos] Me cuesta contestarte a esa pregunta con sinceridad. No sabría elegir bien cuál ha sido... Bueno, no sé si el más difícil, pero el punto más duro de mi carrera fue al final de la temporada 2015. No conseguí mi objetivo, que era clasificar para Río 2016 en una embarcación de K2-1000 metros.
¿Cómo lo superaste?
Bueno, por el hecho de no haber cumplido ese objetivo y la manera en la que se dio, ahí fue donde cambié el chip y comenzó esa obsesión de la que hablábamos en el año 2016. Tenía dos opciones: o dejaba el piragüismo, y con ello el deporte de élite, o pasaba a ser mi mejor versión, dándolo todo, pero dándolo todo de verdad, implicándome al máximo. Obviamente elegí lo segundo. No tenía nada que perder. O al menos eso pensaba yo. Mi mentalidad pasó a ser esa, la de ir a por todas y no pensar en otra cosa.
Y eso te ha llevado a este 2024, donde, si todo va bien, te veremos en esta ciudad el próximo verano. ¿Con qué objetivos?
Bueno, pues ante todo con el ánimo de superarme a mí mismo. Tengo la ambición de competir en dos pruebas y traerme dos éxitos de vuelta a España: en K2, por recorrido, tendencia y probabilidad, sería con Rodrigo Germade; y en K4, además de con él, lo haría junto a Carlos Arévalo y Saúl Craviotto, que son los compañeros con los que compito habitualmente y con los que estuve en Tokio 2020. También tengo el objetivo, por qué no, de que la bandera de España sea la que más alto ondee en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024.