JJOO | PIRAGÜISMO

Un grupo de WhatsApp con un campeón olímpico encendió la llama del K4 que se quedó a las puertas de la medalla

El K4 formado por Teresa Portela, Carolina García, Estefanía Fernández y Sara Ouzande terminó sexto en la final olímpica.

Daniel Arribas
Michèle Novovitch

Daniel Arribas y Michèle Novovitch

Teresa Portela, Carolina García, Estefanía Fernández y Sara Ouzande. Son las cuatro piragüistas que lucharon hace solo unas horas para sumar otro metal al medallero de España en la vorágine acuática de París, con hasta tres opciones claras en apenas media hora de reloj. Entre los bronces de las piraguas masculinas, el K4-500 femenino trató de poner la guinda, pero no pudo ser.

"Hemos pasado mucho tiempo juntas. Muchas horas de entrenamiento. Hemos visto a muchas compañeras que se han quedado por el camino y solo llegar hasta aquí ha sido durísimo", confiesan Fernández y Ouzande a Relevo. "Ha sido una temporada muy difícil y cargada de sacrificios, pero eso nos hacía estar tranquilas, porque no hay semana o entrenamiento que no hayamos acabado muertas. No nos podemos reprochar nada".

Afincadas en Pontevedra, la extremeña y la asturiana se conocen desde bien pequeñas. "Tenemos la misma edad y desde los 11 años hemos competido entre nosotras", cuenta Ouzande. "Nos gusta mucho recordar competiciones de aquella época, tenemos buen pique", añade Fernández entre risas. "De hecho", apunta la asturiana, "muchas veces le digo a Estefi, ahora me ganas, pero cuando éramos infantiles yo te metí 12 segundos en una carrera".

La piragua de España, en la parte superior, integrada de izquierda a derecha por Ouzande, Fernández, García y Portela durante la final olímpica. REUTERS
La piragua de España, en la parte superior, integrada de izquierda a derecha por Ouzande, Fernández, García y Portela durante la final olímpica. REUTERS

Ambas reman en la misma dirección, y ya sea en Juegos, Mundiales o Europeos, lo hacen bajo el frenesí de la extremeña. "Tenemos las cuatro un grupo de WhatsApp y Estefanía decidió llamarlo 'The Fast Team'", cuenta Ouzande entre risas. "Pero es que además pone frases motivacionales en su asiento, en su pala, donde tiene un mensaje de 'Estefanía máquina' [ríe]... Luego, cuando se acaba una semana muy dura, va al grupo y escribe, chicas, muy bien, estoy muy orgullosa de vosotras, lo hemos hecho muy bien, a por otra semana más".

Es en otro chat de WhatsApp, sin embargo, donde surgió la verdadera llama olímpica del cuarteto. Y lo hizo, cómo no, de la mano de la palista de Mérida, alma del cuarteto. "Yo tengo un grupo con Álvaro Martín, que nos conocemos mucho", sorprende Fernández, paisana del flamante campeón olímpico en el relevo mixto de la marcha. "Nos mandó un audio antes de los Juegos para que disfrutáramos el momento, que él también quería hacerlo, y diciéndonos que ya después hablaríamos para contarnos la experiencia".

"Él estaba muy fuerte, ya había conseguido el bronce en individual, pero la guinda fue el oro del otro día con María, con la que hace un equipazo espectacular", añade Fernández. "Además, Álvaro es alguien que nos inspira mucho, porque siempre ha seguido una ruta alternativa, sin dejar de estudiar, siendo súper organizado y cercano. Es muy prudente, pero ya antes de los Juegos confiaba mucho en poder conseguir una medalla. Al final, es alguien con el que tengo mucha confianza… ¡Hasta dimos las campanadas este año en Badajoz!".

Así, Fernández, Ouzande y el resto de componentes del Fast Team llegaron a París con el trabajo hecho. "En Galicia comí techo durante horas, no poder ir a mi casa me costaba mucho", confiesa la asturiana. "Fíjate que mi madre acabó comprándome un gato para que me hiciera compañía". Al felino se le sumó un conejo, y a éste un rebaño de ovejas, cabras, vacas… y hasta un guacamayo.

"Soy de esas que no puede ver una serie en la que se hace daño a un animal", revela Ouzande. "Me pasó hace poco con Juego de Tronos [ríe]. ¡No pude!". Fernández, en cambio, ha buscado la tranquilidad en este ciclo olímpico por otra vía. "Me encanta llenar la casa de incienso hasta el punto de que Sara me dice que esto parece Semana Santa", sentencia entre carcajadas y reproches de su compañera.

"Al final, más allá de las bromas, estos ratos nos ayudan a conllevar la soledad", coinciden ambas. "El deporte de élite son muchas horas lejos de tu familia, de tus amigas, de perderte eventos familiares, cumpleaños y reuniones. Es algo muy, muy duro". La medalla, por tanto, es lo de menos. Las dos son palistas olímpicas. Y pase lo que pase, lo serán el resto de sus vidas.