JJOO | PIRAGÜISMO

Lágrimas en un resort, un vicio inconfesable y muchos sudokus: los secretos tras el bronce de Diego Domínguez y Joan Moreno

La pareja española llegaba como tapada al C2-500, pero han cerrado una final igualadísima con el tercer puesto en París.

Daniel Arribas
Michèle Novovitch

Daniel Arribas y Michèle Novovitch

Llegaban a París como debutantes en unos Juegos Olímpicos, pero no solo eso, Diego Domínguez y Joan Antoni Moreno conformaban el barco menos experimentado de la exitosa delegación española de piragüismo, un valor seguro a la hora de luchar por las medallas. "Empezamos a entrenar juntos hace solo un año", cuentan a Relevo con la espontaneidad de quienes se saben capaces de todo.

A sus 21 años, Domínguez, dejó atrás el dúo de C2-500 junto a su hermano Noel. Moreno, mallorquín y tres años mayor que su hoy compañero, hizo lo propio con Adrián Sieiro, su anterior dupla en la modalidad. Unieron sus caminos sin saber muy bien por qué. Cosas del destino. Y fue ahí cuando, decidido, el madrileño cambió la capital por Mallorca, donde cayó de pie en el equipo de Kiko Martín y Sete Benavides.

"Fue difícil, porque conocí la soledad. Tenía a Joan para cualquier cosa, sí, pero el círculo de amigos me desapreció de golpe. Me sentía solo. Y fue duro de asimilar", asegura Domínguez, que a los 12 años dejó atrás el sueño de debutar en el Real Madrid para centrarse en dar paladas sobre el agua. "Yo probé varios deportes, pero mira, también acabé aquí", añade Moreno, que antes del piragüismo practicó gimnasia artística y vela en su isla. "Al final, era un niño muy revoltoso y buscaba algo que me exigiera mucha actividad física entre semana. Un día me acerqué a probar al club náutico, me gustó y desde entonces no he parado de darle caña".

Domínguez y Moreno celebran la medalla de bronce en el campo de regatas de París 2024. REUTERS
Domínguez y Moreno celebran la medalla de bronce en el campo de regatas de París 2024. REUTERS

En París, donde llegaron hace cinco días y donde permanecerán —con una medalla al cuello— hasta el 12 de agosto, justo después de la ceremonia de clausura, Domínguez y Moreno han matado el tiempo como han podido. "Me he aficionado a los sudokus", confiesa el primero. "Pero sudokus en papel, eh, soy de los originales [ríe]. Al final, los números me ayudan a relajar la mente y olvidar la presión de estos días".

"Yo llevo bastantes años con un juego que todo el mundo me da mucho la lata, porque en los momentos más tensos me pongo a jugar y me relaja muchísimo. Todo el mundo me dice, ¡pero qué haces jugando a eso! Pero yo les respondo, dejadme, estoy en mi mundo, tranquilo", descubre. "Tiene una dinámica tipo 'Candy Crush', pero te dan unos peces y tienes que cuidarlos, limpiar la pecera, darles de comer...", añade, incapaz ya de ocultar la carcajada.

"Este año han caído lágrimas en varios entrenamientos"

Diego Domínguez y Joan Antoni Moreno Piragüistas del C2-500

"Ahora os pongo en contexto de en qué momentos se pone a jugar", interrumpe Domínguez, deseoso de destapar el asunto. "Entre el calentamiento y la final de cualquier campeonato internacional, ahí cuando todos estamos tensos y concentrados, Joan se dedica a jugar a los pececitos con el móvil", desvela. "Joe, ¡es algo que me evade!", sentencia el mallorquín. "Estoy ahí, tranquilo, en mi mundo".

El camino hasta París, una tortura física y mental

En la Copa del Mundo disputada en Hungría el pasado mes de mayo, Domínguez y Moreno probaron las mieles del oro y certificaron su billete para los Juegos Olímpicos dejando fuera a sus compatriotas Pablo Martínez y Tano García, campeones del mundo en 2022. Un palo durísimo para los sevillanos, pero irrebatible si se atiende a las reglas: en París solo podría haber un barco por país.

Diego Domínguez y Joan Antoni Moreno cuentan la dureza de sus entrenamientos.M.N. / RELEVO

Antes, a comienzos de febrero, Domínguez y Moreno habían hecho las maletas para concentrarse durante dos intensas semanas en un resort de cinco estrellas en Montebelo, interior profundo de Portugal. "El lujo ni lo vimos", bromean ellos. "Queríamos ponernos a punto y los entrenamientos fueron una animalada".

"Yo lo he pasado mal este año, eh", advierte Moreno, que enfermó y tuvo que ser ingresado a dos semanas de jugarse la plaza olímpica. "En Portugal hubo lágrimas", apunta Domínguez. "Lloviendo todos los días y le metimos una caña... Hubo un día que literalmente no podía llover más, era físicamente imposible, y hacía un frío increíble. Nosotros nos mirábamos y decíamos, ¡qué estamos haciendo aquí!".

No obstante, todo ha merecido la pena. "Todo el esfuerzo que hemos hecho se ha visto recompensado con estar aquí en París", sentencian, sabedores de que sí, al fin, pueden gritar a los cuatro vientos eso de que son piragüistas olímpicos. "Era el sueño de toda una vida. Al final, los Juegos son la competición más grande en la que vamos a competir nunca. No podemos aspirar a más que esto. Solo nos faltaba ponerle la guinda con una medalla". Dicho y hecho. A seguir soñando.