OPINIÓN

Calladlos con una medalla

Mariona Caldentey, futbolista de la Selección, se lamenta tras uno de los goles de Brasil en la semifinal en los JJOO. /EFE
Mariona Caldentey, futbolista de la Selección, se lamenta tras uno de los goles de Brasil en la semifinal en los JJOO. EFE

Llevábamos tiempo sin vivir una noche tan triste en el fútbol femenino español. Una noche en la que faltaban respuestas y sobraban preguntas. En la que recordamos en bucle aquel rebote en el que empezó todo, la vergonzosa celebración de Priscila, el mal juego de España... Sí. Fue un partido horrible. Porque las mejores también tienen días malos. El de ayer fue traumático y su coste fue altísimo. Sin final olímpica. Sin pisar París. Sin ir a la Villa. Es cruel. Y no habría mayor error que mirar para otro lado tras lo que pasó anoche. Porque ser profesionales también es no tirar de tópicos de 'el fútbol es así', aceptar las críticas -siempre y cuando sean con respeto- y levantarse bien fuerte tras digerirlas para silenciar a todos esos que andaban esperándolas injustamente.

No lo harán. Las conocemos. Algunas ya lanzaron, en caliente tras el partido, las primeras autocríticas. "Dormiremos poco", avisaba una Cata Coll que, rota y entre lágrimas, nos emocionó con su sinceridad. Seguro que fue así, que más de una, y de dos, y de tres, estudiaron el partido con la almohada. Varias incluso son conscientes de que pueden ser sus últimos JJOO -son cada cuatro años y es muy difícil llegar hasta aquí-. Un palo que llega tras un año en el que lo ganaron todo dentro y fuera del campo y sufrieron golpes que aún duelen. Se expusieron demasiado, fueron más que futbolistas y, ahora, deben volver a estar por encima de todo eso. Aunque cueste.

Ya sé que da rabia. Que son demasiadas cosas. Tantas que casi que no caben en la mente. Que es difícil de asimilar que seguís siendo la diana para muchos. Que no hay explicación para ello y que no es justo. No, no lo es. Pero, lamentablemente, esto es lo que rodea ese crecimiento que buscábamos. Ese 'que os conozcan', 'que se sepan vuestros nombres'... Para lo bueno. Y también para lo malo.

"La gloria no es gratis", me decía alguien que buscaba consolarme anoche en medio del disgusto. Lo hacía ante mi frustración por todo lo que generó alrededor de la derrota. Por todos esos mensajes que me llegaron en mi timeline de X (antes Twitter) mencionando a Jorge Vilda, alegrándose por lo que había ocurrido... Estaban al acecho. Y yo sé que no podrán con vosotras y sacarán de vuestros adentros ese grito que muchas queremos soltar. Como otras tantas veces...

En mitad de la tormenta, y como si de un refugio se tratase, aparece el bronce. Colgarse el metal al cuello será el principio de la solución a todos los males que afloraron, sin esperarlos y como si fuese un ciclón que arrasa todo a su paso. No dudo de que son capaces de lograrlo. Que sacaran la fuerza de donde no queda para plantarle cara a Alemania y volvernos a hacer sentir orgullosas. Porque no será un oro o una plata, pero es medalla. Vale que les teníamos como favoritísimas al oro. Que lo más difícil era que no lo consiguieran, pero es que es... ¡Una medalla! Lo que cuesta llegar hasta ella y el valor que tiene.

Y en sus primeros Juegos Olímpicos. Aquellos en los que ni ellas ni nosotras soñábamos. Porque no creíamos posibles. Porque no se nos daba esa oportunidad. Nos habéis desbloqueado retos que ni existían. Nos habéis hecho soñar con lo imposible. Y estaremos ahí, en las buenas y en las malas. Para veros levantaros. Y comiéndoos el mundo de nuevo.